lunes, 16 de abril de 2018

Cadillac Solitario





Escribo de vos esta noche porque me acuerdo mucho de la noria y de las luces salpicándose en tu cara. El sonido de la feria, de un generador eléctrico y las pisadas en el suelo de grava. Porque a veces pienso en Alicante y en esa urbanización que abandonaron después de Mutxamel, a la que te llevé un par de veces para que nos besáramos en los techos y habláramos de lo que queríamos hacer en el mundo.

Te enseñé la música de Loquillo, la canción de Cadillac Solitario, esa versión del concierto de Madrid (Bec 2005) que me encantaba, que escuchaba como loco en el volkswagen Polo. A vos también te gustaba, cuando hablaba de la nostalgia, de largarse a ELE A en un momento de arrebato, de esas cosas que suceden a los borrachos y la rubia en el asiento de atrás. De ese cigarro que enciende  estando solo y las luces  de alguna ciudad titilando abajo. Y nos besamos un par de veces viendo la puesta del sol partiéndose en el centro del Mediterráneo. Y te hablé de la noche y de las cosas que había visto. Porque te quería enseñar demasiados lugares y cosas más aparte del encanto de esa construcción abandonada.
Pienso en las cosas que nos decíamos por teléfono cuando trataba de convencerte a las 3 de la mañana que te escaparas de la casa de tus papás y vinieras conmigo. Que saltàramos las cercas de todas las casas hasta la universidad. Que conociéramos todo lo que pudiésemos.

  A veces saltaba yo solo la verja del polideportivo, ¿te acordás del polideportivo de San Vicente? Me da tristeza pensar en eso. Pero nunca lo hiciste conmigo. Nunca arriesgaste lo suficiente como para ver la ciudad dormida conmigo, los semáforos intermitentes y los camiones de basura. El sonido de las botellas, del vidrio cuando lo arrastran en el frío de la madrugada y los empleados diciéndose nada.

Ahora pienso que habríamos tenido mucho que contar y recordar en este momento en el que estamos tan lejos, ya con algunos años más de los que queríamos tener. Vos todavía en la casa de tus papás y yo en un país al que nunca vas a venir. Pensando, como seguramente sabes, en la importancia que le di siempre al reencuentro.
Y solo quería decir (tal vez para mí mismo) que tuve toda la razón de haberte querido un poco entonces y de intentar convencerte que escaparas conmigo. Porque ¿te das cuenta? Hoy no podemos contar mucho, casi nada. Y eso trataba de decirte entonces, las pocas veces que te abracé contra mi sweater: que lográramos sobrevivir en el tiempo.
Porque hoy, 17 de abril de 2018,  solo recuerdo tu cara salpicada por las luces de la feria. Tu diente al que le falta un pedazo, la canción de Loquillo y los besos después de Mutxamel.
Nunca vos corriendo la madrugada conmigo. 






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