miércoles, 22 de abril de 2020

Mi esperma tirado en la décima avenida


La noche es larga -estiradísima- cuando voy por la décima avenida, el pelo descompuesto por el frío de la ventanilla abierta, hasta abajo cuando tiro aquello haciéndole un nudo en el centro comercial de Délica.

Suena, ¿qué sonaba dani? Acordate bien.  Loquillo y los Trogloditas,   El Rompeolas en la parte que dice: 

"Jueves, viernes, sábado, sentado junto al mar
Es un buen lugar para irse a olvidar.
Dejé a mi familia junto al televisor
En el rompeolas aún se huele el sol".

Y lo gritabas en el carro con los ojos llorosos de la euforia y el aire frío que se colaba a chorros  por la ventana, pensando que ya estaba muy cerca el día que dejarías de verla. Tan cerca que hasta podías sentirlo en la boca, contar los días en la cabeza, saltando de un martes,  a un miércoles, a un viernes cualquiera de mayo, hasta el final de todo lo que había. (¡Qué lindo es construir algo solo para verlo romperse frente a ti!). 

Pronto desaparecería esa ruta: 11 avenida, Próceres, 19 calle con Parma,  saltar a la veinte calle por la izquierda, incorporarme a décima avenida por la derecha, Futeca, Shukos, La Noria; La Cañada en la 16 calle de zona 14, giro en U,  5ta avenida, 350 metros: ella esperándote (mirando dentro de un bolso gigante) en Plenum

Si una patrulla de las que entonces se amontonaban afuera de CICIG (la extinta CICIG) me hubiese hecho el alto, me habría importado un carajo, habría acelerado el pickup a fondo por las calles vacías, intentando perderlos en el ajedrez gigante de luces ambarinas y rojas de  las madrugadas abandonadas de zona diez, que han sido y serán siempre mi casa. Mucho más -pienso ahora- que las ideas de policías tristes, patrulleros apagados de vidas malolientes y sencillas; personas arruinadas en uniformes negros y botas duras de cuero que después de trabajar nunca van hacia nada parecido a tu belleza, L. A tu cuerpo dormido boca abajo en una camita imperial de zona 14.  Historias como las nuestras, leoncita de una vez, de cuando pude tocarte, de cuando pude tenerte:  lugares hermosos. 

Es domingo 21 de mayo de 2017 ahora que paro a escribir todo esto en una Shell de veinte calle y me siento todavía borracho. Vengo de estar con ella y me gustaría poderle jurarle a Dios   que es la mujer más linda que he visto en toda mi vida. Me gustaría decírselo a alguien, cualquier persona que pase ahorita cerca de la ventana, que si me huelo las dos manos en este momento -ahora mismo, por ejemplo, junto al asfalto liso de la veinte calle- encuentro todo lo que fue la segunda mitad del 16 y la primera del 17. Cada una de las cosas que se quedaron oliendo en mi ropa, y en mi pelo.   El olor de los días felices.  

Haces un inventario a toda prisa, Dani, de lo que queda después de verla, por si acaso nunca volves a tenerla: un lápiz de labios grueso, perfume penetrante de señora, cremas para la piel, saliva, el líquido alcalino de sus piernas.

"Tú, chica, puedes vivir
Una vida de hogar
¡Búscate un marido
Con miedo a volarrrr!!"

Mañana en la mañana un guardia de seguridad privada del Centro Comercial de Délica encontrará el pedazo de látex desparramado en el suelo del estacionamiento vacío. Adentro habrá un chorro de hijos desperdiciados, asfixiados por el nudo que hice la noche anterior y el sol pastoso del amanecer.  Sonreirá. Levantará la vista hacia las calles derretidas del frente imaginando una mujer hermosa de zona 14, tal vez alguien con mucho dinero y una larga melena platinada. Un auto del año con tapicería de cuero marrón y una caja de cerveza Gallo puesta sobre el asiento de copiloto, -tal vez abajo- en la alfombrilla grisácea de hule. Intentará recrear  la plácida construcción de una borrachera mediana y un polvo rápido junto a la  banqueta silenciosa de un residencial. Besos y abrazos fuertes y saliva y música estridente, a toda pastilla, y bajadas para orinar sobre la calle, que se siente igual a la libertad. 

 Pensará que se dicen ya es tarde, amorcita linda, y que se cagan de la risa cuando piensan en lo que se acaban de decir: amorcita linda y esas cosas de la tele que repiten cuando ven reflejado en sus ojos todo lo que acaban de hacer. Dicen "adiós. Órale. Chao" en una despedida pequeña que interpretan sin esfuerzo en el lobby de un edificio elegante, uno bueno, con recepcionista permanente y ascensores de acero inoxidable. Prometen volver a verse a la brevedad posible, desde muy cerca, mi amor, a quemarropa, empañándose los ojos con el aliento hirviendo de la cerveza que entra y sale de las bocas semi-abiertas, cuando dicen temblando: mañana mismo, amorcita linda, ¿va? qué mierda, vengo a verte por la noche, mañana si Dios quiere, ¿va? y si tú también quieres ¿sí?  Solo si se puede, amorcita, y si quieres verme. Me vengo a meter acá con un veeeeeergo de chela  y un veeeeergo de cosas nuevas para contarte. Sabes  bien que nunca me callo.

Después el camino definitivo de vuelta -pensará el policía- sin luz por décima avenida, cuando la persona baja la ventanilla eléctrica del carro y se deshace de algo precioso en la vida  haciéndole  un nudo en la base. Cuando el maldito se limpia las manos resbalosas sobre los muslos, en el pantalón de zipper abierto, y revienta el volumen de la radio.

“NO HABLES DE FUTURO
ES UNA ILUSIÓN
CUANDO EL ROCK'N ROLL
CONQUISTÓ MI CORAZÓN!"

El poli se quedará pensando un rato, allí, parado solo bajo el sol hirviendo del parqueo, sin atender los llamados de la radio que le hacen empleando códigos numéricos sencillos y el ronroneo lento de los primeros carros que entran por la rampa de cemento. Pensará que su vida daría lástima a cualquiera  que se sentara un momento a escucharla, aunque solo fuera un minuto y el pobre contara apenas las mejores partes, las que a veces le arrancan una sonrisa. Pensará tan alto que acabará por decir "mierrrrda" entre los dientes, como un loco del Federico Mora hablando para sí mismo,  apremiándose, rascándose los sobacos y la nuca mal rapada con la punta afilada de un lápiz,  hasta hacerse daño. Roto por dentro cuando  se detenga a mirar despacio su propia vida y piense en todo lo que Dios no pudo darle: Zona 14 con sus mil mujeres hermosas y un millón de apartamentos  vacíos donde nunca verá a nadie desnuda.

Brazos morenos abrazarán la escopeta pajera de 8 tiros, sintiendo el talle áspero del uniforme negro con la estrella de David bordada en los hombros de la empresa de seguridad privada a la que pertenece. El pantalón roído de líneas laterales rojas que pica una barbaridad detrás de las piernas cuando se agacha en el estacionamiento a investigar lo que dejé tirado hace unas horas en el suelo.

Sus manos cafés pellizcarán con asco  aquello que representó tanta felicidad en mi vida, hasta llevarlo a la basura, donde se mezclará con mil objetos más, de otras mil personas distintas que también quisieron a alguien. Ahí quedará entonces, a pesar del tiempo y de todos los días que ya no vamos a vernos, un  pedazo de mi propia vida. Mi esperma tirado en la décima avenida. 





Mayo 2017