sábado, 23 de febrero de 2019

Segunda disertación del viejo sobre la belleza


-A veces veo mujeres feas estudiando derecho o medicina y quiero decirles "por favor, dejen de estudiar o tratar inútilmente de arreglar sus vidas. Están jodidas. No hay mayor cosa para ustedes en el mundo. No hay belleza en sus caras ni la capacidad de inspirar  a nadie!!!". Es cruel, lo reconozco –dijo sonriendo el viejo-  Pero es así.-

El viejo hablaba con fuerza. No quería beber del vaso de cerveza que tenía al corto alcance del brazo  hasta no acabar de darse a entender, al menos no hasta calentar un poco más la conversación, que de todas formas él mismo absorbía en su totalidad. Los dos chicos vieron la espuma que se acumulaba en el borde del vidrio no cortante y las burbujas frías que subían hasta tocarla, sin poder atravesarla del todo.

-Veo profesionales arrogantes en sus despachos a veces –dijo mirando por la ventana- y a estudiantes a las que dan ganas de decir: sí, sos buenísima y lo que quieras, una máquina, alguien muy buena en lo que hace,  la mejor, si quieres (¡Bravo! Mis aplausos y mi espalda doblada en arco hacia ti en un estúpido gesto chino), pero sos fea. Vas a casarte con un tipo feo, un arruinado que va a pensar todo el día en otras mujeres hermosas. Amargado cuando te vea en todos los cuartos de la casa que renten en la zona 5 o 6. Muerto del asco después de los años que lleva viéndote despertar por las mañanas, sin ningún deseo real  de hacer nada contigo. Sintiendo una
náusea profunda de tus olores y formas de verte aplastada  en el sillón por las tardes viendo la tele, con tus pies descalzos horrendos metidos en unas chanclas verdes terribles, las piernas como cactus dejados de rasurar desde que la relación fue languideciendo, y luego el sonido horrendo que hacen al moverse en la tapicería de cuero sintético, raspándolo. Vas a roncar por las noches y él va a desesperarse agitando los puños en el aire, atormentado en la oscuridad de la habitación, revolcándose como un puerco en el colchón porque no puede creer que además de fea podas  ser tan molesta. Que puedas afectarlo siendo tan fea, teniendo esas piernas enormes, esa figura descuidada y esa cara mediocre, que parece que es lo único que no quiere abandonarte.-

El viejo sonreía. Miraba de reojo el vaso frío de cerveza, cediendo con dificultad a la tentación de pegarle un buen trago.

-Va a sacarte al cine o a comer algo por costumbre, porque es lo que hace la gente, y va a esperar con fuerza que no protestes de absolutamente nada en toda la noche. Que solo pongas cara de ser la mujer más feliz del mundo y ni se te ocurra (en serio no se te vaya a ocurrir) quejarte de nada. Porque eso podría arruinar aún más su vida, tu cara fea teniendo la desfachatez de quejarse después de ser una carga, de representar un error clamoroso en su biografía empequeñecida. Va a mirarte con una sonrisa que quiere decir “¡Dios santo, pero qué fea que es!” cuando estés distraída viendo el celular, o estudiando con minucia la cartelera del cine. Te vas a levantar de alguna mesa después de tomar algo contigo o en espera de la hora de la función y vas a caminar arreglada frente a él con tu culo sin gracia y él va a pensar que no arregla nada todo el maquillaje que usas, ni tu ropa escogida meticulosamente en tiendas de moda, o las citas carísimas del salón de belleza que agendas entre semana; pensará que los cuidados no hacen nada en ti, ni siquiera  todas las adquisiciones estéticas juntas podrían lograr un avivamiento considerable en tu apariencia. Lograr, digamos, en última instancia, que motives a un hombre a conquistarte. Moverlo apenas un centímetro hacia la excitación. Estás arruinada."-

El viejo se reía. Tenía más. Mucho más. Tomó de la mesita el vaso congelado de cerveza, agitándolo en la mano.


-En el centro comercial van a pasarlos al lado  otras parejas de hombres y mujeres hermosas, algunas de  las cuales serán solo medianamente hermosas, pero mejores que tú, sin duda, que  vas caminando de su brazo mientras él maldice, porque detesta saber que se tienen el uno al otro. Él va a dejar de desear que llegue el día siguiente, y todos los que vienen, lo que tendría que ser normal en una persona corriente (encontrar un alivio en mirar hacia el futuro), y en cambio, pasará horas pensando en una vida diferente a la que ya tiene, una que nunca tuvo,  donde las cartas se hubiesen echado de otra manera; donde no estuvieras tú con tu cara  y cuerpo desafortunado, donde no enojes a nadie con el olor que dejas después de cagar en el baño. Una vida en la que poder escoger una rubia fabulosa a sus anchas, una jodida que sí le motivara a buscar lo que más quiso en los sueños más íntimos que tuvo, alguien que pudiera moverlo como un lobo a conseguirlos. Que cuando las cosas van mal en la calle baste con volver a casa y ver a la rubia desnuda para experimentar el bálsamo de su presencia. Encontrarla con un short pequeño frente al  lavaplatos,  donde se vea su culo firme y redondo moviéndose un poco al andar descalza por la casa, con unas calcetitas pequeñas de color rosa, sucias por debajo de las plantas. Su ropa de gimnasio como una delicia que olfatear al recogerla del piso para meterla en la lavadora. No importa el olor rancio cuando viene de una mujer hermosa. En conclusión –dijo acercando el vaso de cerveza a los labios- alguien que sea un consuelo permanente, una fuente inacabable de belleza.-

El viejo se detuvo, aclaró su garganta gangosa, a veces acumulaba muchísima flema por el consumo desquiciado de tabaco.

-Claro –dijo, ahora sí dando un sorbo interminable a la cerveza, hasta salirse un hilo amarillo de las comisuras  de los labios y quedarse un bigote blanco de espuma  que luego barrió con el revés de la mano. –ya sé lo que van a decir. Conozco ese cuento. Ya sé lo que dirán las personas más tontas y sensibles. El viejo hizo voz de amanerado.

 -dirán:

“Lo que importa es el interior de las personas. Hay gente con las manos puestas  en la belleza que es infeliz. Miles de mujeres hermosas infelices, desdichadas. Millones. Porque solo importa la profundidad del alma. Parejas estéticamente bárbaras que no son felices. ¡Ay!, ¿ya saben? de esas parejas lindas infelices que hay por montones.”  ¡Babosadas!- exclamó el viejo volviendo a su potente voz rasposa original, pegando un manotazo sobre la mesa de mármol. –Son idioteces –dijo tranquilizándose un poco, intentando respirar en calma mientras la cerveza se mecía dentro del vaso.


-Tenemos sentidos ¿saben?. Percibimos las cosas. No ponemos un pedazo de mierda sobre un plato y decimos "¡qué maravilla! ¡Qué delicia!  Porque tenemos sentido del gusto y del olfato que nos hacen repudiarlo, reprenderlo inmediatamente. Lo mismo ocurre con los demás sentidos. Hacen que sepamos distinguir lo que  está bien de lo que está mal. La belleza de la fealdad ¿acaso es tan difícil darse cuenta? Los seres humanos sí conocen un alto grado de objetividad.-

El viejo se hizo para atrás, intentando palpar todas las bolsas de su bata en busca del paquete de cigarros Camel. Biorn le alcanzó uno de los suyos, L&M mentolados, que pareció despreciar inmediatamente al inspeccionarlo bajo la luz amarilla de la lámpara. Lo encendió de todas maneras, con mala cara, sin darle las gracias.


