viernes, 23 de abril de 2021

Cómo sabe un hombre que una mujer le hace falta



     Un hombre como yo se levanta y busca rápido una ventana para ver el color azul de las primeras cosas que pasan. Siempre es lo mismo. Luces azules y grises y el capó congelado de los carros parqueados abajo.

    Pienso en Lu, pero ya no como una molestia, sino más bien como un recuerdo suave del tiempo que nos vimos. Cuando nos ocurrió aquel incidente de los indios vestidos de policía en Cristo Rey y nos quemamos el brazo con cigarros en un sótano de zona 10 ((viéndonos grande a los ojos)), y hubo mañanas con ella y varias noches con ella, y una cena  abordo de un buque lleno de soldados pelones y quesos y uvas verdes, y una siesta tranquila a la orilla del mar.  (Te quise porque eras valiente, Lu. No vamos a vernos más, te lo juro por Dios, pero Pérez Cabello te amó en noches parecidas a esta, en que solo escribe y escucha la noche rumiar por la ventana. (Te digo algo más: hay que ser bravo para recordar cosas tan grandes sin agacharse. Cosas como las nuestras, Lu, cosas de una vez)). 

    Escucho el agua de la regadera junto al cristal de la cocina y alcanzo a ver la luz brillante del sol que ya se trepa por la iglesia de los mormones ¿Alguien sabe si existen las mormonas? No he visto una en toda mi vida (las locales en vestidos horribles no valen). Ni siquiera en Huehuetenango, donde había cientos de ellos haciendo estupideces. Pinche Ulises me lo dijo una vez tomando una cerveza mexicana en la Metro: somos pobres mi hermanito! ¡por eso estamos rebalsados de mormones!


¡Todo ha sido tan rápido, L, todo se nos ha estallado en la mano como una bomba de pólvora!  Veo tus ojos borrachos en la primera habitación que compartimos en izabal (HAY UN TATUAJE CON UN 44 QUE HABLA DE TODO ESO). Te veo revolver una maleta pequeña para encontrar un bikini minúsculo con bottom fluorescente. Te veo ponértelo frente a mí pasando las piernas desnudas encima. Veo tus muslos lisos, la línea delgada que hay entre tus piernas ¡son tan suaves al tacto! Se prende una luz: la bombilla del baño cuando estoy afuera, acostado en la cama del cuarto. Agarro mis cigarros en la mesa de noche, me pongo uno entre los dientes pero no voy a encenderlo. Solo hago como si fumo  mientras te escucho haciendo pis a través de la puerta y me siento dichoso. Oigo cuando acabas sobre el agua quieta del inodoro y luego nada,  ¡no hay nada!









    -Decime algo de mí. Algo que nadie más sepa.


    Íbamos manejando hacia algún sitio: Nebaj, Zunil o Zaculeu, en Huehuetenango, era todo lo mismo. Se sentó del lado en el pickup, su espalda preciosa recostada en la ventana de copiloto para verme de frente cuando sonó aquella canción de Men at Work  (Overkill), que me encantaba. Estaba viéndome y sonreía. Siempre que identificaba un patrón en mí sonreía, como si quisiera tenerme medido.


-¿Qué? -le dije cuando la vi sonreír. -¿De qué te reís? -y la volteaba a ver alternando la vista de la carretera a sus ojos brillantes.  (El asfalto, sus dientes mojados, después sus ojos enormes: Una maldita manifestación de lo que era y sigue siendo la libertad). -¿Qué es lo que te da tanta risa?


Me miró estallada de ternura, me pellizcó el cachete como a un niño pequeño y no pudo más: se echó a reír a carcajadas.


-Nada, dani, nada! -dijo-. Solo te conozco tan bien que aunque pongas cara de serio, sé que siempre estás a punto de soltar algo gracioso. Aunque pongas cara de estar pensando en mucho, tienes algo para decir en el momento: un chiste, una burla, un comentario random, algo brillante, da igual, siempre estás anclado en lo que está ocurriendo ahora -dijo-, como un barco clavado en esto -y me puso la mano sobre sus muslos desnudos para que los viera, todo lo juntos que estaban y lo suaves que eran en ese vestido. Toda ella suavecita bajo mis dedos, pensé.


-Así que me conoces bien, Marcelita? -le dije-. ¿Cómo sabes que no te odio y que solo quiero dejarte tirada en la primera gasolinera que vea? ¿Cómo sabes que quiero tenerte esta noche  conmigo? Esas cosas nunca se saben. La verdad nunca se sabe.

 

Sonreía y en las mejillas se le hacían dos hoyuelos preciosos.


-Sé que podrías tomar una decisión de esas, lo sé tanto, dan!,  te conozco tan bien! no te costaría nada si en verdad lo quisieras, dejarme tirada por ahí como una tontita, con mi maleta y todo viendo adónde leches me voy, pero no quieres dejarme tirada esta tarde, verdad que no, dan?! A ver, dilo! ¡Te reto a que lo digas! Hay demasiadas cosas que ver aún, tantas cosas que hacer, dan, ¡tantas cosas por vivir!... 


(A veces no se callaba, ni cuando sabía que no estaba poniendo atención.)


-Para abandonarme en una gasolinera tendrías que quererlo de verdad y no lo quieres, al menos no esta tarde. Para dejarme tirada en una gasolinera tuve que haberme acabado ya para ti y aún me queda mucho que darte ¡Vamos, dani, soy la mujer que más te conoce en el mundo!


Lo pensé bien. Llevábamos solo un mes de conocernos y ya teníamos algunas cosas importantes acumuladas. Mucha riqueza en los viajes y los vinos que abrimos frente a paisajes imposibles: los senderos que recorrimos en montañas del interior del país que nunca terminaban. Ahora tenía sentimientos por mí y eso no me gustaba.


-Solo llevamos un mes de conocernos -dije- Solo eso, marcelita. Además sos una niña demasiado chiquita para entender algunas cosas -le sonreí-. Sos una wira preciosa, veo tu cara y me cago, pero solo eso- Le besé las dos manos que olían al mismo jabón de fresas del baño donde paramos una hora antes a hacer pipí. -Sos una niña preciosa.-.


-¿Solo un mes, dan?! ¿Solo eso?! pfffffffffff- resopló llevándose la mano a la cabeza- Para ti eso es como una década,¡como un siglo! Debes sentir que estamos casados o algo de eso: ¡encerrados en un ascensor! - (se puso de rodillas en el asiento. Nunca se ponía el cinturón cuando iba conmigo, se movía como una loca adentro del carro.)-  Es lo que me da miedo de ti, ¿sabes? que un día solo despiertes no queriendo esto (puso mi mano sobre sus pechos respingados), y ya no pueda volver a encontrarte. -Dani vas a morir pronto a como vas, lo sé tanto, he soñado con eso y todo, Mil veces, como una puta pesadilla que me hace gritar todas las veces. ¡Un accidente, dan! Será un accidente, ya veras; un problema al que te metas y no puedas salir a tiempo. 


La miré. Sus ojos taciturnos se habían imaginado  mi muerte y se habían puesto tristes.


Van a encontrarte muerto un día de estos. Van a meterte en una caja de madera con tu mejor traje y te van a poner bajo tierra. Tu corbata y tus ojos dormidos adentro de esa caja espantosa, dani…Tus ojos, dan, y tu mirada, van a podrirse para siempre!


-¿Es que en verdad sabes todas esas cosas de mí? -dije.


-Sí, Dan. Te digo algo más: Sé que van a llamarme por teléfono para decírmelo, que has muerto y esas cosas horribles de la muerte que no quiero escuchar, y aunque en ese momento te odie con todas mis fuerzas por lo que ya me habrás hecho, voy a llorar en mi cuarto como tonta. -(Marcelita se mordía las uñas para decirlo). -No quiero perder nunca tu mirada, dan. Eso es todo, aunque muy pronto deje de ser mía.


No dije nada. Me quedé mirando el camino, tal vez pensando en todas las veces que empecé algo importante. Los atardeceres tristes que vi de niño en Milpas Altas cuando quemábamos cohetes al fondo de los barrancos con mi primo y ladraban los perros flacos abajo, hasta adentro, donde me gustaba bajar con una pita y se escuchaba el mundo enlatado desde allí: el bajo de las iglesias evangélicas volando ralentizado por la distancia e imaginaba la cara del crispín que estaría tocando la música con sus manos morenas puestos encima, haciendo ruido soñoliento para todos), maldiciendo entre los dientes los domingos porque me hacían pensar en los lunes.


 -Dani te digo que nadie te conoce como yo.- dijo marcelita poniéndose algo más seria, cuando vio que solo me había quedado callado mirando los terrenos baldíos al lado del camino. 


-Me habría bastado una semana para saber muchas cosas de ti, dan, lo sabes bien,  cosas que solo tú haces-.


¿Cosas que solo yo hago? -pensé.  ¿Qué tiene eso de raro? conocer a una persona. Todos hacen cosas por su lado. Nadie importa tanto.


-Decime algo de mí -le dije sonriendo con sueño-. Algo que nadie más sepa.- 


El sol nos daba de lleno en la cara, los ojos brillaban una locura adentro del carro  y solo deseaba parar en la primera gasolinera que encontráramos para comprar un six-pack de cerveza congelada y besarla de pie en el estacionamiento. Hacía apenas un mes, en un hotelito de Sololá, me dijo algo de lo mismo: las cosas que había aprendido de mí:


 "Sé que has convencido a más de mil policías para que no te lleven a la cárcel, -dijo esa vez-. La has cagado tanto que solo puedo pensar que Dios está  fascinado contigo, siempre juega de tu lado) -y se mojaba los labios de saliva para decirlo-. No le has pagado nada a nadie para salirte con la tuya, ni un centavo, dan, eso lo sé bien, no tienes que decírmelo. Solo sabes cómo hacerlo. Convencer policías y personas y mujeres y esas cosas," y enterró la cara en la almohada del hotel de Sololá para reírse a gritos porque todavía sentía los nervios y la adrenalina y la cogorza que teníamos encima cuando dos tiras enanos del occidente nos pararon descolgándose de un brinco de la patrulla como monos amaestrados en la entrada de los Encuentros, y bajé al asfalto quebrado para preguntar sus nombres y de dónde eran (decirles que había estado en esos mismos lugares donde habían nacido, sin siquiera tener que mentirles) y convencerlos que nos dejaran seguir adelante con nuestro viaje porque lo que estaba viviendo contigo, marcelita (la chica que iba en el carro conmigo, oficiales -señalándoles mi propio carro, marcelita, donde estabas tú sentada esperando con tu carita preciosa-) era muy importante para mí, (tú y yo marcelita, viviendo todo aquello) tirándoles a los policías un estoque escandaloso de ron y cerveza bajo las gorras, diciéndoles cualquier cantidad de estupideces jurídicas para librarnos de esa. -ME LO DIJISTE CIEN VECES, DAN!: LAS PALABRAS SON CAPACES DE ALGO QUE NINGUNA OTRA COSA PUEDE: CAMBIAN LO QUE YA ERA SEGURO. 


Marcelita lo pensó un momento, la pregunta que le hice, eso de "decime algo que nadie más sepa", se llevó un dedo a la boca que mojo de saliva y en verdad estaba pensando en unas cuantas cosas para soltar cuando la vi. Sacó el dedo de su boca haciendo un ruido infantil de ventosa. Habría podido decir cuatro o cinco cosas, pero escogió decir una.


Puso el volumen de la música en 0.


-Es una estupidez, dani, -dijo divertida, acercándose mucho más a mí para decirlo, ahora me jalaba los pelos del brazo y me echaba el aliento en los ojos, ese olor a peras que me volvía loco-, pero lo he visto tanto que ya no puedo guardarlo ni un minuto más sin reírme de ti  -Me mata de la risa, dani, te juro.  ¡Dani me matas de la risa!


-Decime de una vez, -le dije haciéndome el bravo. Estoy a punto de dejarte tirada en el camino, te lo juro por Dios. Me caes tan mal, marcelita, veo una gasolinera y te dejo tiradísima. Ahora sí, para siempre!


-Te vuelven loco los lapiceros bic dani -dijo llena de prisa, empinándose sobre mí para decirlo, sus ojos brillando de la emoción sobre los míos. 120 en carretera y ella tapándome la cara con sus ojos y su pelo claro.  -Esos lapiceros bic de 4 colores, dan. Los celestes con blanco  de toda la vida. Siempre que vas al súper o una librería compras uno. No los necesitas, tus cosas están llenas de lapiceros,  te escribes recordatorios en las manos todo el día como un loco, pero tú crees que sí. Se te van los ojos por esas cosas.


Me puse a pensar en eso, ver si estaba en mi cabeza, pero nunca había pensado en eso.


-Los ves en la caja cuando los cuelgan allí y no les quitas los ojos de encima, te atrapan, te distraen y te hacen imbécil, terminas agarrando uno, lo pagas, lo sacas de primero de la bolsa, incluso antes de pagar, y después prendes la lucecita del carro para verlos adentro, en el sótano, como un juguete nuevo, dani, que acabas de comprar. Lo miras con mucho cuidado y lo mimas, revisas que esté bien, que todos los colores funcionen garabateando 44s sobre una factura. Apuesto a que sabes de memoria lo que dice la caja y todo, estarías incompleto sin uno de esos, ¡y eso que ni siquiera me lo has contado! Sé que tampoco se lo contarías a nadie... pero vamos,  te conozco tanto dani! -y suspiraba en el carro como una niñita haciéndose la cansada de tener que hablar tanto-  lo he visto mil veces, eso es todo, y me he reído de ti, en silencio, dan, tanto, sin decirte una palabra; me has matado de la risa y me has gustado también por eso ¿Sabes algo? Me da mucha ternura que te gusten los lapiceros Bic. Me gustas porque te gustan los lapiceros bic de 4 colores  ¡Soy la mujer que más te conoce en el mundo, daniiiiiiiii-duuuuuu!







Allí estaba. Adelante nuestro. A doscientos metros. Una gasolinera.





    Miro por la ventana la ciudad encharcada. Toda la ciudad ha amanecido así: encharcada, diluida, entumecida, recortada como un trozo de cartulina, y pienso que en toda mi vida solo hay una mañana como esta. Ocurre al sur de Francia, en Montpellier, hay un diluvio en el parqueo del frente. Soy becario del gobierno español, desertor de la Universidad de Alicante, tengo 19 años y el cuarto lleno de humo. Estoy fumándome un cigarro acostado en la cama, riéndome como un niño pequeño por la lluvia que cae a chorros en el estacionamiento vecino, sintiendo el eco lejano de las cosas que se empapan. 


Adentro hay basura del vino que dejamos la noche anterior con Sofi, y chocolate que comimos chupándonos los dedos, vasos vacíos y servilletas hechas pelota. Huele a chilaca, pies descalzos, calcetines, leche entera y carne roja, y en la almohada, al fondo de la camita individual que tenía, perfume suave de mujer. 


    El agua somata el asfalto y espero con impaciencia a que ocurra un accidente, que estalle un transformador, se rompa un cristal o se arranque un pedazo de techo. Hace apenas un instante (dos minutos)  que saqué a sofi a la entrada del edificio para despedirla, que me dejara en paz: poder desayunar tranquilo con música de Stromae y destapar una lata congelada de Steinburg.


 ("La pasé muy bien contigo y todo sofi! -fue lo que le dije para despedirla- siento algo tan extraño y bonito cuando te veo  ¡cuando dormimos juntos, sofi, como dos adultos! Sobre todo eso último sabes sofi? Contigo soy la persona que quise ser cuando era niño: un adulto. Pero ahora  es muy temprano y solo quiero estar solo."),  y cuando me puse a ver por la ventana la lluvia se precipitó sobre el área universitaria en segundos. Me emocionó tanto que me tendí en la cama de un salto y encendí un Gauloises de la mesa de noche para ponerme a mirar el estacionamiento en calcetines. Esa era exactamente la razón por la que había llegado a Francia: encontrar mi camino. 


