Estoy metido en un chat gratuito de Terra al filo de las 2 de la mañana con la vista
lamiendo los nicknames de los usuarios en línea (boxcar_racer, fitipaldis4,
hermanomayor, tu_padre88, vaya-vaya37, para-siempre-tuyo…). Un total de 73
desvelos en la sala de amor/amistad. Unas 10 personas que siguen typeando muertos
de sueño por una cibernauta Lolymelon
que asegura vivir cerca del Espolón.
Matadorkempes propone fumar un cigarro en las bancas de Pérez Galdós, esas que están frente al café Ñ. Todos dicen que sí, yo mismo digo que sí. Lolymelon está escribiendo… Parece que
escribe y borra lo que quiere decir una y otra vez una y otra vez hasta que aparece finalmente
un emoticono con cara de “:s” seguido de "mucho frío..." y una taza
de café y un muñeco de nieve y un copo, también del vetusto catálogo de
emoticonos de Terra que recuerdan a messenger. Nadie vuelve a pensar en el cigarro. Se descarta. Matadorkempes,
si es que en verdad fuma, seguramente tenga que encenderlo solo frente a la PC de su casa, o salir en calcetines al balcón de su triste apartamento,
igual que el resto de nosotros, para fumar esa madrugada pensando en algo importante. Pregunté "¿de qué sirve este chat? ¿Se
queda alguna vez con alguien? O ¿Han quedado alguna vez con alguien, se han
visto??”
DeNiro84 dijo que los chats estaban muertos desde hacía mucho tiempo. En
2005 -dijo- reunió un grupo de 15 personas que se vieron en la Plaza, después
tomaron una cerveza en el local latino, el que está cerca del Puente de Hierro.
Había chicos y chicas, eran otros tiempos, apuntó, tiempos de foros, blogs y salas de chat en internet copados de gente. Años muy felices.
Babyranks entra en la sala. Nadie habla por un momento hasta que
B.ranks, recién ingresado, hace exactamente lo que hacen todos. Escribe un hola y poco
después, cuando examinó ya la lista de personas en línea, se dirige a Lolymelon, que es la única mujer que aparece en la columna
lateral de usuarios online. Naturalmente, los que estamos leyendo lo
que pone nos vemos reflejados en él y resulta penoso y tan triste verse
reflejado en un hombre que busca a una mujer. Le pregunta a la chica que si
trabaja o que si va a la universidad mientras me imagino cómo sería ese tal
babyranks, tal vez porque pienso en un latino de esos demasiado
sueltos (españolizados, caninizados) que igual hablan como españoles y alardean de la parte exótica de sus
países de origen que ni conocen,. Me
incorporo un poco frente a la silla, las manos sobre el teclado y escribo “Babyranks
es un caliente de mierda, ¿no creen?”
Hay un minuto en que no sucede nada en
la sala de chat. Luego, casi al mismo tiempo, dicen todos que me calme, que
todos están, dicen, “de buen rollo”. Era una estupidez atacar eso, pienso ahora, decir que estábamos online por otra cosa que querer encontrar
a una mujer, Alguien joven para vivir algo esa misma madrugada porque al final todo el mundo es optimista, dispuestos a las mismas
cosas. Tan solo conseguir hablar con Lolymelon por teléfono -pensaba- y decirle que estaba loco esa noche por las cosas que había visto en la ventana de uno de mis vecinos y que tenía una botella casi nueva de wiski para bebérnosla y contárselo todo todo, ver lo que sucedía si nos la bebíamos entera en el paseo del Ebro, que podíamos hacer
lo que quisiéramos, que se diera cuenta: al final solo éramos jóvenes. Nadie mandaba sobre nuestras vidas. Éramos jóvenes Loly.
Yo era uno de esos 72 desvelados en la sala de amor/amistad. Me lo dije esa vez,
al menos recuerdo haberlo pensado: hay ratos en que podés sentirte especial,
Dani, único, a veces fuera de serie, pero todo eso se cae cuando te ves en una sala
de chat gratuito en español con gente mediocre que toma las mismas decisiones
que vos tomaste para estar allí, invirtiendo el tiempo en las mismas cosas, a la misma hora. Incluso
cuando se trata de ser prudentes y no espantar a una chica sin cara y sin
nombre que entra en una sala virtual, como en este caso, intentando sacar algo verdadero de allí, desesperadamente, una
historia con ella. Sos igual que ellos, pensas. Solo que ellos lo saben, lo aceptan resignadamente, lo reconocen, se rindieron hace tiempo, pero vos no.
Somos todos unas ratas que saben usar el internet, pero eso es todo lo que hay. Lolymelon
escribe: "Estudio. Sólo estudio.”