-En el mismo orden de ideas- dijo sacando el primer humo- tenemos sentido de la vista, y la belleza es más objetiva de lo que muchos defensores de los sentimientos y el corazón creen.  Podemos distinguir la belleza sin ningún problema, aunque admitirlo sea otro asunto completamente diferente, digamos que bastante más complicado, del que no quiero hablar en este momento.-

El viejo se acomodó la bata, alisándola un poco con la mano, y pellizcó con las uñas un resto de hilo que contrastaba con el color crema de la tela, que luego descartó a un lado del sillón.


- Podemos estar seguros cuando una mujer es hermosa. Cuando tiene esa fuerza –dijo-. No hay medias tintas u opiniones al respecto que valgan en esto. Existe o no existe, y punto. Tenemos vista, podemos verla (la belleza) como vemos a una persona sin  brazo. Decir que la belleza es subjetiva es como decir que algunos pueden ver el brazo que le falta a un mutilado. ¡Es mentira! porque no existe en el primer lugar! la extremidad no está en su sitio, todo el mundo puede ver el defecto a primera vista. Se trata, a todas luces, de una persona deforme y nada más. Ahí va el pobre hombre, frente a nosotros, sin poder  amarrarse los zapatos o conducir una moto. No sé si me siguen. Decir que la belleza es relativa es como decir que una champa de nylon es una mansión. Como decir que tenemos frío en medio del calor sofocante de Escuintla. Como andar de la mano con una gorda en el cine pretendiendo que no deseamos desesperadamente a la protagonista de la película, como si estuviésemos satisfechos con esa fea displicente a la que le apesta la boca una barbaridad cuando se acerca para susurrar algo en medio de la película, para comentar alguna curiosidad del argumento o insinuar un beso,  y te desesperas como un maldito mono en una jaula pequeña, queriendo somatar los pies en el suelo porque tu vida, te das cuenta en ese momento, está en un sitio de mierda con esa compañía de mierda que tienes en la butaca de al lado.-

El viejo sonreía haciendo el gesto colérico de golpear los zapatos en el piso repetidas veces, y un apoyabrazos imaginario, pero entonces volvía a ponerse serio, a fumar del cigarrillo dando caladas largas.

-Las mujeres que escogen, fíjense bien en esto que digo, determinan el tamaño de la jaula en la que ustedes mismos se meten. Una mujer fea es una jaula minúscula, demasiado pequeña. Una situación limitada, un fallo a nosotros mismos, una manifestación física de autocompasión,  un desaire al potencial máximo. Te toma de la mano,la fea,  la ves a tu lado en el asiento del cine y te querés morir del vértigo, del asco y de la claustrofobia a la  misma vez, una sensación compuesta terrible que afecta a muchísimas personas. La sensación de estar encerrado en una jaula de pájaros -

El viejo volvía a sonreír con sabiduría mientras fumaba. Sacaba el humo en suaves cascadas que salían de su nariz y golpeaban  su  pecho peludo descubierto en la bata.

-A veces, en los cines, agradeces un poco que no le puedas ver bien la cara a la fea que invitaste, que en una secuencia de varios minutos (gracias al cielo) no te ha platicado o no ha intentado besarte. Te das cuenta que mientras la ves con las luces opacas rebotando apenas en sus mejillas, dejas de recordar un momento cómo era en verdad, y rápidamente la mejoras mentalmente, esperas una mejor versión de ella al entrar más luz en la sala. Inconscientemente crees que estás con alguien mejor y el movimiento que hace con el pulgar para acariciar tu mano al sujetarla te parece delicioso, hasta las piernas que de aquí y allá le tocas para hacerla sentir bien, se sienten en ese momento apretadas en el jeans que tiene puesto. Pero no son esas piernas, sino otras las que te estás imaginando, que quisieras que tuviera, porque tendemos tercamente hacia  la belleza, aunque tengamos que inventarla vergonzosamente a cada momento. La esperamos de todas las cosas. Y si la esperamos de todas las cosas físicas que vemos en el día, si la esperamos fervientemente hasta de, se me ocurre ahora, el color de los edificios, de la disposición de las aceras y de los parques, de la decoración navideña de los centros comerciales, de los atardeceres y de las lluvias, de las playas en el Atlántico y de los shows de fuegos artificiales que nos detienen  con los ojos del éxtasis en año nuevo, entonces, con más razón, ¡cómo no vamos a esperarla de las mujeres! -


El viejo dio tres tragos largos a la cerveza entrecerrando algo los ojos. una vena azul  se le inflamaba en la sien  al tragar. Había dejado el vaso por la mitad. Sacó el aire tratando de eructar, pero no tuvo éxito.

-Así que voy al médico –dijo-  a que me vean la próstata, algo que hago una vez al año,  y siempre escojo a una mujer para el efecto, una tal doctora Marlon. Y resulta que es una mujer poco atractiva. Espantosa, si me permiten. Veo sus títulos en la pared puestos en orden, a lo menos 5 diplomas tiene la jodida. “¿Cuánto tiempo ha estudiado en su vida, doctora Marlon?” Le pregunto con un tono de falsa admiración, y ella mira también hacia la pared que yo miro en medio de la inspección incómoda que me hace. “¡Ala baby!, dice mientras piensa (sin tener la licencia de hablar así porque es fea, solo las bonitas pueden permitirse ciertas formas refinadas o actualizadas de hablar), yo diría que fácilmente unos 15 años de mi vida” dice, mientras oigo crujir su silla móvil de oficina al volver a su posición original. “Entiendo - le digo - es mucho tiempo”. “Sí, es una vida entera”, dice ella, que vuelve a concentrarse en lo suyo “Un verdadero sacrificio”, dice con la voz distraída. Y es entonces que me siento tentado de lastimarla y me río por lo bajo solo de pensarlo, apretando el culo, suprimiendo la risa. Pensando en todas las ofensas que se me ocurren en ese momento para  herirla-.


El viejo miró el cigarrillo de nuevo en la luz de la lámpara, como intentando determinar la marca. Hizo algún movimiento negativo de cabeza. Se abstuvo con un ronquido de decir "¿pero qué mierda de tabaco es este?!". Y aunque no dijo nada, fue otro desprecio silencioso a los cigarros mentolados que le ofrecía desinteresadamente el joven  antes de volver a fumar.

-Es... no sé,  como si de pronto tuviera muchas ganas de decirle a la doctora, con las cejas empinadas del enojo:  “Y, doctora, honestamente, dígame usted, nadie más va a escuchar esto,  es pura curiosidad mía, se lo aseguro, algo que intento responderme a mí mismo desde hace tiempo, nada más que a mí mismo. Dígame, doctora Marlon ¡¿le ha servido de algo todo ese tiempo de estudio que dice, su título, su clínica, sus ingresos monetarios anuales!?? Acaso ha podido hacer feliz a algún hombre en toda su vida?! , A UNO SOLO QUE SE ATREVIERA A DECIR LA VERDAD!, a su marido mismo , por ejemplo! - el viejo se tapaba la boca como si estuviese diciendo cosas demasiado crueles para decirlas en alto, cosas que disfrutaba sacarse del pecho.

-. ¿Sabe lo que es su marido, doctora? un feo valiente (o resignado, depende de cómo lo vea), que tuvo que soportarla a usted, doctora Marlon. Porque las personas que no juegan en primera división de la belleza se ponen de acuerdo para jugar aunque sea en la 5ta, con tal de jugar al amor. Pero eso no deja de ser una putada,-dijo el viejo- ¿No le parece, doctora Marlon? porque están todo el tiempo viendo cómo juegan los demás, cómo vive la gente de primera, cómo irradia, cómo motiva, cómo excita, qué bien huele, qué bien se mueve, qué bien sale en las fotos, ¡cómo quisieran ser ellos, doctora!, tan elásticos y llenos de energía, tan llenos de posibilidades infinitas de gustar! ¡De pegarse un buen viaje y no preocuparse por el dinero, porque esa noche tendrán una mujer hermosa en la cama y eso es todo lo que importa!

El viejo pasó de la risa a una tos seca prolongada que lo hacía sacar la lengua. Sacó un pañuelo de su bata clara para taparse la boca. Después volvió a reírse.

"Le aseguro que su marido se queda dormido a veces viendo la televisión en la sala, doctora Marlon. Nos pasa a todos, dormir con la tele encendida. Pero cuando él se levanta se da cuenta de que durmió 2 horas seguidas, estaba muy cansado de su trabajo, del cual no tiene ya ninguna motivación adicional, aunque gane muy bien, no hay nada que lo empuje a hacer lo que hace, mucho menos tiene ánimos de volver a casa después del trabajo para verla a usted, doctora Marlon, pues usted no representa una recompensa valiosa para después de un día largo y complicado. Él se da cuenta que no tiene adonde ir, al menos no un sitio querido que le quede siempre en reserva, como aguardándolo al final de todas las cosas. Ud es una doctora reconocida, y eso  es verdad, una doctora excelente a quien encomiendo mi próstata, pero eso no sirve para nada en este mundo, doctora Marlon. Su marido pensará “mierrrda, todo lo que dormí” mientras bosteza con el pelo descompuesto en el sillón e intenta incorporarse de vuelta a la realidad. Había estado en una fase de suspensión temporal durante 3 horas, de hibernación, si me deja decirlo de esa manera, en medio de una inconsciencia deliciosa, el olvido, la sensación de flotar a la deriva sin nadie a su lado, sin usted, doctora Marlon, a quien objetivamente ha llegado a considerar espantosa. Pero ahora está desperezándose, como le digo, con la frente derretida, escuchando de nuevo el televisor, que pasa un programa desconocido o una película árabe de la que ya se perdió algo más de la mitad. Apaga el aparato con el control a distancia quedando solo el silencio residual de la casa vacía que comparten, y le cuesta un esfuerzo enorme (de todos los diablos) levantarse del sillón, porque es ud lo que espera en el cuarto y él lo sabe bien, como si la hubiera estado posponiendo/evitando en el sillón de la sala al quedarse dormido. Es usted lo que le queda siempre enfrente, al final del día, (de todos sus días)  y como vuelvo a decir,  es ud verdaderamente fea. Al menos no hay belleza en ud y eso es suficiente, (basta) para ser nadie.  Para querer hacer nada.

 Su marido arrastra los pies por el pasillo y empieza a pensar en todo lo que tiene que hacer la mañana siguiente, su trabajo, las facturas, la reparación de un electrodoméstico, los cuidados del jardín y del auto,  todo sin motivación, sin ganas, sin un impulso cierto que lo dirija; sin un motor, sin la belleza necesaria para abordar el día siguiente, que es la unidad más elemental e importante de la vida, doctora Marlon. Pues verá, la vida se descompone en días,  y en esos días usted no puede ofrecerle ningún placer estético a su esposo, mucho menos uno sexual. Es decir, que lo que ud vive es una derrota permanente, con efectos nada optimistas hacia el futuro. Y a pesar de que ninguno de los dos tiene más de 44 años, ya se sienten viejos y acabados, sin energía para nada, al menos él, que se ha vuelto un convaleciente quijotesco que apenas alcanza a imaginar en sus ratos libres, su vida siendo diferente.-





El viejo abrió bien la boca para acabarse la cerveza que quedaba en el fondo del vaso.  Se veían sus dientes, sus muelas a través del cristal.