     Nunca supe dónde había pasado Sofi la lluvia, dónde se había refugiado, dónde  la había encontrado, pero apenas hoy estaba volviendo a pensar en eso y me digo que no fue a ninguna parte; que esperó a que escampara en la entrada de mi edificio cruzada de brazos, mascando chicle como una endemoniada (uno de esos chicles de canela que siempre agarraba sin permiso de mi escritorio),  leyendo mi nombre con rabia en el buzón de correspondencia para matar el tiempo, porque allí estaba: "Daniel Castillo Pérez. 489.  Route de Mende, La Radieuse",mi propio buzón de correspondencia: el buzón de un adulto! (Pincheee pendeeeejooo cabroooón). 


     Nunca le di la contraseña de la entrada principal para que no pudiera entrar sin mi permiso, tocarme la puerta y esas cosas desesperantes que pudo hacer alguna vez que encontró el portal abierto,  pero allí, esa tarde, adentro, en el vestíbulo, fue que se le ocurrió la estupidez de llenar mi buzón con cientos de cartas escritas a mano que hablaban de nosotros dos en el tiempo, hasta rebalsarlo de papeles histéricos. 


A lápiz: ¿Guapo te empiezo a aburrir? ¿Guapo te empiezo a cansar? Dime la verdad. Guapo esta mañana he pensado en ti. Me desperté. Hice unas tostadas con mantequilla y me reía pensando en ti. Luego estaba en clase, sabes, y escribí tu nombre en un papel, en mis cuadernos! como una niña pendeja del instituto. He pensado que tal vez te quiero, ¿sabías eso?-  y era lo mismo que me dijo esa última noche en el balconcito de los gatos sin dueño.-Dime, dani. Solo dime la verdad, ya me has roto por dentro, ¿te he llegado a gustar?- y puso esos ojos mexicanos re tristes que solo a veces veo cuando cae la tarde: CUANDO EL SOL SE VIENE DESDE EL TECHO Y LANGUIDECE BOCA ARRIBA"¿Dani me has llegado a desear? ¿Sabías que dejé muchas cosas por ti?"


(Sofi, tú y yo durmiendo juntos en aquel somier que se partía por la mitad sigue siendo algo grande para mí, no creas que puedo olvidarlo. Tampoco el vino en la baranda, ni la cerveza con espuma de durazno, mucho menos tus ojos cafés brillando bajo la luz endeble de aquella lavandería. Eras mucho mejor de lo que yo te enseñé aquel tiempo que eras). 


Pero el estacionamiento es como esta mañana, es lo que intento decir, cuando apenas empezaban cosas que iba a querer.  Cosas emocionantes /COSAS IMPORTANTES SOFI LINDÍSIMA/ cosas que un día dejé de tener para ir en busca de más. (Perdón por arruinar futuros que quisiste tanto. Aunque esta disculpa no llegues a verla, perdón por quedarme con una parte de tu vida).




PD:

() Hace algunas noches me puse a recordar con los ojos cerrados aquel gatito francés que adoptase. Cabía parado en mi mano, el gatito, te acordas tú de eso? Una belleza. ¿Todavía lo tenes? solo me acuerdo que me seguía a todas partes y que a ti te fascinaba que me hiciera caso ¿Te acordas que se metía en la cama con nosotros adentro y lo mimábamos hasta que se quedaba dormido, ronroneando en medio de los dos? Decías que solo lo hacía cuando yo llegaba a tu apartamento, que solo se portaba bien cuando yo estaba allí contigo y amabas que me quisiera tanto, cuando me quedaba a dormir y las noches eran muy buenas y muy sencillas y muy quietas, sofi.  Te  daba risa: la risa de una madre. Nos besabas a los dos en la cabeza.


¿Qué pasó con el gatito, Sofi? ¿Aún vive? Me da mucha pena no recordar su nombre.




    Escucho el agua rodar por el techo. Tuvo que haber llovido muchísimo  esta madrugada, pienso. Una barbaridad. Tal vez en el breve pedazo que dormía, un segundo y medio después de quedarme cuajado con una canción tristísima de Dylan y el humo de un Rubios que se quedó flotando en las cortinas. 


    Pienso un rato más sobre lo último que pensé acerca de Sofi: el tiempo que  nos vimos, el tiempo que pasó. Cosas que ya no tengo (Pérez Cabello despojado de cosas enormes para amar).Cosas que quise, cosas que empezaste a adorar, dani, en verdad, justo cuando planeabas dejarlas.  Cosas que pierdes y sonríes. Cosas que acaban en una conversación extraña, a veces una llamada telefónica (siempre una llamada telefónica; el teléfono sirve para eso: decir adiós sin tocar nada), mientras caminas y orinas por ahí con el teléfono prensado entre el hombro y la oreja, escupiendo en un celular de noche mientras piensas en esa última tarde que la viste, a esa mujer que adorabas y ahora solo la escuchas por teléfono para despedirla, sabiendo que quedan segundos de su voz para ti en el oído. Se dicen cosas llenas de pausas mientras limpias todo lo que hay en el coco para verla:  la última noche que la tuviste desnuda frente a ti, dani, buscando sus calcetas en el cuarto. "Dos calcetas súper chiquitas, dani. //Me falta una//", y su risa re tonta cuando levanta la sábana y asoma su pelo para buscarla. "¿No la viste por ningún lado, verdad que no, dani? -y se agacha para ver bien bajo la cama- "Estoy segurísima que la tiré por acá sabes", dice señalando estúpidamente con el dedo hacia cualquier parte del cuarto. Ahora le ves los pechos y las piernas desnudas con total impunidad, ya cuando todo ha terminado//. La observas todavía después un poco más, andando desnuda hasta el baño, dándose la vuelta mil veces para que no vieras con tanta claridad su trasero. 


(Nunca más va a buscar su ropa frente a ti, dani, nunca más va a acariciarte el pelo,  nunca más sus ojos tan cerca de los tuyos, ardiendo, nunca más su trasero! Siempre hay un último vistazo a la belleza. ¡Ese es el más importante de todos!)






Dani, niño popó, la lección de tu vida podría ser perfectamente esa, decís gritándolo adentro del baño, con esas palabras y todo, escupiendo el agua de la regadera que te baja por los labios: las cosas siempre acaban, y los finales son mejores que los comienzos. Los inicios solo sirven para que los finales tengan lugar, ¡para que la historia tenga lugar!, eso fue exactamente lo que le dije a Sarah viéndole la cara inflamada de whisky en las escaleras de aquella casa que compartimos en España. Era la cara más bonita que había visto nunca y ahora allí la tenía enfrente, a punto de abandonarla para siempre. “Sarita sos preciosa. Sos la persona más importante de toda mi vida, te he querido tanto, y te quiero tanto que solo quiero que te vayas. ¡No puedo escribir nada de ti si todavía te tengo!” 


(Sarah es el año 2021 y todavía te pienso. Todavía me da risa lo que nos dio risa una vez, en el 14. Arranques idiotas de carcajadas, arranques idiotas de locura). La madrugada que te resbalaste desnuda en la tina  del baño volviendo de echarnos un nado etílico en el Tormes, descongelándonos las piernas luego en el agua caliente de la regadera después de casi morir ahogados. Tenía la panza hinchada, llena de todo el agua turbia del embalse que tragué intentando sacarte hacia el muelle. Hasta podíamos escuchar el agua revolviéndose en mi estómago cuando me daba la vuelta en la cama, como una botella de vino!


  /Algunas cosas son tan claras aún que aprieto los puños en la sábana. Saco la lengua y quiero volver a sentir algo fuerte: estar en problemas: estar contigo, Sarah. Estar juntos//. La noche que le di una paliza a aquel italiano en Salamanca, ¿te acordas bien de eso? y me dijiste que habías visto muchas peleas en Lincolnshire, cientos de peleas en Lincolnshire (a los ingleses les encanta darse verga, tirarse riata con las manos), pero nunca habías visto que le pegaran un puñetazo tan fuerte a una persona  como yo le pegué a ese italiano en la cara.  Pasaste meses diciéndome que lo había puesto a dormir sobre el asfalto empapado de la Gran Vía y te ponías a imitarme dando golpes al aire, saltando en la cama, haciendo como que caías desmayada mil veces después de un derechazo. Te hacías la muerta pero siempre acababas riéndote a gritos cuando me acercaba como un gato a olerte el cuello y besarte la barbilla. DESPIEEEEEEEEERTE SARITAAA DESPIEEEEERTEEE.


Me preguntaste mil veces qué se sentía eso, cuando salías de bañarte y te secabas el pelo despacio con una de mis toallas: estar en una pelea, dani, y sentir la cara descolocada del otro tan cerca de la tuya, danyboy,  que podes olerla mientras brama como un toro frente a ti, y solo sabes que te estás tirando las manos con alguien que quiere hacerte daño, alguien que quiere matarte.   Y yo solo te dije que los italianos no sabían nada de cómo estar en una pelea, "nunca podes confiar en la calma aparente del otro -le dije-, nunca nadie puede confiar en mi tranquilidad, sarita preciosa, nunca. Nadie. Te lo prometo. He soñado tantas veces con el peligro que lo he querido tanto como tus piernas y tus besos y tus cosas! Solo hablas y te pones idiota si puedes hacer lo mismo con las manos, sarita, si has pensado mil veces en estar en una pelea. 


-Sarah me escuchaba. Siempre con mucha atención, con mucho cuidado, como si luego quisiera subir en calcetines a la buhardilla de la casa 21 para anotar en secreto todo lo que le estaba contando. De todas las cosas que hicimos, lo más tranquilo siempre fue verla escucharme.


-Las palabras tienen que estar siempre a la altura de tu locura, Sarita, solo de lo que sos capaz de acometer.. ". Si no es así le estás robando al lenguaje lo más valioso que tiene, que es la verdad.


 (Esa noche de la pelea en Salamanca tenía la mano derecha quebrada, eran las 2 o 3 de la mañana, estaba acostada conmigo en la cama y seguía acariciándole el pelo).


La gente que más quise en el mundo es la que me admiró haciendo lo malo, sarita. Eso lo aprendí estando contigo. Para querer a una persona hay que amar especialmente lo malo. Es en lo bueno que las personas mienten, que las personas se engañan. Tú sabes todos los secretos de este cuarto porque ahora también ha sido tuyo, y me has escuchado durante horas y eso te encanta: la verdad. El desorden y el vino. ¿Cambiar a un hombre? te lo dije una vez, hace muchos años, en San Sebastián, eso es encerrarlo, sarita, NEGARLO, como enjaularlo en aquel calabozo que conocimos en Guernica! -


Me ponía de pie para salir al pequeño balcón que teníamos para asomarme hacia la calle, te acordas? Y me daba la vuelta para decir casi gritando que las personas, igual que los perros,  NUNCA SE PONEN EN JAULAS. Eso también lo aprendí estando contigo).  


¿Todavía tenés ese olor de almendras en el cuello? ¿Tus abrigos todavía huelen a nuestro pelo? perfumito suave de adolescente, perfumito suave de aventura? A veces, Sarah, A VECES, algunos días, algunas noches de viento, no me preguntes cómo, ni de dónde, pero de alguna parte del mundo,  de alguna parte de lo que vivimos, DE TODO LO QUE HICIMOS, sarah, viene tu olor. Perfumito suave de locura.




( ) ¿Cómo es que me dijo alguien hace poco acerca de las relaciones que no funcionan y las rupturas, una jodida deprimida del Jet Set guatemalteco que hablaba deliciosamente tonto y caquero? 


-Daniel una persona siempre se empieza a despedir antes de tiempo, ¡cuando la otra pobre ni siquiera lo sabe! 



¡Hasta en otra vida Sarita Preciosa! vas a estar siempre en mi cabeza.






-Dani cuéntame algo, lo primero que se te ocurra, lo primero que te venga en mente. -me dijo Esther esa noche recién llegado, abriéndome el Balcón de su apartamento de Salamanca para que pudiera fumar. 


-¿Qué cigarros son esos?


-Son Rubios, Eshter, así se llaman, Rubios rojos -le dije- Los traje de Guatemala, no los podes conseguir acá.-


Era el año 2018 y le estaba hablando a E de cigarros que compraba en Guatemala. Allí estaba: el reencuentro que creí que nunca ocurriría. Esther y yo, las mismas personas que se gustaron, las mismas ganas que habíamos sofocado hace años con toneladas de arena, distancia y mucho silencio de mi parte. Ahora ella distraía sus nervios mirando el paquete blanco de Rubios rojos que tenía en la mano. Quiso agarrarlo y se lo di un rato para que mirara, para que nuestro reencuentro no fuera tan vertical y agresivo. Se lo llevó a la nariz y olió los filtros apretados en fila. "Qué gussssto, macho. Qué gusssssto".


-¿Son buenos estos? - .preguntó


Sonreí como si estuviese viendo a una niña pequeña.


-Los mejores, Esther. Son los mejores.


Encendí un cigarro en esa ciudad después de 4 años de no estar allí. Casi como la noche de los bautizos de la Universidad de Salamanca con los antiguos de segundo año llenándonos la boca, los zapatos y los ojos de vino, obligándonos a beber y bailar en la calle como esclavos. Allí estaba, fumando en Salamanca de nuevo, soplando el humo en la cara del tiempo.


-Hace tiempo que no fumo, Dani, lo sabes bien, dejaría de poder correr,  pero qué cojones, no sabes el gusssssto que me da verte fumar.


Sonreí de nuevo. Siempre decía lo mismo cuando me veía fumar en el 2014, pero no estaba seguro de si ella se acordaba de eso. Cada vez que encendía un cigarro y descubría que me estaba mirando, solo que ahora había pasado cuatro años sin escucharla decir eso, sin que me viera encender un cigarro frente a ella y pensé en la última vez que nos vimos en Burgos, cuando reservamos aquel hotel de lujo en las afueras de la ciudad y  volvimos inservibles después de mirar borrachos durante horas la catedral. 


He soñado tantas veces con esa catedral Esther, que no me creerías si te lo digo: el detalle con que recuerdo a veces las cosas que pienso, 'no podrías imaginarte cuánto! las luces amarillentas y la capilla mojada donde el Rey Alfonso VI juró al Cid Campeador que no había matado a su hermano. Nos quedamos re tontos por el vino hablando de esas cosas porque, te dije, UN REY SOLO SE OBLIGA ANTE DIOS y ese era un episodio precioso de la historia de España. Un rey obligándose frente a un hombre a decir la verdad,). "Qué gusssto verte fumar, dani. Qué gussssssto, macho". 


-Anda, no te hagas el sueco, cuéntame una historia de las tuyas -dijo-. la primera que te venga en mente. No vale pensar.


Fumé largo. Desde su balcón se miraba la facultad de derecho de la Universidad de Salamanca, un edificio oblongo con ventanas reflectantes de colegio al que nunca quise entrar por estar huyendo tanto de mi vocación. Me quedaban muchas cosas que ver y aprender todavía (mucho tiempo para estar afuera de esas aulas antes de poderme encerrar en ellas con tranquilidad, Esther lo sabía bien. (Pronto voy a ser abogado, Esther, te lo prometo ¿sabes qué? el más bravo de todos). 


-Algo, dani, cuéntame algo, anda.


Hice caso y solo dejé que saliera lo primero, como una exhalación.


-Estuve con una Miss Guatemala en el 2016, Esther,-le dije sin pensarlo, en automático, fue lo primero que salió de mi boca.- Cuando me fui de Logroño para volver a guate. Había pasado tanto en mi vida, Esther, TANTO, tú lo sabes bien, mejor que nadie, pero luego, al irme de vuelta y creer que todo lo bueno se había terminado para mí,  siguieron ocurriendo cosas enormes encima. Cosas muy importantes, eshter, que ni yo mismo esperaba-.