Dejo el brillo del monitor por un momento. Atravieso la sala,
el pasillo que da a la cocina y el resto del apartamento a oscuras, que está hecho un desastre. Entiendo que llevo más de 6 horas bebiendo con el
chat abierto de Terra (porque no logro escribir nada desde hace tres días en esa
biblioteca pública de la Rioja, ni en las tardes cuando vuelvo a mi habitación y empiezo a desesperarme frente al teclado). Toco las paredes rugosas
con las manos hasta dar con el plástico liso del interruptor. La luz que se
siente rara, como demasiado amarilla al caer sobre los muebles viejos y el piso cerámico y las cosas que conozco. Llego
a la nevera, saco una Steinburg helada, me asomo a la ventana y veo los aspersores que mojan la grama y los troncos de los árboles. Me vuelvo a sentar frente al monitor. Manos
en el teclado. Pregunto que si conocen la cerveza del Mercadona, la Steinburg.
Eloymanipulador, que apenas había participado antes en la
conversación, resulta que es uno de esos expertos en cerveza de lata y tabaco
para liar y mecheros Zippo y no tarda en desplegar su conocimiento en el chat. Por
suerte para él, esa noche puede darse el lujo de tener una pestaña de Internet
Explorer abierta con Google por cualquier consulta, poder revisar a cada momento que esté
escribiendo correctamente las marcas de cerveza que recomienda. Porque es
normal equivocarse al recomendar por escrito una Stella Artois o Leffe o
Budweiser o Guinnes o Lannister. Me río en alto de esa estupidez, y de todo lo que pienso esa noche, de lo que estaba siendo mi vida después de abandonar la universidad de Salamanca. En todo caso yo también tuve que
echar un vistazo a la lata verde de cerveza para escribir correctamente “Steinburg”.
Tres usuarios encuentran interesante el tema y preguntan a
Lolymelon que qué es lo que más le gusta beber, a lo que ella responde a secas:
“cubatas. Bebo cubatas”. “La cerveza es mejor que los cubatas… ¡mejor que la Coca-Cola!”,
dice DeNiro84 que seguramente sólo acompañe la comida con refrescos carbonatados
de frutas o haga un esfuerzo enorme cada vez que (presionado por la compañía de
un amigo gamer) se atreva con una cerveza en 100 Montaditos. “Pero…
Danidanidani" (que soy yo), escribe Eloymanipulador zanjando el tema de una vez por todas, “la
Steinburg es bastante buena, eh?” “Por
el precio, vamos”,
Se
habla con menos ganas y la conversación languidece. A todos nos rutila
de inactividad la barrita del cursor sobre el cuadro de texto de Terra, pero
nos da pánico que Lolymelon abandone la sala dejándonos solos. Pensamos en algo
que haga que se quede un poco más, que se desvele con nosotros un poco más, que es lo
que queremos al final: la compañía de una mujer logroñesa.
“¿Qué estudias Loly?”, dice Babyranks.
Pero esa es quizá demasiada información y Lolymelon tira un “jeje” seguido de
un emoticono con movimiento propio que sonríe y se pone rojo una y otra vez. Algún
optimista pregunta por su número de móvil, ella ni siquiera contesta.
Matadorkempes se despide a las 3 de la mañana en punto.
Después del “cuídense” escribe “¡ah! me olvidaba: todavía voy a salir a fumar ese
cigarro que nadie quiso en la plaza de
avenida Pérez Galdós, los bancos frente al Café Ñ. Digo por si hay alguien que
tampoco pueda dormir esta noche. Saludos y buenas noches, gente de Terra”. Aparece un
mensaje autogenerado en letras itálicas que dice: Matador Kempes ha abandonado la sala. Su nombre desaparece de la
lista de personas en línea.
El
crack de otra cerveza rebota en las paredes de mi apartamento y hace un pequeño eco al entrar en la cocina, otra Steinburg congelada que te hace eructar al segundo trago,
antes de llegar a la silla. La luz del monitor otra vez sobre la mano que controla
el mouse y un paquete de Ducados rubios inmediatamente después, que son los que empecé a comprar cuando se fue Sarah y me daba lástima fumar Marlboro. No tuve tiempo
de decirle a Matador que lo acompañaba con un cigarro, después de todo salir
del apartamento me haría bien, estirar las piernas, hablar con alguien de cualquier cosa,
de Lolymelon, de si en verdad existiría en alguna parte de La Rioia, o del mundo. Fui por mi abrigo y me lavé los dientes.