-Así que el buen hombre de su marido recorre el pasillo sin prisa. Abre la puerta del cuarto con la impresión de que todas las noches se olvida de cómo es ud en realidad, de cuánto le disgusta su cara. Nunca sonríe cuando la ve sin que usted se dé cuenta de que la mira. Más bien se enoja, se molesta, y aprieta los puños, porque ese es justo el gesto sincero y silencioso que practica al verla, además de pensar en la palabra “PUERCA”, que atraviesa insistentemente su cabeza como la maldita  resistencia de un calentador eléctrico. Piensa cuando está conduciendo en el tráfico de vuelta a casa, que cuando la encuentre a usted, doctora Marlon, en la casa, quizás la encuentre un poco más bonita de lo que es. Pero no es cierto, porque siempre es igual, una mera ilusión, y la decepción está a la orden del día. Siempre vuelve a admitir su asco por ud, doctora, y por la vida que le tocó vivir, un desánimo (déjeme decirle), holgadamente justificado. -




El viejo aplastó varias veces el cigarrillo en el cenicero de vidrio ambarino de la mesa hasta que dejó de salir humo. Se pasó la lengua temblorosa por los labios, sintiendo el sabor amargo que dejan las colillas desconocidas después de fumarlas.

-Entonces va a encontrarla dormida en el cuarto, en eso estábamos, ¿no es cierto doctora Marlon, cuando su marido se retira de ver la televisión? –El viejo parecía estar imaginando con mucha nitidez que la doctora marlon estaba en efecto frente a él, en el espacio vacante del sillón donde se encontraban sus interlocutores, y que el salón no era el salón de su casa, sino la misma clínica de la doctora Marlon en el edificio Sixtino II de la zona 10.


-Así que abre la puerta de la habitación y la luz del pasillo se cuela en el cuarto oscuro, dando  exactamente, como una manta,  sobre usted, que duerme boca arriba con los brazos cruzados encima del pecho. Le mira el rostro mientras duerme con la boca abierta, se imagina el olor nauseabundo de su aliento, se imagina sus tetas puntiagudas como conos debajo del camisón, los pezones demasiado grandes y negros que tiene y el culo abajo, picoteado de celulitis, como una maldita superficie lunar que se tira pedos que pueden llegar a ser de una molestia inaguantable (algo que no ocurriría si, por ejemplo, doctora, ud fuera una rubia de linda figura, de la que su marido sería fiel admirador, y toleraría con gusto cada uno de sus pedos). En ese momento, mientras mira su cuerpo acostado como un bulto echado sobre la cama, se acuerda de alguna vez que la vio a ud doctora en sus pants de ejercicio, porque a ud le gusta salir a caminar a veces (aunque ud diga que es correr lo que hace, solo porque mueve los brazos inútilmente a los lados del cuerpo) y a su marido le repugna, le da verdadero asco escucharla decir que "salió a correr” y lo asaltan unas ganas enfermizas de quererla corregir en el acto, de gritarle en la cara “¡lo que haces no es correr! ¡¡Deja de decirlo ya de una vez por todas! No corres! Caminas como una estúpida con el pelo moviéndose asquerosamente sobre tus hombros! CA-MI-NAR, di conmigo: ca-mi-nar, no correr. CA-MI-NAR, di conmigo de nuevo: ca-mi-nar” y entonces sí, con la corrección hecha, poder experimentar un efímero alivio, una pequeña victoria, que por lo demás no durará demasiado, pues ud sigue siendo su esposa."


El viejo empezó a reírse, pero empezaba nuevamente su tos, esa tos que lo obligaba a poner su boca perfectamente redonda, como en “O”, y sacar la lengua rosada, hecha un pequeño taco, hacia adelante. Una tos que acaba con su risa, al menos la reduce a una risa pequeña final, que antecede la reanudación de su exposición.