Ella se acordaba bien de todo. Cuando dejé España diciéndole que me iba solo un mes a Guatemala y nunca regresé.  Cuando me escribió desde mil partes del mundo para decirme que me extrañaba y que pronto se iría a vivir a México, que vendría a Guatemala si eso es lo que yo quería, para que hiciéramos un último viaje. "Dani puedo sacar mi doctorado en Ciudad de México, si es lo que quieres, poder estar cerca. Viajar, reírnos, comer de puta madre. Beber. Conocer todas las playas del mundo, macho. Despilfarrar, acabar con la pasta. Meternos hasta el fondo de todas las cosas hermosas que hay.". Esa noche en Salamanca la lastimaban mis palabras.


-Miss Guatemala era bastante menor que yo, Esther -le expliqué, y en sus ojos vi por segunda vez en la vida, la rabia-.


Ahora yo hablaba proyectando imágenes del 2016 detrás de mis párpados, que volvían cinco minutos a Centroamérica, a la silueta de Miss guatemala bajándose de la camioneta negra de su madre frente a mi casa, parquéandola re mal y sonriendo nerviosa cuando le abrí la puerta para que entrara.


-Ella nunca había estado con nadie, me lo dijo cien veces con la voz quebrada, esther: nunca me han visto desnuda, Dani, nunca me han visto como tú me viste esta tarde y el corazón me está yendo a mil. - Sonreía y me enseñaba sus manos pequeñas para que viera que temblaban. Qué lindas palabras esas, ¿no, Esther? ¡Qué suerte poder escucharlas! las mejores palabras que puede oír un hombre, sin lugar a dudas: "Nunca he estado con nadie, dani. Nunca me he desnudado frente a nadie". Eso solo se puede decir una vez en la vida, Esther. Una mujer sin intimidad, quiero decir, dura solo un segundo-. 


Fumé largo y me quedé un rato estancado en eso que dije, como si nunca lo hubiese pensado antes, hasta que se lo dije a Esther esa noche sin pensar: "una mujer sin otras personas que recordar en la cama es como.. como... sí! un lote en la luna, ¡como una revelación! una persona escandalosamente valiosa".


-La tuve en mi casa, Esther, la casa de toda mi vida,  que también fue  la de mi infancia. La ocupé unos meses yo solo cuando mis padres vivían afuera y allí estuvo ella conmigo, en mi propio cuarto, una tarde que oscurecía suavecito en las ventanas, la Miss Guatemala que preguntaba por todo. "¿Qué sientes, dani?  ¿Te gusta cómo me veo? ¿Dónde quieres que me ponga? ¿Así está bien? ¿Te parece bien así? Ya en serio, dani, ¿Cómo me veo?! -y se volteaba de espaldas mil veces para verme y que la viera con los ojos en llamas, preguntándome cuál sería la mejor posición para perder la virginidad-. 


La desnudé tan despacio, Esther, que podíamos escuchar todos los ruidos imperceptibles de afuera, los más pequeños y raros: la ropa deslizándose hacia afuera, mis manos peinándola detrás de la oreja y la sábana encogiéndose con nuestro peso. Sabes algo? solo quería tomar una silla de oficina para sentarme a mirarla de cerca un buen rato, ¡como su propio dentista personal, Esther!  quedarme viéndola bajo la luz de la lámpara antes de acercarme a sus muslos erizados y sus pezones pequeños-.


Le di otro par de caladas al Rubios pero a Esther ya no le daba tanto gussssto verme fumar. Me devolvió la cajetilla, que ya no le interesaba. Soplé el humo y lo vi alejarse a la altura del apartamento, hacia el sur,  hacia donde debía estar el puente romano,  las mil doscientas veces que lo crucé de madrugada, el barrio gitano, el bar donde mirábamos los partidos del Madrid con Sarah (yo mismo le enseñé la importancia del Real Madrid y, más importante, a ser  siempre del Madrid), la Calle Larga, la mismísima casa 21 con su campana de bronce y los mismos sillones beige donde había tenido a Sarah conmigo viendo algo tonto en la tele: el sitio donde acumulé tanta riqueza. Pensé que esa misma noche, allí dentro, en los mismos espacios, camas y cuartos que conocía de sobra, en los mismos sillones beige, aunque estuvieran todas las luces encendidas y siguieran estando los mismos muebles que habíamos usado con Sarah, ya no había nada importante adentro. Los importantes habíamos sido nosotros, pero ya no estábamos. Así era la vida, Dani -pensé-. Las cosas duran lo suficiente como para llegar a quererlas. Después se van. Después te vas.


-Hace tiempo que no vivo en la ciudad, estoy al norte, Esther,  escapado en un municipio que se llama Cobán pero a veces pienso en esa niña, Miss Guatemala, y en las fotos que sacaron de ella en el periódico con su corona y su ramo de flores cuando ganó. Vi la premiación por la tele en un centro comercial de Cobán mientras comía Taco Bell con un vaso gigante de pepsi, y en la mesa de al lado, dos gordos despatarrados en las sillas hablaron de ella como de una celebridad: mujeres deliciosas de la capital, decían; culos deliciosos de la capital, porque esa fue la expresión que usaron esa noche para decirlo: culos riquísimos de la capirucha, y quise contarles que yo la conocía y todo, a esa Miss Guatemala de la tele, lo mismo que te estoy contando ahora, Esther, esta noche. Pero no les dije nada, solo me reí y dejé pasar la oportunidad. "Le comería el culo"-dijo todavía uno de los gordos antes de que se dieran cuenta que los estaba mirando, que los estaba oyendo.


-Vivo en una cabaña ahora! Vivo en medio de un bosque ahora. Las noches son tan lentas ahora, Esther, tan oscuras y quietas ahora que podrían cagar del miedo a cualquiera. ¡Vivo en medio de la locura ahora!).


Arriba estaba el cielo más despejado que vi en toda mi vida: las estrellas al descubierto y un brillo borroso de galaxia al que no encontré ningún parecido. Nadie más vio el cielo  de esa noche como yo lo vi, podría apostar mi mano estallada, era lunes o martes, muy tarde ya para la gente ocupada, pero estaba más limpio que el agua quieta de una piscina. No quise decirle a Esther que mirara. El cielo, igual que todas las cosas que me dio ella en el 14, seguían siendo mías.


-Estar con una Miss Guatemala es diferente, Esther, es lo que intento decirte por hablar de cualquier cosa sin pensar, como me pediste. ¿Crees que sea una buena historia para contar a mis hijos cuando sean mayores? ¿A mis nietos? Que estuve con una Miss Guatemala y esas cosas de los años valientes ¿Crees que valga la pena eso? Ser un abuelo que solo habla de mujeres con sus nietos porque las mujeres le ayudan a recordar su propia vida. Sabes qué pienso yo? -y me crucé fuerte de brazos frente a ella para acercarme a dos centímetros de su fleco, de su naricita, de sus pecas, mirándola a las pupilas-. Debe ser muy difícil recordar algo, UNA VIDA HERMOSA, una puta noche preciosa, sin una mujer a tu lado-.


Tiré el cigarro a la calle, la colilla chispeó al bajar todos esos niveles sobre los que estábamos parados hasta oírlo golpear el asfalto.  Esther siguió allí, sin decir nada, pensado, quién sabe, en encerrarse en alguna parte y llorar maldiciéndome. Lamentar el tiempo que me alejó de ella para siempre. Ahora yo no era la misma persona que había probado suerte en la Universidad de Salamanca y estaba adentro de su apartamento como un intruso. Es lo que hace el tiempo.

 

-Miss Guatemala no sabe que vivo en una cabaña, Esther, hace rato que no contesto sus mensajes, pero a veces me extraña, lo he visto cien veces en mi teléfono. No sabe que estoy en España en este momento, para que te hagas una idea de lo escondido que estoy, o que he visto tantas cosas en la vida que si le cuento algunas, solo algunas Esther, igual no producirían ninguna imagen en su cabeza. Tampoco sabe que la pienso, Esther, que me ha excitado lejos de la casa donde estuvimos juntos aquella tarde. Pero te digo algo más importante que todo eso -dije señalándola con los dedos que ahora sujetaban otro cigarro, el filtro de un Rubios nuevo, recién salido del paquete-: Miss Guatemala no sabe que una primera vez es el regalo más hermoso que puede darse a un hombre.


Esther apretó los labios mientras me escuchaba terminar. Parpadeaba rápido como para disimular la expresión de ira que tenían sus ojos, sus manos en la cintura súper crispadas. Ella me había regalado mucho también: un anal en la parte de arriba de su casa que la puso a gritar como cerda cuando cumplí los 20 años, su primero y último. Ahora estaba hablándole de comienzos a alguien que ya estaba en el final.


-La odio -dijo-. Mira lo que haces dani, joder. Odio a esa tía y ni siquiera la conozco. Eso es lo que querías, verdad? Joderme pero bien. Pues lo has conseguido, macho. Felicidades. Menudo mal humor el que me has puesto. Madre mía. -


Se iba y regresaba con una mano en la frente-. ¿Es que eso es lo único que se te ocurre decir después de 4 años de no vernos, dani?! que te has liado con una Miss Guatemala?! pfff, qué tío! -y se fue resoplando hasta la cocina-. Manda huevos, macho. Manda narices -la escuche farfullar sobre el lavatrastos. 


Fui con ella hasta donde estaba para abrazarla por detrás. Le di un beso en la oreja cubierta de pelo. Era el mismo berrinche que hizo cuando entró en el apartamento que compartía con Joan frente a la biblioteca Torrente Ballester y nos encontró bebiendo whisky con unas chicas jóvenes del conservatorio de música. 18 o 19 años y ella... ella no recuerdo la edad que tendría. Pero llegó a pelearse con esas niñas del conservatorio en un ataque horrible de celos para nunca olvidar.   Jodernos la noche, porque es justo lo que hizo esa vez. Asuntos que ya ni siquiera  interesan, Esther, si me dejas decirlo. He descubierto que la vida se repite mil veces a sí misma, y que lo que está detrás también queda adelante.


-Tenía tantas ganas de escuchar tu voz, dani, - me dijo tomándome de la nuca, sin voltear, cuando me acerqué por atrás y cerró un poco los ojos.-, tantas ganas, macho (empezó a susurrar y a mover su trasero contra mis pantalones), tantas ganas, dani... Había soñado mil veces que venías de sorpresa a visitarme, que me hablabas como solo tú hablas de las cosas que te gustan y me sales con estas chorradas ahora, justo cuando entras en mi piso y me apetece tanto beberme una copa contigo. Manda narices, macho. Miss Guatemala de los cojones, tío.


Esther se apartó y abrió la refri. Se quedó mirando el interior como si buscase algo que no estaba buscando, sus ojos brillando desorientados en La Luz eléctrica del fondo. ¿Qué habrá estado pensando? -descubrí que ya no me importaba.


-No molesto más, guapa, te lo prometo. Voy a darme una ducha y me voy. Gracias por todo.


-Son las dos de la madrugada, dani -dijo cerrrando la puerta de la refri.-


-Hace 24 años que son las dos de la madrugada.





(Fuiste una rubia preciosa, Esther. Quise tanto tu pelo que me quedaba viéndolo en la almohada como un gato entretenido con algo: lamiéndose las patas. Nunca he visto un pelo como el tuyo. Ni siquiera miento cuando lo digo. Estoy cansado y digo la verdad. Sos una  celta preciosa y en el 2014 habría podido pasar días enteros viéndote las pecas en la suave luz de la ventana. (Cuando te fuiste la primera vez que estuvimos juntos en aquel museo del automóvil, cuando nos besamos a media exposición y luego fuimos a mi casa y salí en medio del frío a despedirte en calcetines y decirte adiós con la mano, no podía creerlo.  Verte marcharte en tu descapotable gris en medio de toda esa neblina cuando a mí aún me temblaban las piernas del gusto. Haber estado contigo. Cuando subí a mi habitación a investigar las horas pasadas y allí estaba todavía tu temperatura y todo tu olor enlatado, en mi propio edredón!). 


"Hoy vine a encontrarme con el pasado, Esther, solo eso; ya no me interesa tocarlo. Solo quiero verlo por última vez como en un museo de mi propia vida, ¡como aquel museo del automóvil al que fuimos hace años, esther, para encontrarnos! No quiero arruinar nada, no quiero desgastar nada, ya no tengo la edad para tocar nada: arañar lo vivido con la mano (eso le correspondió a otro dani, al gran Pérez Cabello cuando salía por allí buscando problemas: buscando cosas como las que me diste una vez, Esther, cosas parecidas a la vida. Cuando te manejé el descapotable gris una tarde hasta Madrid por las carreteras rápidas de peaje y jugamos pádel en un parque de Chamartín y bebimos en un rooftop súper pijo del centro y  nos pusimos a hablar estupideces con un junkie calvo de Aranjuez en el metro de Plus Ultra;  cuando dormimos largo y tendido en tu apartamento del séptimo nivel como dos adultos acostumbrados a eso: fumar en las ventanas, bostezar, apagar la lamparita y dormir con las cortinas bien cerradas). Dentro de dos noches tomo un tren y me voy para siempre de estas cosas, Esther. Promesa de nunca volver. Viajo a Eslovaquia, hacia las cosas nuevas. Lo que me hizo tanto bien hoy me hace daño).




    Me rasco la cara recién dormida. Una barba rala que pincha. ¿Qué hay para vos en estos días, pérez cabello? Acaso solo mujeres que llevan días llamando para preguntar por qué jodidos no contesto el teléfono. Por qué es que no quiero verlas. Mensajes punzantes que dicen, después de varios signos de interrogación,  ¿Cómo es que un día dejamos de ser importantes, daniboy????????! ¿Acaso no te brillaron los ojos la primera vez que nos vimos? cuando te acercaste a decir todas esas palabras que nunca terminaban.


 (Escribían y borraban mil veces lo que tecleaban en sus teléfonos de pantallas gigantes). 


"Nunca te asusta empezar a hablar con las personas, dani. Eso te encanta. Es algo tuyo. Decir hola cuando ves una oportunidad, cuando es el primer hola de todos los que das. Te mueres por preguntar por los nombres, cómo suenan en la cabeza y esas cosas de las mujeres que te chiflan. Eso te alimenta como a un lobo. Desde allí sabes si será algo importante o no: algo bueno para escribir o no. Cuando viniste acá por primera vez, por ejemplo cerquita, a compartir un rato tu voz, porque así te sentías, Dani lindo, deslizándote suavemente en la oreja, cuando cruzaste el patio con una cerveza y me hablaste viéndome a los ojos. Una voz ronquita de leche condensada, y miel, y azúcar, y muchas desgracias.  ¿Qué pasó, Dani? ¿Es que no estabas a muerte con todas las cosas que hicimos?! ¿Es que ya no te muevo a nada, D, ni a tomarte una botella de vino conmigo, como los primeros días,d ni a decirme guapa y esas cosas que me encanta que me digas, como esa vez que nos conocimos d, la recuerdas?  ¿No era eso lo que querías? Vivirnos a tope. "Reventémonos vivos, guapísima" No era eso lo que siempre decías?  Queramos el rato. Solamente eso, amor de una vez, el rato, las mil y una noches ahorcadas, bonita. El amanecer que viene siempre, todos los días, lo jurabas por tu madre y te acercabas para echar un vistazo a las cosas que te encantaban, diciéndolo: "en esa ventana chiquita de allí mira" (y la señalabas con la puta mano, dani, con tu puta mano deforme) para que viera todo lo bonita que era, esa ventana de la cocina donde vimos tanto. Y de repente ¡pafff! nadie te encuentra por ninguna parte de la ciudad. La luz de tu apartamento hace rato que no se enciende  ¿Sigues vivo por allí, dani boy?"


Cuando me preguntaban en persona, cruzadísimos en un centro comercial, un supermercado, una fiesta de cumpleaños o en un restaurante tranquilo del centro, me quedaba callado, fumaba para ocuparme en algo. Ensayaba palabras en la cabeza. Mi respuesta real debía ser esta:


"Las mujeres solo tienen poder antes de hacer el amor. La gente solo es importante algunas veces. Algunos días. Sobre todo antes de hacer el amor. Una mujer solo puede conservar a un hombre privándolo de hacer el amor. Es allí donde termina el deseo, donde acaba el encanto, cuando la usurpación de los frutos matrimoniales ya se ha consumado". 


Una mujer no puede asegurar querer desesperadamente casarse con un hombre (como objetivo fundamental en la vida) y tener una familia bonita, si ni siquiera pudo guardar su virginidad como un regalo precioso para los nenitos que venían en el futuro).". En lugar de eso  decía: "he estado tan ocupado, Asia linda, tan ocupado que solo quiero beber un vaso enorme de tinto y dormir. Dame tiempo de arreglar esto , ¿sí?  Dame tiempo de componerlo todo. Te quiero sacar a cenar. Te quiero sacar a México! Quiero verte al final de todo esto. Quiero tenerte en una noche (mirando por la misma ventanita pequeña de la cocina que le enseñé la noche que se raspó la rodilla en la entrada, para consolarla)....Sí..., muy parecida a esta.-


Esa mujer sabía mirar histéricamente a los ojos para decir (exigiéndolo mucho) ¿CUÁNDO?


 -¿Mañana?- no mañana no puedo, Asia preciosa. Imposible. Mañana me voy a buscar una locura. ¿Sabes qué? la última de todas.  Salgo lejos a hacer una estupidez. Sí, mjm, obvio ( decía moviendo la cabeza afirmativamente como un imbécil para no impacientarla), Te lo juro por  Dios. El último golpe. Regreso vivo en tres  o cuatro días, eso es seguro. Después te llamo para contarte todo. ¿Cómo decís?... Sí sí, Esta noche duermo en Quetzaltenango sí, en xela, Asia linda, en Xela. ¿Qué? Ahora mismo?... Imposible, no puedo bajar. No puedo abrirte. En un rato cargo el pickup y salgo de madrugada. ¿Sabes qué? Quiero llevarte al cine. Estuve leyendo (y me la llevaba a otra parte): hay una película en cartelera de dos viejos que van en busca de su propia infancia. Alquilan una cabaña a la orilla del mar y se ponen a recordar lo que fueron de pequeños allí, cuando el mismo sitio era un sitio diferente, lleno de mujeres que en ese tiempo eran adolescentes y ahora estaban muertas. ¿Te dije alguna vez que casi todos los besos que di de pequeño fueron en cines? Quiero besarte tanto adentro de un cine!



     Pero el comienzo del día siempre es el mismo, es lo que intento decir desde que empecé a escribir esta entrada. Lo he visto arrancar mil veces desde una colina o un precipicio verde de Asturias, Sintra o Todos Santos Cuchumatán, mojándome la vista y un par de tenis desamarrados. No podes equivocarte en eso, Pérez, no podes fallar, lo has visto tanto ocurrir sobre tu cara! Personas, perros, autobuses, un puñetazo en la nariz o un saludo amable de buenos días  hacia la peluca nauseabunda de un recolector de basura que se sube los pantalones para correr atrás de un camión. Camiones amarillos, Paoita linda!!! Camiones amarillos con líneas verdes. Camiones tirando diésel hasta la veeeeeerrrrga.





    Antes fumaba a esa hora desde la mesa de noche. Recién levantado. Rubios rojos. 6 o 7 de la mañana, cuando todo estaba en calma, y me volvía loco el olor del café echando humo en la cafetera. Pérez Cabello en Xela metiendo un vergo de café en ese aparato sencillo con filtro lavable y recipiente ancho de vidrio, café negro y grueso para infartar a un caballo. Café grueso para pensar. Café grueso para saltar de las persianas. Encendía la regadera y salía en calzoncillos a mirar por la ventana mientras el agua hervía en el baño y se calentaban las paredes viejas adentro.  ¡Vaya si no salía vapor de aquellas paletas de vidrio ahumado tristísimas que tenía entonces!, hacia una vecindad más triste todavía, que era el barrio La Cumbre!, la pared medianera y el espejo que se empañaba mientras me veía fumar en el reflejo sin camiseta, sonriendo. Sonriéndome.  Haciendo una mueca de euforia y una ventanita de barco para verme el rostro hasta el final. ¡Que alguien diga si no daban ganas de cantar algo esas mañanas! ¡Que alguien diga si no daban ganas de estar en problemas! ¿Cómo era eso que sonaba mucho en la cabeza, dani,  aquellos días? Spanish boots of spanish leather, de Dylan? ¿Eso era? La parte que dylan le escribe a una mujer que se ha ido lejos, a España, y le dice


There's nothing you can send me, my own true love!!!
There's nothing I'm wishing to be owning!!!!!
Just carry yourself back to me unspoiled
From across that lonesome ocean


     Esa parte: "JUST CARRY YOURSELF BACK TO ME UNSPOILED" (QUE VUELVAS A MÍ INTACTA), todavía, algunas noches, me hace soñar. ¿Cómo es que una persona no se arruina cuando la dejas y viene otra a ocupar tu lugar? Varios pisos de intimidad cruzados para siempre por otros zapatos. Siempre me dejan de interesar esas mujeres, sabes sofi?  (le decía fumando, mirando al techo de Montpellier lleno de bruma, aunque fuéramos solo unos niños en realidad) Siempre me llena de asco que alguien después se deje desnudar por otro, la misma mujer que amaste de verdad cuando lo hicieron y se colocaron una buena y se pusieron un rato a mirar achispados por la ventana, aunque no exista ningún derecho de exigir algo distinto! Se la tenías adentro en un momento, a esa mujer, viéndola a los ojos al penetrarla, y la amabas al punto de decírselo cuando se la tenías adentro, "la amo mucho, mi amor linda. La amo demasiado", y la oías respirar agitada en tu oreja,  pero dejas ese lugar y ella encuentra otras formas de repetirlo con otra gente, porque su necesidad de amor y apreciación es insaciable, porque su deseo de evitarse a ella misma es supremo, aún cuando todas las historias se han cruzado para siempre en su camino. Aún cuando todos los hombres le hacen daño.


    Una mujer siempre está en busca de alguien, sofi, siempre intentando dejar de estar sola porque eso la destruye, la deprime, la vuelve loca. Porque no se soporta. De ahí que el tiempo que dejas a una persona importante sea la intimidad que acumula con otro.  Así es como el hombre encuentra espacios enormes para mentir y negociar tramposamente con el sexo, prometiendo lo que haga falta (prometer hasta meter, decían los españoles de Segovia en el 2014), dejándolas tiradas después en gasolineras, marcelitaaaa: lo cambian por un poco de afecto, por un poco de atención y cariño dramatizado, que al cabo no les cuesta nada ofrecer. El hombre amenaza mil veces que se irá si no le dan intimidad, sin ellas saber que la única razón por la que los hombres siguen allí porque todavía no se las han dado! La misma razón por la que amenazan es por la que luego se irán!


No se puede prometer conservación en el tiempo, las niñas no pueden guardar para siempre sus días virginales, sus primeras veces, que cuestan solo un momento. Las mujeres "spoileadas" son cada vez más, cada vez más personas apretujadas en la intimidad de otros, al punto  de que ya solo repiten las mismas cosas una y otra vez, una y otra vez, hasta que todo es lo mismo: una ensalada de orales y cigarros en la cama. 


Un viejo chapetón de brazos peludos de Zacapa me dijo una vez echando gasolina en Río Hondo, cuando viajé como loco por todos lados del país a encontrar algo importante: "O llega rápido, compadre, o llega solo a remover el atole -sin que le preguntara nada-. Así es como son todas esas gallinas corridas: las machuca quien las halla! Llegue antes mi estimado, o nunca llegue...". 


Es tal vez eso lo que me impide volver con una mujer, sofi, volver de verdad, quiero decir. ¿Sabes qué dice Michael Corleone en una parte conmovedora del Padrino (la tercera, mi favorita), ya cuando todo está para irse a la mierda para él? Dice:   "tus enemigos siempre se hacen fuertes en lo que abandonas" "your enemies always get strong on what you leave behind", lo tengo grabado en el cerebro.






    Me metía al agua hirviendo con el cigarro todavía encendido en la boca y lo tiraba en el lavamanos cuando la colilla empezaba a quemarme los dedos.  (El piso siempre estaba congelado para los pies descalzos ¿te acordas de eso P? Frío y liso y chabacano. Por eso siempre corrías  hacia la cama haciendo ruido de niña pequeña y metías los pies en la sábana como un alivio inmediato. 


(P linda he revivido tanto lo que ocurrió con nosotros. Aquel arranque de euforia en el Club Colina con la música sobando la ventana y el café hirviendo de Mcdonalds en mi carro y tu pepper spray en la pared del cuarto de visitas, cuando tiramos un poco para ver lo que pasaba. Dame chance de reparar el daño que te hice, ¿sí? Dame chance de arreglar eesto. Hace 4 años hubiera bastado besarte largo en tu pelo enrojecido. Ni siquiera eso: decirte que eras la mujer más linda que había visto en toda mi vida, allí, bajo las farolas anaranjadas de tu condominio las noches quietas que tuviste 18 y 19 años y tal vez sí eras la mujer más linda que había visto en toda mi vida, subida en la palangana del pickup para verme fumar un cigarro.  -¿Dani lindo por qué no lo piensas? OK? no me des una respuesta esta noche, ok?  No la quiero. Prométeme que vas a pensarlo, ok, si decides irte que no sea hoy, ni esta semana, ni este mes, por nada del mundo ok?, no tienes permiso para decidir una locura de esas hoy, te lo prohíbo ok (y suplicabas como una niña pequeña que no agarrara mis cosas y solo me largara de esa ciudad). Hemos estado tan bien, dani lindo! Tan a gusto estos meses. No te vayas nunca hasta Cobán, ok? Prométeme al menos eso. Dilo. No voy a poder olvidarte). 


(No voy a quedarme, P. Nunca voy a  quedarme, linda. Te lo he prometido mil veces. Hace tiempo que vivo para mis cosas y tal vez ya no pueda reparar el daño que te hice pero sí me gustaría intentarlo. Te pregunto: ¿Se puede? Leí en alguna parte que nunca vuelve quien se fue, aunque regrese).




    Era el 2017 bajo el chorro caliente de aquella regadera minúscula que tenía en Quetzaltenango y pensaba estupideces en fila: Mariana Orr, Deleites, el baño atascado de papel toilette en el Pub y en champions y  en el shamerock cada vez que me metía a hacer pis y en un localito amarillo que quedaba atrás del Pasaje Enriquez,   mojado y anaranjado y sucio. A veces repleto de extranjeras que bebían Cabro y vodka al mismo tiempo y se dejaban convencer por niños de cobre, riéndose en conversaciones llenas de humo mentolado, mal inglés  y dientes  atascados de saliva. 


Las veías bailar después con esos mismos indios de patillas largas y afiladas tintadas de caca. Pelo de ronrones. Pelos de alacràn. Pelos de calabaza. Pelos de tarántula. Pelos de wiskil. Los mismos indios de muñequeras punk que tapaban los inodoros del pub y charlieS con la cañería taponada hasta arriba de papeles chisgueteados y luego se lavaban las manos con tranquilidad, como si nada, en los espejos rayados de la pared, donde podías verlos amarse las narices aguileñas que tenían y los piercings brillantes que colgaban de sus bocas, perfilándose en el reflejo mil veces para verse, SINTIÉNDOSE HERMOSOS, mayas preciosos esquiando sobre  las noches ruidosas de Quetzaltenango.  Esas madrugadas llenas de modorra y colillas ardiendo y olor a pies descalzos de mujer que se amontonaba en el pasillo. 


A veces peleaban a puños en el parque, esos niños de cobre, y había que acercarse bien para ver las peleas en la oscuridad, eran buenos y pegaban fuerte, y caían al piso con sus chumpas de cuero artificial y sus narices sacaban sangre. A veces, de noche, también hacían el amor con una gringa en una pocilga de Chitay llevándola en moto, rubias que metían sus caras detrás de sus espaldas para no congelarse. Y yo deseaba esas mismas cosas, Dianita linda, meterme en una pelea a puños en el parque y despertar con una mujer hermosa, como esa madrugada  que nos ladraron los perros abajo, en la vecindad de mi edificio y bajamos para que pudiera despedirte. Acabábamos de estar juntos, de habernos visto desnudos en mi propia habitación y ahora te despedía para siempre. Adiós, dianita linda, adiós guapa. Adiós adiós! La pasé muy bien contigo ¿sabías eso? La peinaba y se moría del frío y  me abrazaba con ese suéter de mangas enormes que tenía, escondiendo la cara en mi abrigo. 


-Creo que me gustas, dani- soltaba de pronto llena de miedo, como un suspiro. Las palabras vibraban en mi pecho pero no atravesaban mi corazón. Le había costado tanto decirlo y a mí no me costaba nada decirle adiós!- Creo-que-en-ver-dad. me gustas mucho, dani -decía balbuceando, y lo chillaba con preocupación, como un agravio, como una molestia, separándose un momento de mí para examinarme con sus ojos nerviosos que se movían sobre los míos; para ver si en mí había un poco de verdad.


(Peleas a puños, dianita linda, eso es: vino tinto, y una mujer como tú, es lo que necesita un hombre para sentirse vivo). Decime una cosa ¿Es verdad que vas a casarte con el gordo de muletas que bajaba al Tecun?


     Corría la cortina y miraba hacia el pequeño basurero plástico de mi propio baño, donde también había papel toilette que no era mío. Ahí estaban los pedazos que Mariana Orr había depositado hacía apenas unos días, cuando me pidió el baño prestado y escuché desde afuera como hacía pis; temblaba en un espasmo al acabar y  se subía los pantalones echando el agua detrás de ella. El papel que había estado entre sus piernas,  y que tenía ese olor inconfundible a sobaco, miel y monedas de 25 centavos que nunca se olvida.


     El agua sonaba en la regadera del apartamento cayendo junto a mis pies descalzos y pensaba en su cara y en esa noche de Retalhuleu que entré borracho a una comisaría de policía para preguntar dónde jodidos quedaba nuestro hotel, porque lo habíamos perdido. 


-¿Dónde creen que esté nuestro hotel, estimados agentes? ¿pueden decirme? -Le dije a esos policías nomás entrar, pegándoles un susto. "Nunca los molesto para nada, oficiales, se los juro por Dios, ni una sola denuncia, ni una sola llamada en toda mi vida, pero esta noche no veo a un metro".


Los policías jugaban naipes en una mesa de plástico con las botas negras puestas encima cuando entré en medio de los casilleros oxidados que tenían y los escritorios roídos de contrachapado y el olor a sopa instantánea que flotaba en todo el lugar,  diciendo que estaba tan ciego que no podía ver mi celular. Estoy buscando mi hotel  -insistía-. Perdimos un hotel entero. Direcciones.Solo eso les pido.


-¿Cómo se llama su hotel, canche? - Decían bostezando aquellos policías morenos de costa que se abrían la camiseta en el pecho para aliviar el calor.


Apretaba los ojos para pensar. Ni un solo nombre venía.


-No tengo idea.  No puedo recordarlo. Son casitas, eso es lo único que puedo decirles.  Bungalows. Bungalitos!  Acá cerca. En San Martín.- Y les escupía en la cara para decirlo. -Apenas dejamos nuestras cosas en el cuarto y salimos a dar una vuelta. (señalaba hacia atrás, hacia la puerta, como si hubiésemos estado allí al lado, y los polis intentaban ver hacia alguna parte, imaginando lo que habría en esa dirección) ahora no recordamos el nombre. Solo puedo decirles algo -dije estúpidamente- el lugar está resbalado de árboles, jardines, casitas, churrasqueras, bancas y mierdas para familia. Les digo que no puedo ver mi celular.


 Marianita orr esperaba afuera de la comisaría, en el tuc tuc encendido, igual o más borracha que yo con la urgencia de irnos ya para el hotel. El chofer se moría del miedo, lo había detenido unos minutos antes afuera de Sho Bar casi agarrándolo de la camisa, y lo había obligado a llevarnos, a conducir de noche por la carretera a San Martín Zapotilán y el pobre nos juraba por Dios que era la primera vez que hacía una locura de esas. "Nos pudieron hacer mierda", decía a cada rato y somataba los pies sobre la alfombra de hule del Tuctuc cuando pensaba en los camiones de doble remolque. Ni siquiera importaba, le había puesto enfrente 100 quetzales y no pudo resistirse. Mi carro debía estar parqueado en alguna parte, eso no me preocupaba, ya tendríamos tiempo de buscarlo al día siguiente, solo quería estar desesperadamente con ella al final de la noche, Mariana y yo,  después de todo el ruido de Sho bar y las botellas de vodka que pedimos y las risas y los besos. Meternos al bungalow con un ventilador a tope y la Luz apagada. 


     Las caras morenas de los policías no tenían prisa y se levantaban despacio para asomarse en puntillas a las paletas de vidrio de la comisaría, de donde venía el ruido sordo del motor del tuc tuc. Entonces echaban un ojo larguísimo a la mujer que me acompañaba esa noche, que era marianita orr sentada en la parte trasera, aquella rubia preciosa de derecho que conocí en la biblioteca, y se reían conmigo como diciendo "qué hijo de puta", disculpándose entre dientes porque no podían ayudarme en esa ocasión. Perdón, canche -decían-, no podemos darte direcciones sin un nombre - y les sudaba a lo bestia el bigote y los labios morados de ternero que tenían, brillando de todo el deseo de estar con una mujer como esa. Desesosos de estar borrachos en una noche idéntica a esa. Deseosos de ser yo-.


-Muchas gracias, oficiales- dije, y me di la vuelta para salir.


-Nada de estar haciendo escándalo en la vía pública, oíste canche?- Dijo un gordo pelón cuando iba atravesando la puerta de salida. -Estás hasta el pito y te podríamos dar una vuelta en la patrulla para que conozcas bien el municipio. Tenes suerte que no estás manejando. - Los demás se rieron.


     Yo sabía que sin uniforme no eran nada. Personas chiquitas y solas. Se lo dije a danielita r una vez fumando en la ventana: ¿Has visto a los policías de este país sin uniforme?! Parecen niñitos pequeños! cuando se lavan los dientes en la pila y escupen la espuma de la pasta dental en el patio y se mojan las cabecitas de zanate que tienen con un guacal y se ponen jeans y camisa de rayas de paca y salen con sus botas negras metidas en bolsas de nylon. Lo pensé en ese rato y me reí para adentro: ¡parecen niños pequeños cuando salen de descanso! Estaba sonriendo como un idiota y no me daba cuenta. NIÑITOS VESTIDOS DE POLICÍA.


-¿Cuál es la gracia, canche? Contanos. - Se cruzaba de brazos el gordo. -Sentate. Contanos. Queres tomar algo? pasá adelante. Un... cómo se llama vos pelos? (le dijo a otro policía), ese trago caquero de los hoteles... ¡un Coñac! - dijo gritando la A cuando se acordó del nombre. Los otros pelones asentían y se reían de lo lindo.


-Nada oficial, ninguna gracia. -Y me mordía la lengua para no reírme con ellos.


Podía ver en sus ojos que en verdad deseaban joderme, dejarme sin Mariana. Quitármela de las manos para que nadie tuviera algo tan bueno esa noche. O todos o nadie, aquí jalamos parejo mi estimaaaadoo.


-No tenga pena, oficial. Nada de risa, nada de escándalo esta noche. Me muero del sueño. Pasen feliz turno. -Y salí volado de allí.



Ahí estaba el papel todavía doblado de Mariana Orr con sus propias manos mientras me duchaba y le echaba un ojo larguísimo al basurero, como un origami personal que había estado entre sus piernas. A veces el papel toilette duraba más que una persona.






Me ponía champú y me lavaba el cuerpo con una pastilla minúscula de jabón que apenas lograba pellizcar entre los dedos. Recorría medio cuerpo antes de frenar y disolverse: MIERDA. ahí estaba otra vez!, me había quedado sin jabón. Intentaba grabarme en la cabeza eso: COMPRAR MUUCHO JABÓN, DANI, UN VEEEERGO DE JABÓN, DANI, una caja entera de jabón,  para que nunca más se me olvidara.






Estaba tomando nota en una audiencia de debate en los juzgados de la zona 2, y el procesado se puso a hablar conmigo en lo que empezaba su juzgamiento. Era un caso interesante de lavado de dinero. 

-¿Ud es de Guate, verdad mano? -Torció la columna vertebral para poder verme bien cuando me descubrió sentado solo en las sillas del fondo. ¿Verdad que sí mano? ¿Verdad que sí es de guate? ¿Verdad que es de la capi? Se le nota. -Se torcía aún más en el respaldo de la silla para verme mejor-. ¿De qué zona de la capirucha es, amigo, si se puede saber? ¿Qué jodidos anda haciendo por acá?

 Me tendió la mano con las esposas puestas y me acerqué para corresponderle. Parecía que le consolaba que hubiera alguien de la capital allí adentro, como si eso lo tranquilizara en su hora más dura. -Mucho gusto,  soy César -me dijo. 

 -Mucho gusto, César - dije- Soy Daniel.

-¿Daniel el travieso o Daniel Boone?

Daniel Boone. Siempre Daniel Boone, mi estimado.

-Me llega Daniel Boone, me llega,  de qué zona de la capital es?

-Zona 15  - ( se me ocurrió decirle). ¿Conoce la zona 15, don César?

El reo se quedó un rato pensando, sus ojos eran pequeños, hundidos, tristes, muy juntos y acabados, pero estaban más allá de la sala de audiencias. 

-Conozco los campos de béisbol -sonrió como si estuviera tratando de verlos de nuevo en la cabeza antes de responderme- conozco el boliche del bulevar, canche, conozco la bajada a campo marte y también el McDonald's de la subida. Buena zona le regaló Dios, mi estimado, perdón que se lo diga así, como un muerto de hambre, felicidades por su suerte. Linda zona le dio Dios-.

César había movido mucho tiro en el norte, (cocaína) -eso me dijo entre los dientes, hablando bajito- no era un cabecilla ni nada por el estilo, solo un "cholero de narco", como dicen algunos ahora, pero así lo habían pescado, como uno de los grandes. Ahora lo querían los gringos.

 Le vi despacio la cara al voltearse, era colocho, colocho de colochos chiquitos de los que me dan mucho asco, como pelo púbico, pelo de los huevos, rizos muy cerrados como resortes y un poco rubios, rubio chabacano y sin gracia del oriente del país (como una pelota de la Antigua). Pelos de alambre, pensé cuando le vi el surco desagradable que había entre el pelo y las orejas vistas desde atrás. Sus cejas estaban bien pobladas y cubiertas de piel muerta, tenía la barbilla cuadrada, partida por la mitad y una manzanita que se movía una barbaridad cuando tragaba saliva. 

-Soy extraditable, canche. Van a pisarme.- dijo,y jalaba mocos a lo bestia,  poniéndose un dedo tembloroso bajo la nariz. Tragaba a cada rato del susto. 

-¿Qué jodidos hace encerrado en Xela César?- le pregunté.

-Traslados tontos del SIP -dijo.- Estuve en una cárcel de Guatemala para gente fina hace poco, hermanito,  antes de venir para acá, y ahora vea cómo son las cosas, me estoy cagando del frío todas las madrugadas en el preventivo.

Se restregó los ojos para intentar verme mejor.

-Van a joderme de lo lindo cuando me lleven a Disney, mi estimado. Van a sacarme de la zona uno en menos de diez días. Me estoy cagando del miedo.- 

Quise decirle que éramos vecinos de la zona 1 de quetzaltenango: todas las horas que pasaba viendo el preventivo desde el techo,  con vasos enormes de vino y esas cosas; todas las veces que había subido con alguien importante a mirar las paredes bebiendo algo y le explicaba que eso era una prisión preventiva rebalsada de reos, pero no dije nada. No quise hablarle de libertad.

-¿Gente fina mano? -le dije en vez de eso. Yo sabía exactamente de qué lugar me estaba hablando pero disfrutaba darle cuerda. Estuve algunas veces en ese destacamento militar cuando andaba con Lu, bebiendo ron en la casa del jefe de la base, Melgar Padilla, allí lo conocí a él y a su vulgar esposa, ambiente chabacano con humo recargado de puro, chumpas pesadas de cuero, meseros con chaleco y trapos en el hombro. Lu y yo escoltados luego por militares armados hasta los dientes con M16 que saltaban de la palangana en los semáforos como leones para protegernos desde las puertas del carro cuando iba borracho a dejarla hasta su casa. (Ahora Melgar Padilla también estaba sindicado por orquestar (yo sé que sí) la muerte de su propio padre. HIJO DE LA GRAN PUTA), pero no dije nada de eso a César. Estaban a punto de condenarlo y se cagaba del miedo. Estaba solo. Sin familia, sin amigos, sin un buen abogado a la mano y temblaba. Sabía que lo iban a joder esa mañana. 

-Sí, mi estimado, una cárcel para gente pesada, de aquéllos, AQUELLOS. -dijo.

Le dije lo sentía mucho y esas cosas que se pueden decir a un procesado, ánimo mi estimado, siempre hay una salida,  siempre hay un pasillo lleno de luz en alguna parte del mundo" -dije.- y se desesperó porque aún no le preguntaba nada sobre esa cárcel para gente fina que dijo, así que él solito se mojó los labios con la lengua, sonrió y siguió hablando para pensar en algo más que la condena.

-Estuve metido en el Mariscal Zavala, canche, le cuento ya que estamos, después de haber estado en Pavoncito una temporada. ¿Le digo algo? Prefería no comer nada para no tener ganas de cagar ahí en pavoncito. En la mañana había 70 cerotes haciendo cola para cagar. Si se hacía popó en la celda, su problema, le obligaban a recogerlo todito a uno con las manos, hasta secar la última gota, por eso prefería ni siquiera comer. Podía pasar días sin tener que ir al baño. Días enteros sin comer-.

 Su abogado era un gordo de manos cutas, el celular se le veía enorme entre los dedos. Ni siquiera le importaba lo que decía su cliente. Miraba el reloj como poseso. Le sudaba la frente y el bigote y zapateaba bajo la silla. Él también tenía sus propios problemas, su propia cárcel. El derecho, igual que el teléfono,  le quedaba demasiado grande.

-Me transfirieron una temporada al Mariscal antes de que me cablearan para acá -dijo al fin- y ahí sí era otro nivel, mire, mi estimado. Rolex, anillos, pulseras de oro y botellas de Buchanans por todas partes. Todo el hijueputal en shorts pero con mocasines caras y cadenas de oro y corridos y camisas de 300 doll bien perfumadas. Podía tener hasta muchachos ahí adentro, canche ¡y putas! mujeronas... por Dios que sí Canche, -dijo besándose los dedos, mirando hacia el cielo falso de la sala de audicencias-, mientras tuviera el billei lo que fuera, mi estimado.  Se imagina... tener mujeres y poner a trabajar a los pobres reos que ya no tenían quién viera por ellos, pobres déjeme decirle, unos arrastrados que ya no tenían nada, ni familia ,y se dedicaban a chancear para otros mascafichas. Pero tampoco se equivoque: Mucho dinero metido allí adentro, mi estimado, mucha mosca, mucha música, como dicen los jóvenes de ahora, mucho mafioso de alto perfil. Los  reos que trabajaban para otros sacaban alguito, al menos para arreglárselas bien: comprar crepas y panes con queso y calcetines y burbujas de jabón y cosas que vendían en el recinto,  aunque  eso sí le digo, no llegaban nunca a tener un buen toldo, mucho menos una puta para abrazar en la noche-.

 Se abrió una puerta en la sala de audiencias y el reo se cagó del susto. Solo era uno de sus custodios: un PNC delgado que regresaba del baño subiéndose el zipper.

-Allí todo está corrompido, Canche, todo lleno de teles y aparatos de sonido y mobiliario fino, mi estimado. Había reos que  pagaban a otros para que les lavaran el carro, ahí en Mariscal, no me pregunte cómo pero los reos con carro, canche! Imagínese eso! Pues me hice amigo de un señor de ojos claros, le cuento de paso, algo así como verlo a usted, no puedo decirle el nombre, mi estimado, solo me metería en más problemas, pero nos echábamos las pipis en el patio cuando caía la tarde. 1500 quetzales el 24 de gallo, la caja de 24 galiles por milagro quinientos, mi estimado, haga la mate. En la madrugada entraba el camión de Gallo y todos los reos escuchábamos medio dormidos el motorón diesel roncando en la entrada y los envases de vidrio chocando cuando bajaban las cajas con esa pequeña ilusión de que al menos alguien afuera pensaba en nosotros. El poli metía a enfriar las cervezas al ingresarlas y nos prestaba su celular para llamar a chingar a cualquier parte del país, así es como llamaba a veces a mis hijos, que nunca fueron a verme al preventivo ni fueron amables conmigo, sobre todo cuando me quedé sin dinero. Una desgracia para no aburrirlo mire,  Danielito Boone, larguísima, pero ese es el nivel del Mariscal Zavala, mi estimado, es lo que intento decirle. La cerveza más cara  que en cualquier discoteca de moda de la capital. Las mujeres más caras del mundo. 

El reo volteaba por ratos hacia adelante con los ojos empapados de ausencia, miraba los respaldos altos de las sillas donde en pocos minutos se sentaría el tribunal que iba a joderlo.

-Así es canche, así así merito es... -y silbaba como volviendo de un sueño (bostezando), como si nunca se hubiese distraído, como si nunca se hubiese ido. -Así es, danielito, Así merito es, Daniel Daniel Boone. Danielito Danielito Boone... -Se quedaba en silencio, otra vez canturreaba algo incomprensible,  extraviado en la nada antes de ponerse más serio.

-Mire los del sistema penitenciario son unas grandes ratas, perdón que se lo diga así, con esas palabras subidas de tono, pero son unos  corruptos de lo más bajo que hay. Por 30 mil le dejaban salir un día completo a quedarse con su familia, eso decían los meros meros, aquellos, AQUELLOS, y yo me quedaba noches enteras en el camastro  pensando en esas cosas, Danielito, revolviéndome como loco, dando vueltas en la colcha:  un día entero de libertad, canche, piénselo bien, un día entero. ¿Sabe qué es lo que más pensaba antes de dormir, cuando hablaban de esos 30 milagros por el pase de salida y me ponía a salivar en la almohada? pensaba en comerme un helado de ron con pasas en el Pops de las Américas y ver los carros pasar por ahí. Lujo canche, durante horas, un día de lluvia amontonándose todos, y que el agua le pele la estaca danielito, mientras los carros tocan bocina y las secretarias salen de sus trabajos para cruzar la calle, pasando charcos en tacones, cubriéndose el pelo planchado con loncheras y periódicos. -(sonreía con mucha tristeza de vivir todo aquello mientras lo decía.)

-Nunca vi que nadie saliera del preventivo, no le voy a mentir, pero eso es lo que decían, canche, los pesados, y eso nos hacía soñar a todos. Juntar 30 de los grandes para poder salir a orinar la llanta de un carro, tomarse una cerveza parado, afuera de una tienda: ponerse a ver la vida como si diera risa, mi estimado, como si todo diera risa porque en verdad, le voy a decir algo para que nunca se le olvide, al final todo da risa-.