Matador, o la persona que supongo Matador, está sentado en
una banca viendo la pantalla de un Smartphone que le alumbra la cara por debajo
de una de esas gorras que ponen Obey
y se muerde el cordón del pullover en un gesto de aburrido entretenimiento. Toca la pantalla del celular con cierta violencia despreocupada, como bajando
en una lista de contactos interminable o fotos o canciones de una playlist
infinita. El supuesto Matador no está fumando, no hay siquiera rastro de una cajetilla sobre sus
muslos o al lado suyo, en el banco, y es
probable que no fume aunque sí cabe pensar que se haya fumado un cigarro antes,
en el tiempo que tardé caminando hasta calle Somosierra. También es posible que
no sea Matadorkempes del chat de Terra el que está allí sentado y sólo alguien
que espera recibir una llamada importante, quizá simplemente alguien que no puede
dormir, que sale a intentar resolver un problema. Alguien como yo.
Hace
un frío de ponerse la capucha –pienso-, que otras veces parece tan innecesaria,
y meter las manos en los bolsillos en busca de una diferencia mínima de calor. Pasa un envoltorio morado de ¿galletas Milka? dando vueltas arrastrado
por el viento y es lo único que se escucha, el plástico haciendo
desplazamientos largos jjjjjjj y /…/ jjjjjj…. Deteniéndose, luego otra vez jjjjjjjjjj
en el asfalto mojado. De día esas cosas ni siquiera hacen ruido. El supuesto
Matadorkempes sigue viendo el celular aunque ya no toca la pantalla táctil con
la misma fuerza de antes y parece que se hubiera detenido en alguna publicación,
en un artículo deportivo de As o de Marca, que es lo que lee esa gente. Los que incian peleas en los comentarios de Sport por defender a sus equipos de primera división.
Saco un
Ducados con las manos casi congeladas y cruzo el paso de cebra que da hacia la pequeña
plaza. Las luces del semáforo rutilan en ámbar y se reflejan en la pintura blanca del pavimento, se escucha el viento en las
orejas como soplar en un micrófono.
Matadorkempes
aparta la mano del teléfono un momento y se la frota contra los pantalones deportivos,
después empuña y sopla a través de los dedos para calentarlos, ahí es que me ve
por primera vez. Avanzo y empiezo a notar algunos detalles suyos, como que
tiene los lados de la cabeza rapados y que la gorra efectivamente dice OBEY. Pongo
el cigarro en los labios y me acerco a pedirle fuego.
-Buenas
noches- digo- ¿tienes…?-
Y dice “sí, chabón” al ver el Ducados colgando
de mis labios y me río mientras lo veo buscar fuego en sus pants deportivos delgados
porque pienso que tiene que ser él obligatoriamente, porque se nota demasiado el acento agudo argentino y para quienes no lo sepan, Matador Kempes es un ex jugador de fútbol y comentarista de ese pais.
-¿Por qué te pusiste Matadorkempes en Terra?- le digo mientras se deja de
palpar el otro bolsillo, (siempre lo que buscas está en el segundo bolsillo).
-¿Pero vos sos gay?!- Dice con la voz chillona de los argentinos cuando preguntan
algo a la defensiva.
Me quedo
de pie sonriendo con el cigarro en los labios.
-¿Cuál es el problema? -le digo, y casi me río de forma siniesta apretando los dientes.
M. Kempres se levanta y se aleja dos pasos, hacia la avenida, se compone la gorra. Extiende
los brazos a los lados como el Cristo Redentor de Brasil.
-¿Vos
quién sos, pibe?- pregunta.
-Soy
Danidanidani- le digo- del chat, ¿Me prestas el fuego?-
Se calma
un poco, aunque con cara de asco, y sigue
con la búsqueda del encendedor en el bolsillo que le hacía falta. Lo saca y me
lo extiende sujetándolo con los dedos más largos.
-Gracias-.
-Dale-
dice, y mira incómodo para otra parte, la calle vacía, el rótulo fluorescente de Café Ñ
apagado por la hora. Le devuelvo el encendedor.
-¿Crees
que vaya a venir Lolymelon?- le digo.
-Yyyyyy…
no sé, chabón… Yo igual lo puse en el chat, ¿viste?, `por si acaso.
-¿Por
qué preguntaste antes que si era gay?
-Chabón,
porque la invitación no era para vos, ¿te das cuenta? Ni para vos ni para los
otros forros del chat. Mirá que a veces vienen pibas a esta hora…
pasean un perro, fuman un cigarrillo, arman kilombos por teléfono… no sé, las cosas que hacen las chicas.
-¿Por
qué invitaste a todos entonces?- le dije y el argentino me vio con algo de
miedo y distancia a la vez, cuando se dio cuenta que había estado bebiendo.
-Pelotudo,
para que lo viera Loly. Las minas no tienen nada que hacer a veces y dan una
vuelta larga en lugar de seguir conectadas al chat.
-¿Para
qué?
-YYY…
andá a ver. Tal vez para evaluarte de lejos. Son curiosas las minas, ¿eh?
