sábado, 23 de abril de 2022

DANI O DANIEL, PARA DIOS ES LO MISMO


Apenas ayer estaba sacándole punta a un crayón rojo -un Faber-Castell despotrillado que encontré en una gaveta- y fue la primera vez en AÑOS que le sacaba punta a un crayón rojo. Mis manos se sentían tan extrañas y torpes con el sacapuntas, como si lo desconocieran por completo, como si lo hubieran olvidado para siempre, y al girarlo torpemente la basura empezó a llenarme la camisa y los pantalones de esos patrones de viruta que de pequeño me parecían vestidos o bailarinas agarradas de las manos.  No recordaba toda la basura que dejaban los crayones rojos al sacarles un poco de punta, y tomé algo del residuo en la mano para ver cómo olía. Cera, resina, barniz y madera, exactamente como olía mi estuche, mis libros, mi mochila, mis manos y hasta mi vida en los días más felices que recuerdo. 





                                  




-Dani es un nombre para niños pequeños - me dijo Kimi cuando la fui a dejar este jueves a su casa.  -Es un nombre para bebés. Niños Chiquitos.


Le sonreí como yo mismo me he visto sonreír en mis fotos de pequeño.


-Verdad que sí, Kimy?, verdad que sí?- le dije con el motor todavía encendido frente a su casa.  -No es nombre para un adulto, no es nombre para un viejo, lo he pensado mil veces. Re tonto pensar en un dani de viejo.


Kimy sonreía divertida. -¿En verdad lo crees?, ¿en verdad piensas eso?


Le dije que sí. -Tú misma lo acabas de decir.


Quise decirle algo más: como que dani es nombre para alguien que la está cagando toda su vida. Alguien que vive ardiendo, pero no se lo dije.


-Conozco un par de esos, sabías KIMY?  -Le dije en vez de eso.- un par de danieles grandes y acabados, don danis de 50 años, don Danis casados. Señores de vestidor de club de tenis, señores de sauna y toallas pequeñas. Danis de 60 años. Danis terminados ¿sabes lo mal que se oye ese nombre en gente tan grande? ¿has pensado alguna vez en eso?


La Luz de los carros y de los intermitentes y de los comercios se metía en el carro y le alumbraba los ojos y los brackets a Kimy.


Se rió. -Noches, dani. Dani el travieso. Dani guapo -dijo-. Dani viejo. Me encantaría que vinieras más seguido-. Se bajó del carro y antes de cerrar la puerta agregó:  A mí me gusta mucho tu nombre. Me encantaría verte de viejo.


Di la vuelta al final de la calle y conduje a la parte más alta del periférico, hasta arriba, para ver las luces que empezaban a encenderse perezosamente en la ciudad, -la cuenca del millón de años-, pensé,  como si las casas se contagiaran tímidamente La Luz al caer un poco la tarde y todo quedara iluminado. Me senté en la palangana y encendí un cigarro para pensar, el primero en varios días para pensar, y me puse a recordar mi propio nombre, como un acontecimiento importante. Cómo es que Dani se ha significado siempre libertad. Cómo es que daniel ha sido siempre el sitio donde empecé, pero también el sitio donde voy a terminar. Lo más valioso que tengo, aunque pronto empiece a sonar ridículo (Yo mismo sé que nunca seré un dani de viejo).







Cuando solo era un niño de 5 o 6 años mi mamá me llevó muerto de sueño a la cama, y después de apartar un libro de la Biblia ilustrada que había dejado abierto sobre la almohada (justo en el libro de Daniel, donde pasaba horas viéndome (daniel de la Biblia, Daniel del foso de los leones, Daniel de  zedrac, mesac y abed-nego, cuyos vocablos complicados ya me sabía de pequeño, y que me encantaba mirar de cerca una y otra vez imaginando que no ardían nunca en las llamas altísimas de un  horno), me dijo: ¿sabías lo que quiere decir tu nombre? -y la miré confundido a los ojos, restregándome los párpados del sueño para verla bien en la luz y decirle que no sabía.


Me había bañado unos minutos antes, me había puesto un pijama de carritos, me tapó hasta la barbilla con el edredón bien doblado, fuerte sobre el pecho, como me gustaba,  y ahora me peinaba en la cama recién bañado en la casa de Cantabria y los ojos se me cerraban del sueño oyendo su voz. Nunca me gustó tanto una voz como la voz de mi madre. Me atravesaba por dentro, podía sentirla corriendo adentro de mis brazos al escucharla decir algo, de mi cuello, de mi garganta y arterias; un hormigueo en los pies y en las manos cuando la oía hablar por teléfono con sus dientes gigantes, haciéndome cosquillas en el cráneo al platicar, sintiéndola andar descalza por mis pulmones. Ahora pienso lo mismo: su voz no se parece a la de nadie.


-¿Qué quiere decir mi nombre, mama? -le dije. Y ella seguía peinándome, mirándome desde arriba, mimándome bajo La Luz amarilla de la lamparita. Miró la hora en mi despertador del Real Madrid para ver si no era muy tarde ya y me explicó suavemente que Daniel significaba en hebreo “Dios es mi juez”, y aunque me moría del sueño y era muy pequeño para saber muchas cosas, nunca se me olvidó ese descubrimiento: mi nombre significaba algo.


-Tu nombre es el de una persona muy valiente, Dani. -me dijo aquella vez con sus dedos pasando como rastrillos entre mi pelo.- Un consentido de Dios -Me explicó sentándose más cómoda en la orilla de la cama- Él te quiere mucho, sabías eso Dani? Sabías que Dios a ti te quiere mucho? -y se le hacía un nudo en la garganta al decirlo, como si quisiera ponerse a llorar.


Moví la cabeza en la almohada para decirle que no sabía, no sabía eso, mama.


-Él te conoce y te escucha, te ama mucho, ama mucho tu corazón, dani. Este de aquí mira-dijo tocándome el pecho con un solo dedo que atravesó el edredón-. Él escucha cada palabra que decís y pensas, cada cosa que haces, porque sos su preferido. Está muy pendiente de ti Dani, más que de todos los demás. -dijo-. Te llamas Daniel y él lo sabe muy bien, sabes por qué? -no mamá, no sé por qué. Por qué? -Porque ese es su nombre favorito -dijo.-Solo que no se lo vayas a decir a nadie, va?- y me dio un beso en la cabeza mientras yo movía afirmativamente para decirle que no se lo diría a nadie-Solo papa, Dios  y yo te amamos así nanito, oíste? sos nuestro consentido.-  


A mi mamá le encantaba quedarse oliéndome el pelo después de abrazarme y decirme noches, me llenaba de shampoos y de jabones y de lociones al bañarme y luego me envolvía en una toalla bien seca y calentita, recién salida de la secadora de ropa para apretarme  y olerme la cabeza. 


Mi madre se quedó un rato más, pensando. Creí que se iría pero siguió un poco más conmigo, como si se hubiese olvidado de algo.


-Alguien que se llama como tú no le tiene miedo a nada, sabías eso dani? -dijo-. Daniel es el nombre de alguien muy valiente, alguien que Dios quiere especialmente, más que a los demás -repitió-, porque él sabe que harías cualquier cosa por él, que no tendrías miedo a nada por ayudar a la gente buena.  Por eso Dios te quiere tanto, y te cuida y ama tanto tu nombre y tus sueños y tus cosas dani, porque sabe que no son parecidas a las de nadie, que tú no tendrías miedo nunca de luchar por ellas. 


Mi madre se había quedado pensando, miraba la pared de mi cuarto mientras me peinaba distraída por las cosas que pensaba. Luego volvió a mirarme a los ojos.


-Alguien como tú no le tiene miedo ni a los leones, Nani!, imagínate eso -dijo, y le echó un ojo divertido al libro cerrado de la Biblia animada, que tenía a la mitad con un separador de lana, justo en el episodio de los leones. -No le temes a nadie, ni a la gente mala,  sabías dani??- Le dije que sí con la cabeza, yo sé mama yo sé.


 Mi madre bostezó, allí estaban sus dientes enormes de nuevo, en La Luz amarilla de la lamparita.


-Alguien que se llama igual que tú nunca se avergüenza de Dios ni de ser bueno con los demás ni de ayudar a las personas -dijo-. Por eso tú tenes que ser bueno con todos, va? me lo prometes? -y se lo prometí viendo sus ojos llorosos.- Tú tenes el corazón lleno de cosas bonitas dani, como el de tu abuelito, dani, que era igual que tú.- y a mi madre se le quebró la voz. 


-Te quiero mucho Nanito - me dijo como todavía me dice a veces que la veo- y me dio un beso en el pelo antes de apagar la lamparita.


     La mañana siguiente de escuchar lo que significaba mi nombre desperté con los ojos bien abiertos en la cama, pensando solo en eso, Diciéndolo por lo bajo en la regadera, en el desayuno y en el carro, de camino al colegio. No podía pensar en otra cosa que no fuera en mi nombre. DIOS ES MI JUEZ. Quería contárselo a mis hermanos en el camino, eso de que yo era el favorito de Dios y las cosas que me había dicho mi madre, pero lo tenía prohibido, así que no dije nada. Ellos tenían nombres normales, bonitos pero nada parecidos al mío, que era el favorito de Dios. Dios los amaba, y yo los amaba estúpidamente a ellos, pero sus nombres no significaban lo mismo.


Estuve pensando en eso todos los días durante meses. Dios es mi juez Dios es mi Juez Dios es mi juez. Se lo decía a los otros niños de la clase con un palo de escoba en la mano, dando saltos por todas partes, apuntándoles debajo de la barbilla. Tené mucho cuidado, les decía: "Dios es mi juez", y hasta bajé a una niña del pasamanos en el patio del recreo, Giova, la niña que me gustaba, que tenía las piernas llenas de piquetes de mosquito y las rodillas raspadas y  creía que era la mujer más bonita del mundo con sus cucos y todo, la más inteligente de todas, y la odiaba y la amaba al mismo tiempo por eso, porque perdía el tiempo pensando en ella cuando llegaba a mi casa después del colegio y me ponía a jugar en el jardín,  y luego, cada mañana que llegaba a clase intentaba llamarle la atención con cualquier cosa, algo nuevo para decirle, algo chistoso, algo que ella no supiera, algo que la hiciera sentir algo por mí -lo que fuera-, así que la bajé del pasamanos solo para retarla a que no sabía lo que quería decir Daniel. 


-Giova -le dije- a que no sabe lo quiere decir mi nombre. Dani o Daniel, para Dios es lo mismo -le expliqué-. Es lo mismo para él.- 


Giova me dijo que no sabía solo moviendo la cabeza y levantó los hombros para decirme que no tenía idea, después lo dijo con su voz suavecita y pequeña, súper aguda: no dani, no sé lo que quiere decir Daniel (odiaba no saber las cosas y eso es justamente lo que quería, lastimarla de cualquier manera, que se fijara en mí de cualquier forma), entonces le expliqué: 


-¿En verdad no sabe? Daniel es igual que decir Dios es mi Juez Giova. Como decir... Dios Juzga... como decir  Dios manda... como decir Dios y yo hasta el final... como decir Dios y yo arriba de todo. Quiere decir que Dios siempre mira lo que hago. Todo lo que hago Giova, pero solo él. Solo él me puede decir algo, ni siquiera Miss Cora me puede decir que hacer. Nadie me puede decir qué hacer.- Y me fui corriendo de allí. 


Luego entraba a la clase antes de que la maestra llegara y me sentaba en su escritorio como si fuese un trono, ponía  los pies, mis zapatos de luces encima para que todos me vieran: DIOS ES MI JUEZ.


 ¿Qué es eso, dani? me decía por dentro mientras creaba un alboroto entre los niños de la clase que ahora decían: DIOS ES TU JUEZ DIOS ES TU JUEZ DIOS ES TU JUEZ como gallinas entrenadas. Iba al baño, me miraba en el espejo y me reía de todo el poder que sentía diciendo eso. Lo repetía: DIOS ES MI JUEZ, o solo: DIOS JUEZ. o solo:  DIOS JUZGA y me echaba a reír. Era todavía mejor cuando lo decía en el espejo: Sentir a Dios estallándome en la garganta.


-¿Qué quiere decir eso dani?- Me susurró después Tian, mi mejor amigo, cuando estábamos pintando en la clase, hablando bajito para que la maestra no pudiera escucharnos y nos regañara frente a todos, que es lo que siempre pasaba.


-No te puedo decir Tian -le dije. Solo que Dios se fija mucho en mÍ. Dios está pendiente de todas las cosas que hago. Hasta de las cosas que pienso.


-Me prestas ese crayón? -le dije apuntando al crayón rojo que salía un poco de su estuche de tela- Es el primero que pierdo.





Hoy entiendo que mi padre decía  ese nombre hincándose en el piso, a la altura del vientre de mi madre para susurrarle al ombligo: “te queremos mucho Daniel” cuando yo ni siquiera existía y solo era “daniel” para dos jóvenes que serían padres por segunda vez. "Te estamos esperando desde hace meses Daniel. Te amamos y estamos listos para verte.". Y era la panza embarazada de mi madre a la que le estaba diciendo esas cosas, como un juego de vasos comunicantes. 


Mi madre imaginándome también mil veces en su cuarto, sola, cerca del 23 de abril de 1994, llorando sobre su propio ombligo de toda la ternura que sentía por mí. Yo mismo lo vi una vez en un video cassette viejo, como si fuera Dios viéndose en su propio baby shower, mi madre emocionada de que pronto diría mil veces mi nombre, que pronto sería mi madre para verme corriendo por ahí, poder limpiarme la cara, darme dulces y decirme dani todo el rato, para entender las cosas que iban a gustarme y poder mimarme y regañarme y que pronto yo también le rompería el corazón y le diría, mil veces, cuando aprendiera a hablar, te quiero mucho mama. 


Mi padre se asomaba un momento en el encuadre de la cámara, había dejado el aparato gigante de grabación encima de algo, un sillón, un mueble, un cojín, para poder salir él también en la toma, y decía junto a mi madre, sentándose en el apoyabrazos de la silla donde está mi madre con su panza enorme de embarazada, los dos son jóvenes y guapos cuando lo dicen, sus dientes se ven gigantes y muy blancos cuando lo dicen, parecen adolescentes y mi padre tiene una manzanita en la garganta que sube y baja cuando mira la cámara, sus ojos brillan de fuerza: hola Daniel. -dice, porque siempre quiere encontrar espacios para hablar, porque siempre tiene cosas para decir, porque ya los dos han soñado mil veces que existo cuando lo dicen: 


-Cuando veas este video vas a estar muy grande ya. Vas a entender todo lo que hemos querido verte, todo lo que hemos estado hablando de ti, y lo que hemos querido tu venida. -Mi padre tiene la mano en el vientre inflamado de mi madre, allí está su anillo dorado de matrimonio, en sus dedos gruesos; mi madre tiene la lengua empujando el labio inferior, que es justo la mueca que hace cuando está a punto de echarse a llorar. Su padre ha muerto, Pérez Cabello ha muerto, hace menos de un mes, y yo vengo a ocupar su lugar. Hacer una nueva herida en su corazón. 


-Todavía no sabes las cosas que pensamos de ti Daniel. Todavía no sabes lo que hemos imaginado tu vida. No sabes lo que te hemos amado aquí, adentro de esta pancita -dice mi padre inclinándose para besar la panza de mi madre, que ya ha empezado a llorar. -Estamos muy felices que pronto vamos a conocerte-.