El reo se carcajeaba. Recuerdo esa impresión horrible de verlo reír y sentir que de verdad estaba adentro de todas las cosas que pensaba.

-El dinero es tanto, solo eso le voy a decir, canche, y ya no lo aburro más, que puede pasar cualquier cosa allí adentro, en mariscal. Mujeres, shows de perros y gatos, shows de magia, sesiones de películas, colombianas en tangas azules que pasan la noche entera gimiendo en las casitas. Muchas putas allí adentro, como le digo, canche, muchas putas, y eso lo hace sufrir más porque usted ve esas mujeronas y se pellizca los huevos en el short mano porque sin mosca ni lo voltean a ver. Como si ud no existiera, mi estimado, como si no existiera para nadie... Como si nadie escuchara su voz en medio del silencio-.

Sé que mucho de lo que me dijo ese día era mentira, como lo de los carros y tal vez lo de los 30 mil quetzales, pero decirlo lo hacía sentir importante, un poco libre, quizás, así que no lo interrumpí en ningún momento de todo lo que dijo. Conozco tanta gente acorralada!

Cuando lo condenaron esa tarde y el policía lo sacó por la puerta de la sala de audiencias el reo puso los ojos en los míos como buscando una salida en la mirada de un hombre libre. Me dijo adiós levantando las dos manos esposadas y yo hice lo mismo poniéndome en pie. Adiós César, dije recio para que pudiera oírme. Hasta siempre, amigo mío. Hasta otras oportunidades, mi estimado.




    Apagaba la regadera y me estiraba para jalar la toalla. ¿Qué mierda había pasado con la ilusión que tuve un día por Anna? -pensaba diciéndolo en voz alta.-  La mañana que se quedó a dormir en mi apartamento y era la primera vez que la llevaba a mi apartamento a mirar la ciudad desde allí. Dani de mierda todavía sabías bien cómo funcionaba la cosa. Sabías bien cómo habían sido esos días y subías a recordarla a veces al techo en noches lentas y aburridas donde valía la pena pensar en alguien. Cuando mirabas la zona 1 de xela  en la azotea y ella siempre ocurría.


 Se lo dije una vez al bolo por teléfono, la misma tarde que se fue a la capital para tomar su avión a Barcelona y yo sabía que él estaba enamorado de ella, igual que yo "siento que la extraño, cerote. Está en todas partes y aún puedo escucharla, como si estuviese con la oreja pegada a la puerta de mi apartamento, olisqueando como un perro, escuchando todo lo que hago. ¿Crees que en verdad se haya ido? ¿Qué crees que pase con las noches de ahora en adelante? ¿Mucho silencio sin esa loca?" Y en verdad, Dani, quetzaltenango se te rompió por varios días sin ella.


 Cada vez que subías ocurría,dani,  la volvías a tener allí, aunque solo estuvieras por tu cuenta fumando y tendiendo la ropa en el techo. Mirabas el borde y decías: ahí apoyó las mangas de su abrigo y decías: ahí amó el mundo, la montaña de cucarachas de Almolonga trepándose en la parte de atrás  con su viento mentolado de verduras y sudores nocturnos. Ahí la escuchaste decir vaaaaya con las luces más tristes del mundo sobre sus ojos y le dijiste, para que viera: ahí canchita linda, mira", señalando hacia el sur, "allí  la vida está llena de adoquines y retretes congelados. Lavamanos con agua fría y café soluble en tazas de plástico". Allí la besaste por primera vez, dani. Allí quisiste también -por centésima vez- el mundo.


     En la azotea vi cuando trató de leer el CRISTO VIVE de la iglesia monte sinaí entrecerrando los ojos y buscó la luz de panorama porque te estaba contando que había cenado en ese sitio un fin de semana, cuando apenas había llegado a Xela, un fondue con vino caliente y queso Brie, y hasta buscó su propio apartamento, que estaba detrás de una fila pequeña de árboles. 


Era muy pequeña para ver todas esas cosas, lo pensaba también entonces (mientras me estaba ocurriendo su recuerdo), para entender lo feas que eran, pero sus ojos igual intentaban mirarlo. Esa porquería de vida de perros encaramados unos sobre otros que se mira en las partes pobres  y oscuras del Occidente. El olor ácido de la basura cuando los sacos plásticos permanecen bajo el sol por mucho tiempo y el aliento mañanero de los gasolineros Texaco entran en la ventana del carro cuando bostezan y piden los datos de la factura. Gasolineros que se roban los tapones  de las válvulas de aire, Annita linda. Gasolineros ratas de la periferia.


(Anna acuclillada en Reu cuando ya nos íbamos, orinando detrás de un corollita plateado, y sus nalgas redondas en los talones, suspendidas sobre el concreto, y el chorro de pis que salpicaba sus tobillos y el charquito que rodó suavemente hacia mí mientras miraba como metido en un trance, es algo que no puedo olvidar. Orinamos al lado y lo recuerdo, Annita, recuerdo la banqueta que orinaste. Recuerdo el corollita plateado donde te apoyaste. A veces también recuerdo lo dichosos que fuimos. Recuerdo que cuando te fuiste, esa misma noche, sobre mi abrigo, también lloraste).



    Los reos cantaban himnos en el preventivo de la vecindad y ella me preguntaba qué era todo aquello.


 -¿Dani todas las noches escuchas ese ruido? No me gusta un pelo. Me da mutxo miedo.- Y yo me hacía el loco para no asustarla. 


-Son los miembros de una iglesia evangélica -le decía-. Solo eso, canchita linda. Los miembros fanáticos de un grupo cristiano que practican sus alabanzas todo el día. No se cansan de cantar a Cristo. ¿Te diste cuenta?


-¿Cantan así, sin instrumentos, dani? Solo oigo sus voces.

-Así practican, canchita preciosa, -le dije. -Así practican. -Y le besé los ojos que se cerraban. 


Los presos cantaban algo que se oía como (nunca lo supe bien) "MARINEROS, MARINERAS ¿DÓNDE ESTÁN? ¿ACASO HAY ALGUIEN, EN TODO EL MUNDO, QUE NOS PUEDA ESCUCHAR? 

MARINERO, MARINERA, CUÉNTAME

¿A QUÉ SABE EL VIENTO CUANDO VAS ROMPIENDO EL MAR? 


Pérez Cabello la invitó a una cerveza en el Cuartito (un litro congelado de gallo, licenciado)  y sentados en la mesa con una candela prendida te dijo que se había quedado pensando toda la noche en aquel poema que le leíste en el Sombrerón cuando la conociste. Ahora no recordabas si era  de José María Panero o Cavafis, tal vez algo de Ezra Pound o Verlaine,  pero no se lo leíste, se lo dijiste de memoria, y te dijo  que había estado pensando en ese poema como una loca, y aunque ella no lo descubriera nunca, esa era una de las cosas que daba Quetzaltenango: LA BELLEZA MÁS TRISTE DEL MUNDO.


Llegué a Cavafis gracias a una chipriota, Anita, ahora lo recuerdo bien, cuando vivía en Salamanca, eso nunca lo hablo con nadie.  Se llamaba Nikoletta y estaba enamorada de mí. Para mi cumpleaños me regaló una edición preciosa de poesías completas de Alianza Editorial que todavía conservo, así lo conocí, a Cavafis, y  también mucho de su vida.  Esa chipriota jodida me  quiso tanto  que una tarde me estaba muriendo de la gripe  metido en mi volkswagen polo, temblando como una lavadora estacionado afuera de la universidad, canchita linda, esas gripes españolas asquerosas, y se metió conmigo en el asiento de copiloto para introducirme la lengua hasta el fondo de la garganta porque, dijo, se moría de ganas de enfermarse conmigo, poder cuidarte, dani, hacerme una sopa de judías blancas con aceite de oliva y que viéramos películas juntos. Todas las de Danny Boyle sin parar, que ha sido siempre mi director favorito. Sé que tú habrías hecho lo mismo aquel año, Annita. Lo sé tanto que todavía sonrío.".


Una noche de tormenta tiraron un festival de cine en la Esperanza, ahora mismo pienso en el mes de julio (¡llovía tanto!), en un salón de usos múltiples de la municipalidad y llegamos tarde empapados de lluvia después de cruzar charcos y agarrar busitos frente al McDonalds de la democracia. Había un mapa viejo de Guatemala en la pared que todavía tenía Belice, me acuerdo, y unas estanterías repletas de libros mojados. Te hablé  un poco de historia y literatura guatemalteca, te hablé del caso de Belice, del referéndum y del commonwealth porque tenías muchas preguntas acerca de eso,  y vimos los libros en lo que empezaba el evento. Había ediciones viejísimas de Camilo José Cela y Dámaso Alonso, Juan Ramón Jiménez y Góngora. Había libros de Hayek, de Alejo Carpentier, de Steinbeck, Dostoyevski, Gogol, Stendhal, Gorki y un librito destartalado de Clemente Marroquín Rojas (La Bomba) que leí cuando estaba en el colegio. 


El evento empezó después de que los anfitriones solucionaran un problema técnico con el proyector, (siempre es un problema técnico cuando no saben usar el equipo) y acerqué dos sillas de plástico a la pantalla para sentarnos esa noche al frente. Las directoras de cine (entre comillas) eran mujeres indígenas que habían dirigido cortos malísimos en Guatemala y fuimos a verlos aunque todo lo que proyectaban me importaba poco. Aunque me hiciera el interesado solo me conmovían tus ojos concentrados en las proyecciones llenas de luz y esas sonrisas honestas que hacías a la pantalla cuando dejabas de estar allí, metidísima al fondo de esos paisajes. Me apretabas la mano cuando había que apretar la mano. Cuando te divertías de verdad y  flotabas lejos de barcelona, entrando de un salto al altiplano campesino guatemalteco (el altiplano densamente poblado de Porras): un indito bebiendo Pepsi en un vaso de duroport mientras soníe y enseña las muelas (la cara típica de sumisión guatemalteca), unas ovejas flacas dando brincos sobre piedras enormes y un pastorcito enano detrás de ellas con la cara llena de mocos, dando palazos al suelo para guiarlas. (Fuimos valientes, Anna, tú y yo, y te recuerdo por eso. Hoy te saludo por última vez, ya cuando han muerto las ganas que tuve de verte).





    Hay abogados presos esta noche en la vecindad, Princess. En ese preventivo de la zona 1 y los puedo escuchar a todos quejarse del frío y la fiebre, balbuceando libertad mientras se tapan con una frazada pequeña del gato silvestre, con las chanclas puestas en los pies descalzos solo para calentarlos un poco en las plantas ¿Para eso se estudia derecho, licenciado?! para acabar preso? Hasta la inteligencia más endemoniada tiene su precio, queridísimo letrado.


(Un día tus papás van a estar ahí metidos pero eso todavía no lo sabes, tenes 19 añitos y todavía no lo sabes, es el año 2017 y todavía no lo sabes, princesita. Tampoco lo sé yo cuando te abrazo en la palangana del pickup y quiero todas las cosas que hay en tu cara. Nada de eso ha estallado aún, flaca, cuando es de noche y me ves fumar un cigarro en tu condominio por última vez, cuando me llenas de saliva la boca y me abrazas con tu olor a ropero, pero vas a ser una niña triste cuando ocurra y vas a llamarme llorando para contármelo todo todo, cómo es que los agentes de CICIG, un grupo de hijos de puta,  entraron abusivamente como lobos a tu casa para llevarse a tus papás. Dani esos animales saltaban sobre el parquet para encontrar caletas!!! esos cerdos corrían por las escaleras buscando cajas de seguridad! pegándole codazos a las paredes y los cuadros para encontrar cajas fuertes". (Fue igual que la tarde que murió tu abuelo y me llamaste a mí de primero para decírmelo llorando. Estaba comprando algo de comer en el Xelapan de Cuesta Blanca, me acuerdo bien, xecas con queso y me dijiste nomás contestar. -Dani mi abuelito se fue -y te costó tanto decirlo). "Mi abuelito se fue, dani. Ya no está. Solo se fue". Y chillabas deliciosamente en el teléfono con la boca llena de lágrimas. Mi abuelito se fue, mi dani.


(No sabes toda la tristeza que va a darte, princess, cuando se lleven a tus papás como a dos delincuentes en una patrulla de policía. Estoy de tu lado para siempre; de la inocencia de tus padres, siempre. De tu lado, princesss, aunque no sirva de nada, PARA SIEMPRE. Desde el tiempo te mando un hola como el primero de todos los que nos dimos). 




    La cabeza les pica, a los reos, y tienen ganas de orinar que aguantan toda la noche con tal de no levantarse hacia esa realidad entumecida de frío. Amanecen con mal aliento y un dolor de hombro del demonio. ¿Sabes lo duro que es dormir en el piso, o sobre un trozo de tela? He dormido mil veces en el suelo, Eme, te conté mil anécdotas de esas, ahora solo quiero decirte gracias por todas las horas que me diste de tus ojos enormes poniendo atención a mis historias.


Voy hasta mi escritorio y me sirvo un trago bien dado de Jack Daniels. El semestre ha terminado. Muchas cosas importantes han terminado. Tengo una botella enorme que encargué de méxico y me queda un cuarto todavía. Me gusta el whiskey cuando cae la tarde. Me gusta el whisky cuando recuerdo una mujer hermosa. Me gusta el whisky cuando miro por la ventana y pienso en todas las cosas que ya no tengo. Sonrío como Robin Williams, la sonrisa más triste de Hollywood ¡Cuántos detalles, dani! Es como si todavía  tuvieras esas cosas. Como si ahorita, digamos, abrieras la puerta del cuarto de la derecha y encontraras a Sarah durmiendo hasta las diez de la mañana con el pelo revuelto sobre la almohada. Me levanto de la silla temblando.  Abro la puerta de un cuarto cualquiera para probar, ver si todavía encuentro algo del pasado allí adentro, en mi propio apartamento, y estoy a punto de decirlo: decir: Sarah? Sarita? Estás allí? con el whisky moviéndose en la mano. 


Descubro la puerta y me llevo un susto del demonio mientras abro y asomo la cabeza al interior. No hay nada.



-Sé que tienes Guayabo, dani. ¡Pérez te estás muriendo del guayabo Maricaaaaaaaa! /Hung over again, danny boy? /Sabes cómo sé? / You know I can always tell, right? silly old bean / Contigo siempre se sabe, guapo. Siempre se sabe /I can always tell, dickhead. I can always tell by your eyes you've been drinking.

/ ¿Cómo sabes? / /So you know that, don`t you, Miss nice ass Malone...

Se te ponen los ojos muuuuuy verdes. Cuando   estuviste verdaderamente borracho amaneces con los ojos más claros que  he visto. Green as grass, danny danny boy. Green as fresh cut grass.


(Hay un video corto donde salgo muriéndome de la goma en Bogotá. Estoy en un lounge del aeropuerto viendo los aviones de Avianca despegar. El sitio donde entraste y saliste alguna vez para verme. Pero no estoy allí. Estoy donde estábamos, en el cuarto de tu hermana con la luz apagada la noche anterior. Es el 2018 y trabajas al día siguiente cerca de la estación de Los Héroes, a las 7 de la mañana, en ese edificio de oficinas en alquiler, y mi avión también sale sobre esa misma hora para guate. Sé (y lo pienso besándote la boca, mi lengua hasta adentro como antes) que después de esto no vamos a vernos más, aunque esté ahí como si nada contigo, borracho después de toda esa cerveza que tomamos, de nuevo en un cuarto con la luz apagada y la puerta bien cerrada, como en el 16 y 17. Estás encima mío tratando de quitarme el cincho, lo recuerdo bien, el peso de tus muslos y tus manos levantando mi camisa para examinarme en el tiempo, ver cada uno de mis cambios y las huellas que dejaron otras personas cuando no estabas. Un salto terrible de 2016 a 2018, intentando ser lo que fuimos antes, leoncita (intentando repetirlo o, al menos, actuarlo, que es la misma cosa), OBVIA EL CHARCO DE PIPÍ QUE ES EL TIEMPO. 


