viernes, 4 de enero de 2019

empezar el año hacia atrás


Los primeros recuerdos que tengo son del año 1998. Es la primera noción que tengo de estar vivo y de saber una fecha concreta: la primera noción que tengo del tiempo. De salir un poco del letargo que es la niñez, una borrachera nefasta, y escuchar de los demás, de la radio, la tele o de las formas que miraba desde el carro pintadas en las paredes, o en los calendarios de las gasolineras Shell, que estaba corriendo el año 98. 

Tenía 4 años y es el tiempo de las primeras imágenes que tengo, que todavía sobreviven recortadas sobre mi mente. El disfraz amarillo de la mascota de Pollo Campero, una piscina en las Lisas y el olor denso de la marea baja en el canal, del fango invadido de cangrejos. El mangle arrejuntado en una secuencia interminable de árboles puestos de cabeza. El tufo de una lata vacía de cerveza abandonada en mitad de la arena. 

Mi madre, por quien siempre tuve la debilidad de la más honda ternura, el punto más grande de vulnerabilidad en mi vida, hablando por teléfono en la casa de Monte María, sus dientes blanquísimos mientras sonríe y vigila mis movimientos de borrachito desde el auricular. Después abro la puerta del fondo,  mi papá sentado en un escritorio, sus ojos ocupados en algunos papeles antes de verme y saludarme moviéndome el pelo con la mano, como a un perro. “Hola Dani. Hola fiera.”





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