Había un hombre arrojando cientos de globos rojos sobre la 6 calle de la
zona 1 de Quetzaltenango. Caían en desorden y se arrastraban entre los carros estacionados hasta
tocar el asfalto y las banquetas frías del otro lado. Lo vimos todo desde tu portal. Dijiste
que ibas a "petar" uno (esa palabra usaste) y atravesaste corriendo
la calle para saltar encima del que estuviera más cerca. Te seguí, vi cuando
los perseguías como una canchita preciosa de 10 años mientras se alejaban un
poco en el viento hasta llegar a la pared contraria del hotel Lunavela,
ese alojamiento/restaurante que hace esquina en la 9 avenida y 6ª calle de la
zona uno.
¡Pum! Sonó. Y de pronto eras vos parada sobre la cáscara roja de un globo recién
estallado. Buscaste otro, ibas a saltar de nuevo. Entonces empezaron a caer más desde arriba y volteamos a ver juntos y
vimos la cara atormentada de un cuarentón chillón con camisa negra de botones
que estaba tirando los globos desesperadamente hacia abajo, así, a brazos llenos, hasta
verlos caer sobre los carros. Pero fue en
una de sus idas y venidas para recolectar más, que nos vio parados en la calle
viéndolo fijamente a él, y tal vez pensando que ya llevábamos varios minutos
allí quiso empezar a contarnos su historia con frases balbuceantes y
entrecortadas de niño. Había preparado un momento caro y especial para una persona,
nos dijo. Alguien a la que seguramente pensaba como un endemoniado todos los
días y a la que sin duda le habría costado mucho trabajo convencer de llegar
esa noche a Lunavela, que ahora tenía el suelo lleno de globos rojos y una
buena cena que se enfriaba en la mesa. Tal vez sonaba de fondo canciones que él
mismo había elegido para que la chica se sintiera cómoda esa noche. Canciones
que a él personalmente le gustaban mucho y hasta quizás había puesto el nombre
de ella en la playlist.
3 meses estuve planeando esto
3 meses, decía.
Y me dijo que no y se largó dejándome con todo esto que había preparado
para ella y miren, de nada sirve. Todo lo hice por ella, para decirle lo que
pensaba, para decirle que me gustaba ella desde hacía mucho tiempo. Todo lo
hice por ella. Para ella que… (Paraba un momento y sonreía triste viéndonos
alternamente desde arriba. Decía muchas veces “ella”) para ella que me gusta
desde hace mucho mucho tiempo. ¿Les digo algo? Es la mujer de mi vida. Y se fue
sin decir nada. Solo, solo eso. Se fue. Ella no quiere nada conmigo. Nunca
quiso nada conmigo y ahora me quedo acá con todo lo que había preparado para
ella esta noche. (Se llevó el pulgar a la nariz, era su forma de contener el
llanto.)
Ahora todo está perdido. Ella no va a querer salir conmigo otra vez. Compré
dos botellas de champán. Miren, decía volteando sobre su hombro para enseñarnos, (pero entonces
se detenía porque entendía que no podíamos ver el interior del salón desde ahí
abajo), solo preparé todo. ¿saben? Cosas que a ella le gustaban.
Entonces llegó una pausa en la que su tormento parecía superarlo todo. Dijo
que bajaba enseguida para hablar con nosotros. Éramos de pronto un consuelo
para él, que ahora tenía cara de querer vomitar.
Te vi de perfil mirando hacia arriba. Era un momento deprimente y tan
bonito. Le dijiste que no pasaba nada con tu cara grave y afectada de española en
medio de una transición emocional brusca. Habías pasado de saltar sobre sus
globos a escucharlo con asco y mucha lástima. Le dijiste que todo lo que hizo para preparar esa
noche, ella (la chica) no lo iba a olvidar nunca. Que estuviera seguro de eso. Que no se preocupara y solo siguiera adelante, que valía mucho.
El tipo se despegó de la baranda un
poco y volvió a anunciar que bajaba.
Le dijimos que ya nos íbamos y fue una derrota más para él en esa noche
tristísima de su vida.
En la madrugada bajé a ver si seguían los globos en la calle y tomé 4 para mí que se habían arrastrado hasta 3 cuadras,
llegando a la séptima avenida, donde los recogí del suelo sin prisa. Pensé que eran un
gran recuerdo.
Ahora (¿sabés?) los veo a veces en lo alto del closet, sin aire, arrugados como pasas, y cuando los miro de cerca me imagino al tipo inflando cada uno de ellos, llenándolos por dentro con aire y saliva de perdedor, poniendo su boca de perdedor en la boquilla y haciendo un nudo con el látex entre sus dedos también de perdedor mientras (¿quién sabe?) pensaba nervioso en la chica, en que todo lo que pasara esa noche fuera perfecto y que sus palabras fueran concisas y pudieran darle a entender con claridad esa sensación de cagarse encima todo el tiempo que sentía por ella en el estómago.
Ahora (¿sabés?) los veo a veces en lo alto del closet, sin aire, arrugados como pasas, y cuando los miro de cerca me imagino al tipo inflando cada uno de ellos, llenándolos por dentro con aire y saliva de perdedor, poniendo su boca de perdedor en la boquilla y haciendo un nudo con el látex entre sus dedos también de perdedor mientras (¿quién sabe?) pensaba nervioso en la chica, en que todo lo que pasara esa noche fuera perfecto y que sus palabras fueran concisas y pudieran darle a entender con claridad esa sensación de cagarse encima todo el tiempo que sentía por ella en el estómago.
Me despedí de vos en el portal de Dicap. Dije algo así como que había gente
maldita, destinada a ser perdedora. Después nos liamos usando mucho la lengua y
pensaba que estábamos demasiado lejos de estar perdiendo algo ¿Te das cuenta? Había tanto.
-Buenas noches, Anna. Estamos hablando. Adiós Anna. Óraleeee.
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