viernes, 25 de agosto de 2017

El cuarentón de la triste figura

Había un hombre arrojando cientos de globos rojos sobre la 6 calle de la zona 1 de Quetzaltenango. Caían en desorden y se arrastraban entre los carros estacionados hasta tocar el asfalto y las banquetas frías del otro lado. Lo vimos todo desde tu portal. Dijiste que ibas a "petar" uno (esa palabra usaste) y atravesaste corriendo la calle para saltar encima del que estuviera más cerca. Te seguí, vi cuando los perseguías como una canchita preciosa de 10 años mientras se alejaban un poco en el viento hasta llegar a la pared contraria del hotel Lunavela, ese alojamiento/restaurante que hace esquina en la 9 avenida y 6ª calle de la zona uno.
¡Pum! Sonó. Y de pronto eras vos parada sobre la cáscara roja de un globo recién estallado. Buscaste otro, ibas a saltar de nuevo. Entonces empezaron a caer  más desde arriba y volteamos a ver juntos y vimos la cara atormentada de un cuarentón chillón con camisa negra de botones que estaba tirando los globos desesperadamente hacia abajo, así, a brazos llenos, hasta verlos caer sobre los carros.  Pero fue en una de sus idas y venidas para recolectar más, que nos vio parados en la calle viéndolo fijamente a él, y tal vez pensando que ya llevábamos varios minutos allí quiso empezar a contarnos su historia con frases balbuceantes y entrecortadas de niño. Había preparado un momento caro y especial para una persona, nos dijo. Alguien a la que seguramente pensaba como un endemoniado todos los días y a la que sin duda le habría costado mucho trabajo convencer de llegar esa noche a Lunavela, que ahora tenía el suelo lleno de globos rojos y una buena cena que se enfriaba en la mesa. Tal vez sonaba de fondo canciones que él mismo había elegido para que la chica se sintiera cómoda esa noche. Canciones que a él personalmente le gustaban mucho y hasta quizás había puesto el nombre de ella en la playlist.
3 meses estuve planeando esto
3 meses, decía.
Y me dijo que no y se largó dejándome con todo esto que había preparado para ella y miren, de nada sirve. Todo lo hice por ella, para decirle lo que pensaba, para decirle que me gustaba ella desde hacía mucho tiempo. Todo lo hice por ella. Para ella que… (Paraba un momento y sonreía triste viéndonos alternamente desde arriba. Decía muchas veces “ella”) para ella que me gusta desde hace mucho mucho tiempo. ¿Les digo algo? Es la mujer de mi vida. Y se fue sin decir nada. Solo, solo eso. Se fue. Ella no quiere nada conmigo. Nunca quiso nada conmigo y ahora me quedo acá con todo lo que había preparado para ella esta noche. (Se llevó el pulgar a la nariz, era su forma de contener el llanto.)
Ahora todo está perdido. Ella no va a querer salir conmigo otra vez. Compré dos botellas de champán. Miren, decía volteando sobre su hombro para enseñarnos, (pero entonces se detenía porque entendía que no podíamos ver el interior del salón desde ahí abajo), solo preparé todo. ¿saben? Cosas que a ella le gustaban.

Entonces llegó una pausa en la que su tormento parecía superarlo todo. Dijo que bajaba enseguida para hablar con nosotros. Éramos de pronto un consuelo para él, que ahora tenía cara de querer vomitar. 

Te vi de perfil mirando hacia arriba. Era un momento deprimente y tan bonito. Le dijiste que no pasaba nada con tu cara grave y afectada de española en medio de una transición emocional brusca. Habías pasado de saltar sobre sus globos a escucharlo con asco y mucha lástima. Le dijiste que todo lo que hizo para preparar esa noche, ella (la chica) no lo iba a olvidar nunca. Que estuviera seguro de eso. Que no se preocupara y solo siguiera adelante, que valía mucho.
 El tipo se despegó de la baranda un poco y volvió a anunciar que bajaba. 
Le dijimos que ya nos íbamos y fue una derrota más para él en esa noche tristísima de su vida.
En la madrugada bajé a ver si seguían los globos en la calle y tomé 4  para mí que se habían arrastrado hasta 3 cuadras, llegando a la séptima avenida, donde los recogí del suelo sin prisa. Pensé que eran un gran recuerdo. 
Ahora (¿sabés?)  los veo a veces en lo alto del closet, sin aire, arrugados como pasas, y cuando los miro de cerca me imagino al tipo inflando cada uno de ellos, llenándolos por dentro con aire y saliva de perdedor, poniendo su boca de perdedor en la boquilla y haciendo un nudo con el látex entre sus dedos también de perdedor mientras (¿quién sabe?) pensaba nervioso en la chica,  en que todo lo que pasara esa noche fuera perfecto y que sus palabras fueran concisas y pudieran darle a entender con claridad esa sensación de cagarse encima todo el tiempo que sentía por ella en el estómago.
Me despedí de vos en el portal de Dicap. Dije algo así como que había gente maldita, destinada a ser perdedora. Después nos liamos usando mucho la lengua y pensaba que estábamos demasiado lejos de estar perdiendo algo ¿Te das cuenta? Había tanto.
-Buenas noches, Anna. Estamos hablando. Adiós Anna. Óraleeee.




.

No hay comentarios:

Publicar un comentario