-Pareces
Babyranks. –le digo con un desprecio creciente. Aprentando los puños en medio
del frío y la ira, queriendo con todo mi ser que suceda algo esa madrugada: una
pelea.
-¿Qué
decís, pibe?- dice. Otra vez el tono argentino agudo.
-Pensé
que eras Babyranks. Pareces un pandillero-le digo- La gorra, el pelo a lo
Cristiano Ronaldo, el tatuaje de coronas en el cuello, los zapatos blancos de
basquetbol. Un reggaetonero. Un sudaca con pinta de dealer. Barriobajero, villero, cani de España.
-¡¿Pero
qué me estás diciendo, alto sorete de perro?!
Me quedé
donde estaba, sonriendo, viéndolo a sus dos ojos pequeños, que eran los de una rata cobarde.
-¿Qué vas
a hacer después de todo lo que te dije? –le pregunto con tranquilidad. Me lamo los labios. Tengo los puños apretados en la chaqueta.
Hizo el
ademán de quitarse el pullover para pelear y luego se detuvo. Dijo que no me
iba a romper la cara sólo porque “te lo digo en serio, conchudo, no me creo lo
que estás diciendo”. Y se alejó caminando erguido y volteando con cara de malo
cada cinco pasos hasta que lo vi perderse después del Café Ñ.
La brasa del cigarro
estaba empezando a quemarme los dedos y lo tiré bajo los árboles enanos del parque. Ocupé
el lugar de Matadorkempes en el banco y encendí otro cigarro con la vista
entera hacia la plaza vacía. Los sitios que en el día están llenos de
gente –pensé- ahora vacíos, para una sola persona, después de todos esos niños
y niñas, perros y bicicletas y abuelos usurpando los sitios de sombra y parejas de gitanos
y familias de matrimonios jóvenes y árabes leyendo el periódico con los
dientes amarillos de fumar tanto y adultos divorciados regresando a sus pisos con bolsas pequeñas del Consum. Chupé el Ducados con las manos temblando del fío en
cada calada y pensé por primera vez en mucho tiempo en todo lo que había cambiado mi vida. En lo que era. Y en lo difícil que
sería recuperarla en Guatemala, si algún día decidía volver. Me gustaba España,
había aprendido a quererla, pero empezaba aburrirme de las cosas que no eran mías, como esa plaza de Logroño que decía tantas cosas al verla.
Había dejado ya la universidad (para siempre) y la Rioja podía ser una gran aventura, desde luego un gran acierto si seguían ocurriéndome cosas, si seguía siendo valiente, pero también podía ser un
gran desperdicio, una forma de perder el tiempo y sentarme durante horas a recordar el pasado.
Estaba a
punto de irme, sacudiendo la ceniza de mis pantalones cuando al otro lado de la
plaza vi que se acercaba una persona. Era una chica tal vez demasiado grande
en un abrigo rojo y leggins negros que paseaba un perro pequeño en uno de los extremos más alejados de la plaza. Sin duda una señora gorda de rostro muy blanco y el pelo negro que
se detuvo un momento con el perro a ver hacia donde yo estaba, todavía de pie
junto a la banca, frente al café Ñ clausurado. Nos vimos unos
segundos y le hice un saludo con la mano que pareció asustarla, pues se fue recto en esa misma calle, sin voltear en el lado ancho del paseo peatonal, a donde estoy seguro, pretendía hacer su paseo si no hubiera estado yo.
La PC
estaba encendida cuando regresé al apartamento, con el salvapantallas de
Windows, ese que rebota en los cuatro extremos del monitor y cambia de color al contacto de los bordes. Fui por otra Steinburg helada a la cocina y regresé al
escritorio. Moví el ratón y apareció la página del chat que había dejado
abierta. 2 personas online en la sala amor/amistad. Ya no eran insomnes sino
madrugadores, gente que se conecta mientras desayuna o espera a que se le
seque el pelo para ir a trabajar. Había dejado de leer los mensajes a las 3:07
de la mañana, cuando escribí con el abrigo puesto y los dientes lavados: Hasta
luego, logroñeses. Procuren descansar algo. Salud y paz. Lolymelon había escrito lo último sobre las 3:20.
Puso: Chao, salgo a dar una vuelta. Eloymanipulador preguntó dos veces seguidas
“¿Adónde vas, Loly? Loly, ¿adónde vas?, pero entonces, justo abajo de su mensaje apareció el
mensaje en itálicas de “Lolymelon ha abandonado la sala” que acabó con la
esperanza de todos, que ya no escribieron nada.
Apago la PC, me desnudo para meterme en la cama y antes de apagar la luz
pienso que más tarde será otro día, que no voy a entrar más en esas salas de
chat en español llenas de hombres y mujeres tristes. Que no quiero ser como ellos, aunque todos seamos lo mismo: hombres y mujeres tristes.
Logroño, 2015