Te aparto y salgo corriendo de ese lugar, hacia las calles congeladas de Bogotá para encontrar mi camino de vuelta al centro. Me palpo los bolsillos en una banqueta del vecindario /un andén abandonado del Transmilenio cuando me busco los pantalones como un poseso para encontrar mis cigarros. Había dejado mi tabaco, un paquete nuevo de Marlboro, y las cosas que me diste para llevar a guate, cositas de colombia para mí que metiste en una bolsa plástica color verde. Qué mierda, L, no regreso ni de loco, pienso. Me pela la verga las cositas de Colombia, me pela la verga el tiempo, me pela la verga el 16 y el 17. Tuve que irme antes, y tengo que irme ahora porque estás queriendo hacerlo con Pérez Cabello, quitarle los pantalones y romper el corazón del pobre hombre que tienes ahora de novio. Jodiendo con Pérez C y las cosas del 17 solo porque las recuerdas mejores. PORQUE YO TAMBIÉN ESTOY CONTIGO  EN ESO, LEONCITA: FUERON  MEJORES. Pero las cosas no funcionan así, Gatica. Los derechos sobre los momentos se pierden para siempre. No somos los que se gustaron en el 16, cuando te recogí frente a la Noria después de haber escuchado tu voz en el teléfono y te dije después de una pausa larguísima: "Vengo ya sobre la décima,  en un pickup azul, Isuzu, pasando frente a futeca -. Sí, un pickup es un carro agrícola, L. ¿Un doble cabina? pues eso, un doble cabina. ¿Estás en la parte de afuera o estás adentro? Buenísimo. Vas a verme llegar por la esquina, por donde está el alto. Te veo en 30 segundos. Vas a verme llegar en diez segundos, L).





Nos pusimos a ver el preventivo con Michi desde la ventana de la cocina. Estaba tan cerca que podía tirar un zapato y darle a la pared.


-Mañana, te lo juro por mi madre, ahí abajo, por esa calle lateral, vienen otros abogados que van a ver a sus presos y que tienen otro tipo de prisiones. Abogados que han perdido a sus hijos, sus casas y los ha abandonado una mujer. Vení, michi, acercate a la ventana. La gente es mala michi, mirá, hasta podes verlo. Mira hacia allá. Esa cabeza pelona.  ¿La ves? Y la ponía frente a mí para que viera, sentía sus nalgas en la bragueta de mi pantalón y respiraba sobre su pelo liso que volteaba llena de curiosidad de un lado al otro de las paredes de piedra del preventivo para ver. ¿Dónde, dani,  dónde?! Allí,  Michi, ahí, donde cuelga esa sábana celeste. (Estaban bajando a un preso de la palangana de una patrulla, alguien que había visto desde que me instalé en ese apartamento). ¿Ves ese mozote asqueroso que se rasca las chilacas? lleva encerrado seis meses, se los he contado toditos. 


Michi abría bien los ojos para verlo. ¿Crees que haya hecho algo muy malo, dani? y me volteaba a ver para mirar lo que decía. ¿Crees que haya matado a una persona?


La vi un momento. Sus ojos se habían corrido hasta atrás para verme con mucha preocupación. Le besé la cabeza, le besé las orejas. -hace mucho tiempo michi -le dije.-Hace mucho tiempo cometió un error. Ahora solo necesita un poco de tiempo para pensar.  He leído mil veces su expediente.


-¿Es alguien MUY malo, Dani?


-Todos somos malos michi, todos.   Cualquiera pudiera estar ahí adentro. Tú y yo con un poco menos de suerte -le dije.-. Cualquiera. Hay una película que lo dice, ahora no recuerdo el nombre, o tal vez lo soñé una vez, pero hay un diálogo que dice algo así como "en un mundo donde todos son delincuentes, el único delito es la estupidez ¡La torpeza de ser descubierto! ¡El único delito es la imbecilidad, michi, pensálo bien! Ser descubierto en el acto, como quien dice. Tú y yo también somos malos porque siempre vamos a desear a otras personas estando juntos, y si tenemos la mala fortuna de enamorarnos, vamos a hacernos mucho más daño cuando ocurra, cuando deseemos a esas otras personas y tengamos que decir adiós para ir en busca de más. (Hace poco leí en alguna parte que las personas que abandonan a las mujeres se equivocan porque siempre están empezando de nuevo y yo siempre quiero empezar de nuevo Michi). ¿Te das cuenta? Así funciona la cosa: no vas a ninguna parte porque siempre estás empezando de nuevo en algún otro lugar. 


 Vas a amarme pero yo no te voy a amar a ti aunque te lo diga (CUANDO VEA EN TUS OJOS QUE EN VERDAD LO NECESITAS). Siempre voy a mentirte, Michi, siempre. A veces solo para tener las cosas de la gente normal. Una relación, por decir lo primero. Conocer a los papás de alguien, los hermanos y hermanas de alguien,, una cena de navidad, fines de semana en el puerto; ir a los cumpleaños de la familia y quemar cuetes en año nuevo con un suegro de mentiras a quien acabas por agarrarle cierto cariño y te lo encuentras un día en Novex, comprando herramienta, cuando ya todo ha terminado, y le platicas como si fuera tu mejor amigo. Cambian números y todo, pero no vas a volver a verlo y lo sabes bien mientras le das tu número y ves en sus ojos que te quiere, que te ha querido todo este tiempo y que en verdad está guardando tu número en su agenda, AÚN HABIENDO LASTIMADO A SU PROPIA HIJA, su princesita, su más valiosa joya. Le encanta la idea de guardar tu número para quedar a tomar una cerveza: traerte de vuelta hasta su casa, aunque solo vuelvas para cagarla de nuevo y ver cómo dejas llorando a su hija,  que se amarga un par de meses encerrada en su habitación. No soy como las otras personas que andan por ahí con paraguas, michi, amigos del gimnasio, dietas, trabajos esclavizantes y perros y mujeres con las que quieren casarse. Necesidad de amor, Michi! así se llama el juego. todo el mundo vive por eso. Sabina soltó hace años en una entrevista que el amor solo es una metáfora del sexo, y que la amistad entre hombre y mujer solo existe entre polvo y polvo. jajajaj decime si no es un genio ese andaluz! Entre polvo y polvo, Michi, entre polvo y polvo... (Michi estaba odiando todo lo que le decía, podía verlo en sus ojos de pronto llenos de miedo. Tenía más años que yo, pero yo era más grande que ella).  Siempre habrà otras personas, M linda,  siempre. Más importantes que nosotros dos, aunque ahora mismo ni siquiera las conozca. 


La patrulla se fue por la cuesta pronunciada del preventivo después de dejar al reo. Esa subida empinada llena de piedras sueltas y raíces que hacían bambolear la unidad hasta la avenida. Tenía las luces traseras rotas, colgando de su propio cable y apenas la vimos subir en medio de todo el humo del diesel que dejaba a su paso, amontonándose atrás, bajo la palangana dando saltos. Los polis enfilando en dirección al parque, donde en un par de horas cazarían a un par de conductores borrachos, un par de imbéciles más que incurrirían en el delito de la estupidez!


-Nunca amo a nadie, Michi, solo los momentos y solo las cosas y solo a mí cuando suceden. Y cuando, en noches parecidas a estas te recuerde suavemente, tú vas a odiarme por desear tanto que llame a tu número de teléfono. Intentar volver a estar bien, como antes, M, mirando juntos por la ventana, con el vino y la música y todas las cosas bonitas que hicimos. Poder escucharme como antes, como una etapa linda que lastima el centro del estómago, Michi, poder amarme como antes, poder joderte como antes, poder hablarme y hablarnos como antes. Algo que nunca cicatriza. Pero esa es la diferencia, guapísima. Yo voy a amar lo que hicimos y tú vas a odiarme por abandonar lo que tuvimos. Todos los futuros posibles.




¿Ves ahí, Asha linda? -le decía a aquella polaca, y le ponía el vaso junto a la oreja para poder señalar con el dedo. La otra mano estaba abajo, en el elástico de sus bragas. Esa es la ventana de donde salen los gritos de los reos, mirá. Sí, en la noche, Ashita linda, cuando tú y yo ponemos música estridente dentro del cuarto y nos echamos en la cama. No nos enteramos de nada, verdad que no, Asha? Pero esos gritos, esos himnos que parece que te estás inventando en la cabeza, esos son los presos, y son himnos de verdad:  estàn tristes cuando intento dormir. Son tan melancólicas y lentas las cosas que cantan... si tu inglés o tu español fuera mejor, cualquiera de las dos cosas, te explicaría todo lo que dicen, te lo juro. (Me ponía a servir un trago para los dos). Es triste para ellos, Asha, pero no para nosotros esta noche, ya te diste cuenta? Es lo que tiene la libertad. No pertenece a nadie. Es de quien la agarra abusivamente, la mima y se la queda,  y eso es todo lo que tenemos que saber. ¡Mirame! puedo arrastrarme hasta el baño ahorita mismo si quiero y orinar con la puerta abierta mientras tú esperas afuera, en mi cuarto con el edredón hasta arriba, puesto hasta la barbilla.  (Los placeres son tan sencillos pero eso nunca nadie te lo explica. nadie nunca te enseña esas cosas hermosas, Asha linda, las tenes que aprender con el tiempo. Nadie te enseña que la sencillez lo es todo. Si los presos hubieran sabido eso desde el principio nunca hubieran perdido su libertad).






Servite más vino, ¿sí? hasta arriba del vaso. Tengo como 5 botellas ahí abajo te lo juro por Dios (y le señalaba la mesita donde ponía el horno del pan). Compro vino a lo bestia, vino para subir a tirar botellas al techo si nos da la gana. A veces todo se oye mejor con el vino zumbándote las orejas, -le dije-, y me daba asco mi propia voz de borrachito en el apartamento vacío cuando lo estaba gritando. -¿Por qué estaba borracho? No tenía idea. Tenía mil cosas que hacer al día siguiente y a mí ya me zumbaban las orejas desde las cinco de la tarde. Me gustas mucho michi,  le decía, me volvés loco loco loco, y el aliento que me salía por la boca le quemaba el cuello y el pelo que siempre olía a fresas. Pareces carherine zeta jones, ¿sabías eso michi? y le tocaba los labios. Pareces catherine z jones





     Los he visto beber en las oficinas, a los abogados que te digo, M y de otras partes escondidas de la república, (Barillas, Tactic, Estanzuela, Cajolá, La Mesilla, frontera, es todo lo mismo), perros viejos soplando tazas de café  llenas de cognac y decirme que el derecho es una carrera para adictos de distinto tipo, de todas las clases,  de todas las edades. Una carrera de bolos, se puede decir. Se puede estar a tuna y entender el derecho, resolver un problema o sacar adelante un fideicomiso. Los abogados nacen siendo listos. Las leyes, la interpretación y los libros de doctrina los hacen siempre los bolos. El sistema de justicia pertenece a los abogados más bolos, gente perdida, de mal gusto, Daniel,  chabacana, viciosa, de corbatas chillonas y mocasines malos, dos tallas más grandes, Daniel, que se arrugan en la punta cuando caminan. Mentes bien entrenadas metidas en sacos enormes de cachemir.  Es una creación de cabezas peligrosas,  dejame que te diga, brillantes pero desviadas! ¿Entendes? o  ¿Cómo decirlo más chilero? Grandes mentes y grandes corazones,  pero también grandes vicios y grandes accidentes. Todo ocurriendo al mismo tiempo en las caras de pícaro de los abogados, las cejas empinadas de astucia arriba de la corbata. Grandes juristas, daniel, dejémoslo ahí! Grandes abogados que pierden su vida por intentar ganarla tanto. Por intentar ir más lejos que Dios!


-¿Cuántos años tenes vos, daniel? ¿Así te llamas, verdad? Daniel.

-23 años, Lic.  


-Me dicen que sos una máquina. Te gusta todo esto, ¿no es cierto? Las palabras y los trucos. Los problemas. La estrategia. La pensada. Esperate amigo, decían palmeándome el hombro con camaradería mientras se acercaban a una ventana llena de motos y microbuses y nubarrones de humo negro. Ya vas a litigar. Los mejores años en la vida de un hombre van de los 36 a los 44. Ahora estás muy joven para saberlo, pero ya tenes los huevos y por eso te regalo mi tiempo. ¿Te sirvo algo de tomar, daniel? -Se miraba el reloj pulsera dorado que tenía y que le quedaba algo grande-. Son las diez de la mañana y el Cognac entra mucho mejor ahorita que a las 5 de la tarde, te lo juro por mi madre (y se besaba los dedos mirando hacia el cielo falso de la oficina). Te digo algo más importante que eso: Todavía no vas a saber lo que te gusta hasta que no hayas perdido algo que amas.  Hasta que no hayas pasado cientos de horas pensando en lo que ya no tienes, comiéndote los mocos, como dicen, sentado en la regadera chupándote el dedo, temblando de la nostalgia. PARA AMAR HAY QUE HABER PERDIDO ALGO IMPORTANTE. 


Había un cliente esperando afuera, el abogado lo sabía. La secretaria había entrado mil veces para decirle que una persona había llegado temprano para la firma de una escritura pero a él no le importaba. Que espere, le dijo, y no me chingue más cuando me oye platicar desde la puerta. Cierre y le dice al cliente que espere.


-¿Has perdido algo importante, daniel? Algo que amas.-  Y entonces lo pensaba de verdad. Nunca había perdido nada querido, licenciado. Salvo, tal vez,  a Alice y Manon y esas idas a recogerlas y despedirlas en estaciones de tren o de tranvía, o los parques, o los lugares que estaban cerca de la universidad,  los momentos que ya habíamos dejado atrás con los trenes y todo. Los vinos en vasos grandes de plástico y todo. España y Francia y todo. "No podes querer nada si no has perdido nada" -repetía el abogado dando traguitos pícaros al cognac. Los ojos se le miraban celestes en la luz pálida de la ventana, su saco despidiendo un olor profundo a guardado cada vez que volteaba- . "Salvo que hayas tenido noches donde sientas que lo ganaste todo. Pero normalmente, si solo has ganado es que nunca has querido nada".


Hace rato que salgo a caminar de madrugada por las calles atestadas de oficinas jurídicas y peluquerías de señoras gordas con el pelo hongo pintado de amarillo. Gallinas horribles de brazos cortos con cicatrices de vacuna (tuberculosis). Salones de mujer  espantosos y me pongo a pensar en la gente. Mujeres, quiero decir, porque son lo único que pienso cuando cumplo años y recuerdo mi propia vida, como en esta madrugada que escribo a lo loco y solo disparo. Es lo único que me hace recordar verdaderamente el tiempo, que es lo mismo que decir, mi vida. 


Mujeres que estuvieron locas conmigo, en noches locas conmigo y conversaciones locas  conmigo, escribiendo historias locas conmigo, que hubieran podido costarnos la vida, o la libertad, que es la misma cosa. Locas por mí y locas por las cosas que vimos, las cosas que tuvimos en las manos para estallarlas. Locos por tenernos: esa conciencia frenética de estar solo en el presente. Locos por nada en especial, por el momento corriente y nada más: por la noche abierta y tener algo pasable para beber en vasos de Burger King y soltar un chiste vulgar y saltar hacia aalguna parte del mundo:  una buena vista, una discusión en medio de la carretera o una casita abandonada para explorar. Locas por compartir un sillón, una cama sin sábanas y dormir hasta tarde. Locas por compartir un trozo de su vida conmigo cuando EN VERDAD  ES LA VIDA ENTERA LA QUE ESTÁN DANDO. 


