miércoles, 3 de diciembre de 2014

La posibilidad del Tormes



Podés tener suerte. Si esa noche, digamos, la llevas a pescar a inmediaciones del río y algo realmente grande tira del sedal: ella sujetando la caña. Sólo entonces sentiría el coleteo del pez contra la superficie del agua; tal vez vería mi perfil difuminado a media intensidad lunar, sentiría la noche, para no hacerlo largo,  pasándole por encima. Ya cuando note la vida palpitándole cerca de la oreja, vibrándole muy de cerca, es posible que se olvide de la pesca, del reflejo intermitente de las farolas en el agua. Es posible que deje al triste róbalo coleteando fiero contra el pasto de la orilla, el anzuelo a modo de piercing. Y de pronto, (realmente) olvidándolo todo, se abalance a donde cree que estás, adivinando tu cuello en medio de la oscuridad. Puede que entonces sintás sus labios y pensés que de vuelta en la casa, sobre el sillón de la sala, nunca te habría besado.

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