El servicio municipal de recolección de basura pasa los martes de madrugada. Los vecinos la sacan la noche anterior en bolsas plásticas a partir de las 9pm, cuando hay menos vergüenza por la poca afluencia vehicular y la oscuridad (la prosibilidad de que un conocido los vea en el ejercicio de sacar la basura con pijamas ridículos o demasiado baratos / crocs genéricos de colores chabacanos sin el strap de la parte trasera), y la dejan en las banquetas.
Los perros callejeros se reúnen en grupos de
7 u 8 (todo esto, aclaro, dani no lo
hace. No tiene otros perrros que sean amigos), y recorren los adoquines desde la
Shell de “Pool and Beer” hasta la subida de la cumbre por la 9a avenida de la
zona 1. Allí los vecinos están más acostumbrados a la solitud y a la poca vergüenza,
por lo que la basura se amontona rápidamente en las esquinas de las casas sencillas sin importar que no sea de noche.
Hacen su ruta, los perros,
buscando rasgar dos o tres bolsas grandes de basura con restos orgánicos de cualquier tipo de alimento para
poder pasar la noche. Los he visto comer verduras podridas y jamones agujereados de gusanos, lamer el interior
de empaques de queso fresco y latas de sardinas. Se dirigen al Benito Juárez
en un orden impecable, distribuidos a ambos lados de la calle, siempre
liderados por un perro erguido de tamaño mediano, con la cola sin recortar (signo
de que nunca tuvo un hogar), hasta
avistar el parque lleno de porquería, donde por fin dan la vuelta, idealmente,
para entonces, ya con algo de comida en
el estómago. Benito Juárez es un parque
rodeado de puestos ilegales de venta y un Pollo Campero cubierto por nylons y
estanterías llenas de zapatos
falsificados. Allí es donde culmina el pillaje de los canes.
La autonomía de los perros es total en
Quetzaltenango y no dependen ya del afecto humano. Han sabido sobrellevarlo.
Salir con éxito de la carencia absoluta de pasadas de mano, caricias en la
barriga y recompensas afectivas de cualquier clase. Se las han arreglado para existir
a pesar de su naturaleza dependiente y cariñosa. Han aprendido la importancia
de estar en grupo, aunque exista alguna distancia entre ellos, saben siempre mantener el bloque, algo que les
separa diametralmente de las variedades domésticas, que se han vuelto hostiles y agresivos entre sí, olvidándose completamente de su propia condición feral por adoración al hombre, a quien rinden su fidelidad mediante representaciones
histéricas de celos: amenazas a cualquier animal semejante que cruce la entrada
de casa, cuyo dominio consideran privativo, y movimientos complacientes de cola, de sumisión incondicional que hacen al amo. Son aquellos, sin embargo, los de las calles
heladas y huérfanas de luz de Quetzaltenango, los que pueden dar una lección al
hombre de verdadero coraje y subversión. Su casa,
pues, está en todas las calles que pisan. En todos los sitios que las personas abandonan cuando llega la noche. Es decir, viven en el centro del miedo.
Si visita Xela y
quiere verles.
Se les puede ver descansar de
noche en la rotonda del CUNOC, junto al decadente Templo de Minerva, jadeando
en grupos grandes, echados a lo largo de
la hierba alta y descuidada, saturada de bolsitas de frituras. También se les
puede ver cerca del supermercado La Torre de avenida La Independencia, un poco más tarde, sobre el carril
auxiliar y en los lavaderos de diagonal 3 con 2ª calle de la zona 1.
Recomiendo mirarlos con la luz
de una linterna para ver el espectáculo de todos los ojos brillosos que miran hacia
usted. Tener siempre el cincho del pantalón suelto, para sacarlo en cualquier
momento y blandirles la hebilla en el hocico, encontrar una pared cercana sobre la que
usted pueda saltar (o el capó de un auto), pues a pesar de que la antirrábica es gratuita y la
municipalidad de Quetzaltenango, como la de La Esperanza, en ese sentido están a favor de la comunidad de vecinos y del
tratamiento gratuito del virus, duele muchísimo cuando le muerden detrás de las
piernas.
Concluyo.
Xela es de los perros y de las personas en la misma medida. La vida no retoña (nunca retoña) para ninguno de los dos en este lugar. El progreso
es un perfume delusivo de avance y mejora. Un perro que intenta morderse la cola.
La forma de los perros es el pillaje, la rapiña, el saqueo, y la de los hombres, el vicio; cientos de miles de desvelos etílicos en cantinas despotricadas del Chirriez, mujeres
con olor a humo en el cabello que destinan sus vidas enteras a perdonar perpetuamente a hombres que van a abandonarlas.
Dedico esta entrada
Dani de La Cumbre, esto es para vos que no tiemblas con las
bombas de pólvora ni los accidentes de tránsito, que no te amedrenta la gente
mala ni la amenaza constante de los grupos audaces de perros que treparon 600 veces por tu
lado de la plazoleta amarilla de 1917, la que siempre te vi defender a capa y espada, con tus colmillos brillantes de saliva y tus fuertes patas delanteras: A MUERTE.
Para vos que afrontaste solo cada una de las noches que te vieron envejecer. Vos y yo, daniperro, para siempre. Lo que dure tu vida valiente.
Para vos que afrontaste solo cada una de las noches que te vieron envejecer. Vos y yo, daniperro, para siempre. Lo que dure tu vida valiente.
Quetzaltenango, enero de 2019
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