-Perdón jóvenes -dijo- golpeándose el pecho con el puño antes de seguir.
.
-Él se acuerda de todas  las veces que la vio entrar a la casa a la hora del desayuno, doctora Marlon, luego de “correr”, como dice ud que hace, en el condominio. Cuando la vio entrar justo en el medio del asco que dan las mañanas e ir  hasta la cocina resoplando de un cansancio injustificado, donde se encontraba él desayunando. Ud se detuvo a tomar un vaso con agua de pie junto al refrigerador, enojándolo solo con el ruido que hacìan sus tragos en el silencio absoluto  que él atesoraba antes de que ud llegara.  Y entontes ya no solo  el asco de tener que madrugar, como dije antes, y de escuchar sus tragos desesperantes, sino que ahora tiene la vista deprimida puesta en sus piernas, las suyas doctora, embaladas en unos pants desagradables de yoga. Enojado de tener que ver sus piernas juntas en los pantalones negros de ejercicio que lleva puestos. Comete entonces el error de seguir en detalle sus pasos estúpidos e inseguros, su vagina partida, que se mira a 20 metros de distancia y se dibuja a la perfección en sus pants de polyester, como si tuviera el culo al revés. Sabe que debajo de la tela hay pelos y malos olores. Sabe que ya hace muchos años que no desea nada de eso, nada de usted, doctora. Que no hay deseo alguno de, digamos, asomarse a la puerta del baño a verla desnudarse, lista para entrar en la ducha después de su ejercicio matutino. Si puede ver para otro lado, doctora Marlon, créame, lo hace.-


El viejo revisó que ya no quedaba nada de cerveza en el vaso. Hizo una seña para que Biorn hiciera el favor de servirle más. Le hizo una indicación con la mano para decirle hasta donde debía detenerse.

-Entonces, para ir terminando... –dijo con voz apagada.  -puta. Tengo la boca seca –se disculpó por la grosería y dio un trago a la cerveza helada. Paladeó al dejar el vaso, sintiendo el sabor delicioso de la cerveza bien fría que permanecía en su lengua, viendo el líquido espumoso con admiración y respeto, algo, pensó, que raras veces decepciona a una persona.


-La lección del día de hoy, jóvenes ilustres, -dijo-  es que de nada sirve todos los esfuerzos que pueda hacer una persona fea para mejorar su vida. Está ya derrotada desde el principio, desde que empezaron los esfuerzos inútiles de superarse. Si una mujer no puede mover a otras personas a experimentar un deseo genuino por ella, entonces no sirve  de nada lo que sea que se plantee hacer en la vida, porque, dense cuenta ustedes mismos, no estaría, en última instancia, sacrificando nada a cambio. No hay belleza que ofrezca, que cambie por una meta profunda, un objetivo superior. Una fea se esfuerza y no hay una carga que soportar a cambio,  una pérdida, una cantidad de tiempo, digamos, que se lamente haber invertido o perdido al final del día. No hay oportunidad desperdiciada. No puede decir  nunca que se esfuerza, pues el esfuerzo implica renuncia, y ella no puede renunciar a algo que no tiene: la  belleza.   Repito. No hay nada que pueda hacer una fea para arreglar su vida. Al menos que invente una cura para la fealdad misma, una pócima que revierta la forma social de medir la belleza que le tiene prisionera, para lo que bastaría con  volvernos ciegos a todos, vaya, pero ya puede ser una estudiante de medicina con el mejor promedio y luchar por cada punto de los exámenes que hace, pasarse semanas enteras estudiando sin dormir, tener las mejores herramientas para el estudio y alcanzar logros académicos gigantescos; ¡hasta la misma fama!, el sincero reconocimiento mundial. Pero eso, de todas maneras, no serviría  de nada, amigos míos. La gente que esa mujer  ame con honestidad siempre va a pensar en otras mujeres, más lindas que ella, sin importar todo el valor intelectual o moral que ésta pueda encerrar. No importa su inteligencia, ni la capacidad emocional que tenga (de tenerla en el mejor de los casos), pues la fea no será capaz nunca de provocar una fantasía genuina en otra cabeza, una bella película proyectable en la pantalla mental de alguien más, mucho menos de alguien que ame. Alguien que ella adore con honestidad y con quien desee para pasar sus días.-

Ahora el viejo sí se tomaba un tiempo para verlos a ellos a la cara, a Biorn y a E,  sus invitados adolescentes aburridos, a quienes consideraba hermosos. Sonreía, como si de pronto dejara de ser severo. Había dos adolescentes guapos enfrentándolo en el salón, eso era todo lo que había que saber.


