miércoles, 3 de diciembre de 2014

La posibilidad de un retrete, de un cubículo independiente


Afortunados que cagan al lado de sus mochilas. Al alcance, digamos, de sacar un sharpie o cualquier otra cosa que pinte, que permanezca.


Escribir, lo mismo que  ¿Inmortalidad? Yo más bien diría que prolongarse lo que vivan esos tres tristes paneles del cubículo, que ahora, con los pantalones abajo, devolviendo el espagueti, te salvan de ojos ajenos. Ojos que entran y salen, que ven el lavamanos, después el urinario, más allá el rótulo de “caballeros”;  otros que alternan del zipper a la cerámica blanca salpicada con afán de encontrarse el sexo; algunos simplemente se pierden en el cielo falso del techo, para no levantar sospechas de quien ocupa el urinario contiguo. Entonces, de pronto (y pensá en esto) por qué no escribir algo como tu nombre en mayúsculas, tal vez el fragmento de algún poema ¿tuyo?, no sé, a lo mejor algo que te dijo tu viejo hace, (puta), cuánto tiempo. Pero no caigas en dibujar un pene o insultar a los demás ocupantes del retrete, que van a leer tu mensaje, que tal vez respondan en mala letra infantil con un mejor insulto que el tuyo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario