lunes, 8 de enero de 2018

Cuba




Los cubanos están picados de viruela, todos, como Silvio, quemados por el sol en la cabeza y por los hombros descubiertos en camisetas blancas Adidas y conducen taxis enormes y los envidio tanto.
Envidio tanto a los cubanos ahora mismo. Palmeras moviéndose en la oscuridad y cerveza.

Narmys se ducha abajo, en el primer nivel, y me gusta pensar que está pensando en mí. Después del beso afuera de la Canchánchara que nos dimos y de todas esas cosas de la vida que hablamos esta noche larguísima de Cuba, en el centro mismo de su realidad empequeñecida. Lejos de boleras y saunas y chicos que la inviten al cine a ver películas de estreno y la besen en medio del aire acondicionado.

Pienso que ella me gusta mucho, y hablé de Guatemala como un imbécil esta noche. Me di cuenta de muchas cosas suyas. Como que abraza fuerte cuando piensa en más tiempo compartido, en vodkas con jugo de naranja y en ese gusto por Trinidad que ahora no siento si no es por ella.

Un cigarro en medio de la península, las olas entre las rocas. En medio de Ancón. Mi cuerpo sin camiseta en el reflejo de sus lentes oscuros puestos en la cabeza, como una diadema. Y me escucha atentamente y me gusta tanto mientras la veo dar una calada larguísima al cigarro, poniendo mucha atención a lo que digo. Atenta, atentísima, aunque yo no valga realmente la pena, ni lo que sea que digo, y ella piense en cosas más importantes que las mías. Y entonces solo escoja (en serio solo elija) alejarse de casi todo lo que ya conoce por un rato, como una turista cualquiera, y se haga la tonta, sorprendiéndose a cada instante por cosas que yo mismo le digo pero que sabe de sobra, lugares que se le han repetido por 28 años en Trinidad, diciéndome mil veces que conmigo es feliz, que todo se mira por instantes, diferente.

Ahora estoy borracho en el cuarto de arriba pensando en dos días después de hoy. Cuando vengas conmigo de viaje a Santa Clara y destilemos (como dicen acá) historias absurdas, como la de esa vez que vi un día completo por primera vez o pensé que quería a mis viejos con locura, más que a cualquier otra cosa en la vida. Voy a venir por vos a Trinidad y quizás nunca leas esto pero te quiero más que mi experiencia en Cuba y lo que echo mucho de menos, lo que ha vivido tanto tiempo en mi cabeza. Me gustas casi como la primera vez que hablé conmigo en voz alta en un espejo borracho y entendí que también nosotros podemos ser terceras personas. Cuando vi una fogata de cerca, quemándome los pelos de las  rodillas, y dije lo que me gustaba de mí y de la vida que llevo, lo que esta misma noche sos vos ahí abajo en la regadera: ocurriéndome.

Le doy una chupada fuerte al cigarro y me pregunto dónde estará Raúl durmiendo ahora. Y Silvio. ¿En el Vedado? ¿Vos creés?  Porque pienso en todas la horas que he escuchado a Silvio,  su música y las personas en las que me ha hecho pensar. Cuando vivía en Francia y llovía por la ventana, y estaba Alice y su chaqueta verde olivo y aquéllos viajes por carretera;  cuando, Narmys, te lo juro por Dios, estaba lejísimos de conocer Cuba y de pasear mis manos por tu pelo regado sobre la almohada. Y vos me contaste que lo viste una vez en Cojímar, a Silvio, que preparaste un cartel con letras enormes que ponían ¡TE AMO SILVIO! y lo sostuviste lo más alto que pudiste, hasta que te dolieron los brazos. Que lloraste con esa canción que va de la revolución y de alguien heroico, incorruptible y que no supiste decirme el nombre porque hace mucho tiempo que no la escuchabas pero yo sabía que hablabas de "El Necio". Que Silvio en directo es otra cosa, que los acordes de la guitarra se sienten en el estómago y que estabas segura que había visto tu cartel entre el gentío. Y yo también lo amo, Narmys, es lo que intento decirte, como a vos esta noche loca de Cuba y  los días que vengan cuando me acuerde de tu isla. De la cerveza Cristal en cantidades absurdas, de aquellos cigarros Hollywood que fumamos y de tu forma enteramente cubana de decir “¡asere qué bolá!”. Cuando piense en vos durmiendo boca abajo, impasible después de haber hablado tanto conmigo, ese momento que me acerqué despacio para verte los lunares del brazo y luego respiré tu aliento dormido. Cuando escuche "Òleo de una mujer con sombrero" viendo la foto que te tomé en las vías del Tren Blindado, y sea yo todas las veces que la canción dice cobarde, cuando en unos días no responda tus mails, Narmys, cuando entiendas al final que lo más probable es que nunca más vayamos a vernos.
 

Ahora que subas de la ducha te diré:. Aprovechémonos, Narmys, ¡por Dios! querámonos, y dejemos que gobiernos y estados absolutistas nos ultrajen solo cuando ya lo hicimos todo. Yo era comunista y vos alguien con ganas de olvidar caras y héroes nacionales, ideologías obligadas, camisas del Ché Guevara y billetes con la cara de Martí. Concentrémonos hoy, te lo pido por favor, en nuestra propia revolución o independencia y hagamos cosas para recordarnos siempre.  
¿Sabés lo que digo? Nuestras caras, nuestras manos, el olor de nuestra ropa y los acentos cuando decimos las cosas. Los besos que nos demos con canciones que suenen de fondo y sigan sonando siempre, cuando ya no estemos. Acá en Cuba, en Guatemala; en el mundo que todavía no conoces.


Cuba 2017




https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifJkzArb79-VgY5FiopSF8RUfr201AT_goW_fAAhitJflGJU5CHN-TQwntKKVxYNAQeziHQ0sfJOwhdwSzf9Pn2Mh8biDdwHLSGkLogIiTjVBDrVuhoc4s_8U12Renstx-N3WvPkAGNMc/w530-h298-p/20171209_224423.jpg





No hay comentarios:

Publicar un comentario