-Ustedes la tienen, dijo el viejo conmovido, la belleza de la que hablo, -y lo dijo como si la Pecas y Paulis estuvieran allí también. - Me interesan sus historias, porque su tiempo vale sus milésimas en oro –dijo-. Ustedes sí tienen capacidad de motivar a alguien. De ser esperados en una fiesta, en un evento aburrido cualquiera. Son una inquietud constante de gustarle a una mujer. Generan preguntas del estilo “¿le gustaré? Tendré alguna oportunidad con él?  ¿qué será lo próximo que piense, lo próximo que haga? ¿me sacará a bailar esta noche, me besará, en serio me besará?!  ¿Me dirá que salgamos a fumar al jardín, y luego, ay!,  ¿qué es lo que hará?” Ya saben, -concluyó carraspeando, quitando la voz amanerada  falsa que parecía lastimarle la garganta- las cosas que dicen las niñas emocionadas.


-Quiero que sean conscientes de ello, ustedes dos –dijo viendo con seriedad un rato a Biorn, y luego otro rato a E. - Ahora no lo miran, se ocupan en otras cosas, en leer literatura, reflexionar sobre las cosas que han visto, viajar con sus familias y jugar videojuegos después del colegio, que dicho sea de paso, el colegio no sirve para nada. Métanse eso en la cabeza de una vez por todas. Es el mejor consejo que puedo darles. Los padres de sus compañeros y compañeras que tengan los mejores promedios debieran de castigar a sus hijos por sacar buenas notas, porque eso solo quiere decir que son limitados: las mejores calificaciones no están viviendo en sus ratos libres, que es todo (lo único) que quiere decir un "sobresaliente". No están experimentando la vida, la posibilidad de besarse entre los vecinos del condominio o salir al vecindario a vagar, aprender de los sentimientos de los demás y de los vicios, sino solo están invirtiendo su tiempo en  tediosas tardes de estudio y cenas con sus padres antes de volver a una noche idéntica a la anterior, donde solo queda dormir para empezar a repetir desde temprano otro día idéntico de colegio y aburrimiento.  Si ustedes pueden darse cuenta de la fuerza que representan los dos al poder gustarle a las mujeres, y más importante, si lo aprovechan,  tendrán más historias que la gente promedio y mucha más inteligencia que cualquier estudiante aplicado. Su intensidad de vida será 100 veces mayor que la de los hombres y mujeres feas. Serán una buena fotografía allá donde fueren, un orgullo para sus hijos cuando descubran quiénes fueron sus padres de jóvenes: unos jodidos vigorosos, guapos, valientes y sonrientes en una vieja fotografía enmarcada, con caras hermosas que merecen esas puestas de sol también hermosas que aparecen ocurriendo en la imagen, formándose detrás de ellos-.
Al viejo parecía ocurrírsele más cosas, algo de nunca acabar, y los jóvenes empezaron a pestañear, un poco cansados de la voz ronca y recia del viejo, que no se detenía y retumbaba dentro de la casa.


-No tiene sentido acerarse a un McDonald’s y hablar con la dependienta, o esperar a una mujer modesta, a una mujer sencilla afuera de un supermercado la Torre para poder hablarle y lograr convencerla fácilmente  de que es hermosa y de que su belleza sí existe, aunque ésta  sea mediana, pues las experiencias que permita también serán eso: medianas. Podrán sacarla de viaje, besarla, desnudarla, verla hacer cosas impresionantes, pero siempre estarán faltando a su potencial máximo; a la fuerza en reposo que dejan de explotar al apartarse la belleza.