Creces, porque en verdad envejeces, Dani. Alguien te dijo el otro día que estás hecho polvo y vos asentís con la cabeza. Eras un maldito guapísimo, te dice, sin huecadas, sonríe, hace cincuenta mil cigarros y noches histéricas eras un hijo de puta lindo y malo, parado hasta arriba de todas las cosas que había. Todos los corazones rotos, lobo de mierda, todas las conversaciones subidas de huevos, todas las llamadas, todos los besos, todas las ilusiones que vi de esas chiquitas en uniforme de colegio  con los brazos pintados de marcador; todos los delirios del primer año de universidad en España, lobo, yo lo vi todo, lobo, TODO, hasta eso! Guatemala, España, Mexiquito,     ¡no podes engañarme!, a mí no! soy el único que te vio en esos sitios; el arrojo y el coraje y la recompensa de todas esas caritas lindas que te admiraron haciendo lo malo en la facultad, dani; todos los falsos comienzos, mi hermano del tiempo. Ese camping con la vasca a la orilla del Tormes (¿se llamaba Ayala?), con sus piernas fuertes bajo el sol de la piscina de Joan aquel verano, su trasero y pechos imposibles, de película x, buscándote las rodillas bajo las mesas de todos los restaurantes chinos que había. Todas las ilusiones, hermanito del tiempo!!! Todos los problemas felices!




Entendes que el tiempo te ha tomado al fin por los cachos, y te das cuenta que las personas más importantes de la vida estuvieron locas (ahí el denominador común). Mujeres locas, desquiciadas, destornilladas, valientes, esas son las imprescindibles, diría Bertolt Brecht haciendo una versión adaptada para el caso. Las que fueron contigo en todos esos viajes de los que nunca regresaban igual (la mente ensanchada por una experiencia no puede nunca volver a sus dimensiones originales). Pero eso nunca ha importado, intentar ir más lejos que el resto, ver más cosas de las que me correspondía mirar, porque las vi, linda de quinientas noches,  absorbí cuotas mayores de vida de las que me tocaba vivir. Porque solo estando muy vivo se está vivo, y lo demás no importa. "O se es muy libre o se es muy prisionero", le dije hace poco a una treintañera hablándole deliciosamente de usted en un cumpleaños de carretera a el Salvador. No hay un punto medio, ¿se da cuenta? El medio es una  suave burla de la libertad. El medio es la cárcel, la jaula, el corral, el bote: es no hacer nada, no moverse en ninguna dirección. Nunca lo había pensado antes -le dije- pero medio y miedo tienen las mismas letras, y significan lo mismo! ¿cómo se llamaría eso para la RAE?  La chica se quedó pensando estúpidamente en una respuesta, quemándose el coco con la boca abierta y el chicle de menta flotando sobre su saliva para darme una respuesta;  los ojones nerviosos sobre los míos para decir algo que nunca dijo. NI LA MENOR IDEA.


     Me rascaba la cabeza como un loco. Encendía un cigarro como un loco cuando iba por el estadio como un loco hacia donde hace apenas dos horas reventaba la música del pub. El pub con el chacal y las viejas ricachonas y los grupos de chicas gritando sobre las mesas para ganarse una botella de guaro. La pregunta era esta (me rascaba la cabeza otra vez como desquiciado y pensaba. Encendía un cigarro en el quiosco del parque y pensaba): ¿Cómo sabe un hombre que una mujer le hace falta? Cómo sabe un hombre que una mujer va a hacerle falta cuando todavía la tiene? Cuando cada noche ocurre su encanto: la está viendo desnuda en un cuarto (incluso esa última vez), buscando sus calzones en una habitación de hotel (todas las habitaciones de hotel que sucedieron, sammy linda, cada una de las cosas que tuvo que ocurrir para que ud se desnudara frente a mí y pudiera llegar el final), viéndola agacharse cerca mío con La Luz blanca de la mesa de noche tirándose como un tigre sobre ud, viéndola verme en un espejo (todos los espejos que había! y sus ojones! y sus labiones, y su lengua tocando la mía!), los dos juntos mirándonos en el lavamanos del baño para tomarnos una foto que durara más que nosotros (¡cuánto nos parecemos en los espejos, amorcita preciosa!) 


¿Cómo sabe un hombre que esa ropa interior va a hacerle falta -RUNWAY CUANDO CAMINA DE ESPALDAS HASTA LA PUERTA SOLO PARA MÍ-, esas piernas, y los olores y el sonido de las voces y los buenos momentos cuando todavía están ocurriendo: no la has perdido, dani, esta noche no, esta noche todavía la tienes para ti: su belleza escandalosa.  Podes agarrarle la mano si queres ahorita, en su propia cocina, y tocarla por atrás, preparar algo de comer (una tortilla con queso de las suyas!), ponerte de rodillas para abrazar su cintura y besarle el ombligo, meterle la lengua en la boca y en las orejas, sentarla en tus piernas para decirle algo importante, como a una niña pequeña del colegio (explicarle todo lo linda que es y lo que te mueve a cosas preciosas. Por ejemplo: a buscar lo más grande que hay en el mundo, que puede ser su vientre inflamado por tus hijos), cuando ni siquiera sospechas que vas a perderla. Cuando no sabes que estás parado ya en el final.


A un hombre siempre, toda su vida, va a hacerle falta una mujer, eso es seguro, pero eso nunca lo sabe mientras la tiene. Nada nunca es tan bueno mientras ocurre, es lo que siempre me digo, cada mañana al despertar, por eso disfruto todo lo que pasa como un imbécil, porque nunca nadie se extraña antes de tiempo, Licenciado, ni siquiera las etapas que anticipan un poco su final; por eso toca reventar el presente con un palo, adelantarse a la nostalgia.  


Si me pusiera escribir lo que he visto habría buenos libros, mi Lic, se lo juro, al menos miles de páginas escritas al hilo sobre mí y sobre aquellas mujeres que estuvieron conmigo, mujeres hermosas que me dejaron verlas desde muy cerca y todo lo que disfrutamos cuando era lo único que nos estaba ocurriendo: NOSOTROS MISMOS. Pero todo tiene su precio, mi Lic, todo tiene que ver con los finales, Licenciado, es lo que he descubierto, la fuerza llega cuando las personas se despiden, se dejan, se alejan, dicen ciao y el vacío retumba en las orejas como una ventana abierta en carretera. 


Pero entonces, ¿Cómo sabe un hombre que una mujer le hace falta? La respuesta es muy sencilla, Licenciado: No lo sabe. Nunca lo sabe.





Hoy es 23 de abril. Madrugada. Cumplo 27 años, tengo puesta una camisa rosada y acabo de hacer un graffiti para una mujer hermosa -una muñequita linda- que pronto también va a hacerme falta. Escribí en la pared nuestras iniciales seguido de un "siempre", pero la gente del centro comercial Deco City  no tardará mucho en borrarlo, como todo lo que ha sido importante en la vida: no existe el para siempre, y cuando pasen una brocha gruesa de pintura por encima quedará demostrado. Va a hacerme falta esa barbie linda y eso  estaba pensando esta madrugada, cuando me senté a reventar la computadora con todo esto, algo de lo que escribo cuando cumplo años y me obligo a faccionar un acta de mi propia vida, como un inventario de todos mis caminos, por si acaso empiezo a olvidarlos. 


Va a hacerme falta, sammy linda, mucha,  especialmente cuando recuerde la belleza de su cara y las sensaciones de su voz mojando mi oreja (Vamos a irnos a Reu en unas horas, voy a tener muchísimo tiempo para verla caminar con ropa de verano (ud conmigo en mi cumpleaños, con mi familia en mi cumpleaños, viéndome con sus ojos enormes en mi cumpleaños, oyéndome decir algo, una estupidez, en mi cumpleaños, tal vez tocándome en mi cumpleaños, sammy linda linda,  dejándose abrazar y besar por mí, por mis labios, sammy, por mis brazos en mi cumpleaños, los abrazos que la aprietan tanto, hasta, ¿cómo es que dice? aplastarla). Sus piernas y sus labios y su naricita de princesa cuando escucha mirando a los ojos bajo el sol hirviendo y arruga la nariz, le pica y la mueve frágilmente con la mano, como si le molestara (la alergia más linda del mundo). Va seguirme excitando su belleza aún cuando ya no la tenga, cuando ya no pueda verla más mirándose en un espejo conmigo (¡todo lo que nos parecemos!), cuando no pueda  convencerla de que ni siquiera es malo verla desnuda ¡Una noche más con ud y los espejos y los besitos, sammy preciosa! Solo una, sí mi amor linda?!!! La última de todas, ¿va? Esa noche que ocurra y sea la última vez que nos vayamos de un edificio, de verdad, para siempre. La noche que todavía no quiero que llegue, estrea de mi corazón. 






     Nunca conocerá a Pérez Cabello, eso es seguro, porque es demasiado lista para quererlo CANTIDADES INDUSTRIALES DE LIBERTAD.  Pérez Cabello alejándose mil veces de ella para entenderla, para pensarla como un lobo que se aparta de la manada para andar solo en la nieve. (Un hombre enamorado se olvida de sí mismo- me dijo una vez una budista en una reunión del Camino del Diamante en zona 14, después de ponernos a meditar estúpidamente sobre unos cojines).  Siente que pierde poder y se escapa hacia algún escondite. Siempre se aleja para encontrar soluciones, para darse cuenta que es el dueño de su propio destino. Le excita comprobar mil veces que no necesita de nadie, que hará todo lo que quiera hasta que ya no lo quiera).  


Solo después, tomándonos una botella de vino en zona 4 me dijo que lo había pensado bien y que había sido una estupidez enorme haberme dicho todas esas cosas de los hombres porque las había sacado de un librito re cursi de John Gray y se le caía la cara de la vergüenza conmigo, porque sabía que yo investigaba todo, que siempre leía todo, y que ese libro solo la había hecho pensar tanto en mí que no se lo pudo callar, que yo era demasiado lo que describía ese libro y que, otra vez, perdón, se moría de la pena por habérmelo dicho: sabía bien que me cocinaba los ojos leyendo y ese libro solo era una porquería comercial.


-No, no. Está re bien -le dije-. 


A veces me encierro para pensar en las cosas que vi en algún hotel de la ciudad, parados hasta arriba de la zona viva, mirando las luces amarillas de la calle cuando estamos a punto de irnos abajo, al lobby brillante en un ascensor con espejo que deja ver mi cara junto a la suya, ya cuando una de todas las habitaciones del edificio se ha quedado con nosotros: nuestro olor y las marcas de vapor de una conversación suavecita en la ventana, cuando vimos hacia abajo el aeropuerto La Aurora y las calles vacías y le dije que la amaba empañando el cristal, "¿Princesita sabía que la amo mucho? ¿Sabía que me vuelve loco LOCO, verdad?", ahí, en mitad de la humedad de todo lo que hicimos: la prueba material de que estuvimos juntos. LAS HABITACIONES A LAS QUE SIEMPRE VUELVO PARA PENSARLA, GATITA PRECIOSA. 


Pienso un jardín de Carretera a El Salvador ahorita, al comienzo de toda esta pandemia (COVID, nuestro lugar, y el mantelito verde cuando lo puso por primera vez en la grama), los días que todavía no la había besado y la tenía tan cerca que podía olerle la respiración, esos ratos estúpidos que medio dormía y planeaba como un loco en besarla, porque ya me lo había imaginado antes, mil veces, viéndola en el parqueo de la universidad, y no aguantaba esa distancia asquerosa de dos o tres centímetros que me separaban de su naricita, de nuestras caras parecidas, sammy linda, de mis ganas ahorcadas de tenerla. Ni siquiera importaba la pandemia, ni siquiera importaba el mundo, solo quería tenerla. Pérez Cabello desesperado en pleno toque de queda porque llegara el día siguiente y pudiera besarla, amorcita linda, ahora sí, para siempre,  pensando en cómo iba a hacerlo, cómo iba a tomarla cuando ya no estaba conmigo, imaginándome sus ojos cerrándose frente a los míos mil veces para besarla CHORREARLA POR DENTRO DE GATITOS—.






Cierro apenas los ojos, los abro sobre mi escritorio. Son las 4 am y sigo escribiendo pero ya no estoy acá. Estoy arriba, conduciendo hacia Santa Elena Barillas en el pickup, hacia el cuartito de las literas barnizadas de Chatimel: esa casa con jardines alargados y barandas transparentes que enseñaban el lago (ES LA MISMA VISTA DEL SITIO DONDE SE CASARON MIS PADRES). Veo las escaleras viejas cuando vamos arriba agarrados de la baranda y de nuestras manos, al cuarto que está a la derecha, aunque ni ud ni yo conozcamos la casa, ni la izquierda o la derecha en esas gradas pronunciadas de caracol,  ni lo que vaya a pasar en un rato, cuando solo adivinemos los espacios sin hablar y tenga un chance enorme de tenerla. Veo el número 4 de hierro que hay en la puerta,  claveteado sobre el marco de la puerta y sonrío cuando la miro yendo hacia allí, atraída por ese número sin saberlo, porque está en todo lo que ha sido importante en mi vida, mi amor. SU CUERPO PRECIOSO ACERCÁNDOSE A UN NÚMERO CUATRO.


Abro la  puerta. Es 25 de septiembre cuando abro la puerta. La dejo pasar frente a mí y ya sé lo que vamos a hacer. Cierro como un jugador de póker detrás nuestro, como un ujier! La mano que pone llave da saltos y la guardo en el bolsillo para que no pueda verla.   -Ud me encanta, sabía eso gatita linda? Me pone RE- ESTÚPIDO- RE IDIOTA. RE-IMBÉCIL. RE-TONTO -le digo (y estoy diciendo solo la verdad).  Veo sus ojos verdes examinándolo todo y sus dientes brillantes de saliva cuando sonríe y pienso en todo lo que había deseado ese momento. Desde que le escribía notas en la universidad para poner en su carro había querido ese mismo minuto. HACE MESES QUE ME MUERDO LOS ANTEBRAZOS POR UD MODELITO; POR ESTAR ASÍ CON USTED, SAMMY LINDA. HACE MESES QUE IMAGINO ESTO, GATITA, BARBIE LINDA, MI AMOR. HACE MUCHÍSIMO TIEMPO QUE ESTOY METIDO HASTA ADENTRO DE ESTA TARDE NUBLADA, COMO UN RETRASADO MENTAL, COMO UN ENFERMO JODIDO POR USTED.  


-Hay demasiada luz, danito, - -dice, y se acerca para abrazarme, viéndome desde abajo como una niñita pequeña que se queja de algo que le divierte. "Demasiada luz danitooooooo".  


Arrancamos las sábanas de la cama para tapar las ventanas. // Estamos a una hora de que oscurezca cuando se sube de un salto a la parte de arriba y tratamos de improvisar unas cortinas. Este momento es muy importante para mí, SAMMY PRECIOSA, anótelo bien en alguna parte para siempre. Quédese allí para siempre, va? Ni siquiera se mueva. Quiero verla. Tenerla siempre.  ¡Si tan solo supiera lo importante que es para mí ningún error importaría! ES EL ACERCAMIENTO MÁS HONESTO QUE HE TENIDO A LA BELLEZA.


Nos refugiamos abajo de la litera, viendo las tablas de la cama de arriba y sus ojos cerrados quedan inmediatamente bajo los míos, sintiendo sus pestañas en mi cara cada vez que abre y cierra los ojos, como una mariposa encerrada en un bote, sammy linda, ¡como una mariposa metida en un frasco! Le siento sabor a su respiración nerviosa y a sus palabras ronquitas y hasta huelo el día nublado que nos hace afuera, vibrando en la ventana cuando estamos a punto de ( ) . ¡Todo está tan en calma, sammy linda! todo es tan correcto y tan hermoso y  tan sencillo allí con ud. Huele a madera y medicinas y ropa vieja y piel cubierta de vainilla; huele a su pelo y al mío y a las habitaciones que compartimos cuando fueron las primeras.



 -No mire, va danito? Hey danito! no mireeeeeeeeeeeeee.