domingo, 10 de febrero de 2019

El descuidado uso del siempre




-¿Venir?  ¿como en una sorpresa, decís?




Tengo toda la razón al evitarte. Al decirte que no quiero que vengas más a Guatemala. Has usado el "para siempre" o "por siempre", y eso es una mentira que nace en el momento mismo en que se dice.


Hace años lo escuché de una niña del colegio cuando yo también era un niño. Le dije “¿Es en serio? ¿siempre?” Y me dijo en una carta “sí. Siempre, dani.  Ud y yo siempre, va?”. El día que entregaron las fotos impresas (que pagaban nuestros padres todos los años) ella me regaló una de las grandes, de las que solo daban dos, y en la que, (pensaba), no salía tan linda como era en persona, con sus movimientos medidos sobre el cuaderno cada vez que la miraba en su lado de la clase.  En el reverso de la foto escribió “Daniel: ud me gusta mucho. Nunca cambie ¿va? Quiero estar con ud para siempre.” Y puso su nombre junto a la fecha que fuera.


Ahora reviso despacio cada uno de mis siempres. Todos los  que tuvieron que ver conmigo, los que salieron de situaciones bonitas y personas que realmente quise. Y no hay uno solo de ellos que tenga vigencia, que haya valido de algo, al menos que hubiera tenido continuidad y contundencia en medio del desgaste irreparable que es el tiempo, como implica la connotación de la palabra: "en todo o en cualquier tiempo". Ningún  siempre que hubiese conservado esa eficacia que asegura incorporar, que hubiere mantenido su verdad última y la calidad de incondicional en mi vida.




Hoy vi a LP en la iglesia a la que van mis padres. Me senté justo detrás de su familia y de su pelo rubio, cuyas sensaciones por fin me han ido abandonando. “En algún momento nos besamos en muchos jardines, jardines mal iluminados, ella y yo, pensé, un veeeeeergo” pensé mientras el predicador hablaba con excitación de un pasaje de la Biblia. Intenté recordar cada uno de esos jardines donde estuvimos solos, en cómo eran y en cómo se sentían las noches entonces (porque la sensación lírica de las noches y de los patios se pierde con el tiempo), y mientras miraba su cabeza enfrente,  poniendo atención a la prédica, me reía por lo bajo de nuestros días. De las pausas que la vi hacer con ojos llorosos gigantes en medio de los besos prolongadísimos que nos dimos en Panajachel,  cuando ella dijo todas esas cosas que acompañaba de siempres infinitos ¡cientos de ellos! Como si en verdad los hubiese creído en el  momento que los dijo, cuando puso sus brazos delgados sobre mis hombros y entrelazó sus manos detrás de  mi cuello para decirme, empañándome la vista con su respiración agitada de cerveza, que me querríaa para siempre.   

Pienso que quizás sí se pueda ser para siempre, de hecho no creo en el cambio que pueda experimentar una persona. Las personas no pueden cambiar, solo revelar en el tiempo su verdadera identidad. Pero querer, por otro lado, tiene una vocación finita, restringida, limitada, voy a decir agotable. Su carácter no puede nunca ser permanente. Nadie puede creer por siempre en lo que dice otra persona con enjundia, ni abrazar nuestras más valiosas ideas cuando somos capaces de convencer a algunas personas con ellas, eso solo dura un momento. Dudar de todas las cosas en el futuro es inevitable, hasta de los mismos eventos que hemos vivido en primera persona y atribuido una calidad falsa de fidelidad para el resto de nuestros días. Con más razón, alguien conocido puede venir a dudar de nosotros. Despedazarnos con las dudas de si en verdad fuimos tan buenos como  nos recuerdan, y todo lo que les hicimos sentir. Algo que casi siempre se resuelve en un: "no. No fue tan bueno si lo pienso despacio. Estaba atravesando una etapa emocional que me cegaba. "

No se puede querer para siempre a una persona sin perder la credibilidad y la admiración que le sirvieron de origen en el primer lugar. Las personas que me han querido para siempre, se han ido siempre.  Ellas (todas) han dado "siempres"(promesas permanentes) a otras personas, antes o después, sin acordarse de la incongruencia que eso significa. Podrían incluso sobrevivir por escrito en alguna parte otros "siempres" que dieron en el pasado, otras promesas hechas a otras personas que contradigan todas las que  otorguen con posterioridad, como en el reverso de esa foto del colegio que todavía conservo, donde aún encuentro una promesa (un "siempre") vigente, pues el vocablo mismo implica la imprescriptibilidad. Mujeres ciegas, completamente ajenas al hecho de que están usando "siempres" cruzados, que el uso del "siempre" es forzosamente privativo. Eso es: exclusivo. Es decir, que no se puede usar dos veces el "siempre" en personas distintas sin incurrir en una profunda contradicción. Si se usa para alguien se está renunciando, naturalmente, al resto de usos posibles, al resto de personas a las que poder prometer esa frágil y ansiada perpetuidad. No puede decirse a una persona "x" que lo amarán por siempre y luego a una "y" lo mismo, pues aunque en el ínterin medie un tiempo "prudencial" para volver a amar (a persona distinta), sigue habiendo una mentira, un vicio en el momento mismo de la declaración, pues el "siempre", por antonomasia, no admite  jamás una interrupción: otro siempre que obre en su contra. Es una situación de un solo uso, como digo, de continuidad en el tiempo.  De ahí el empleo indiscriminado e irresponsable que adolece el término.



La niña del colegio hace rato que no está en mi vida, ni el año nuevo en Panajachel con LP cuando me dijo que yo siempre le iba a gustar. Cuando metimos unas cervezas frías a su hotel, (estoy hablando del año 2016),  y nos sentamos a beber en una mesita de jardín, abriendo una lata detrás de la otra, fumando desquiciadamente mientras tratábamos de explicar todo lo que nos habíamos perdido el uno del otro estando tan lejos. Robé su celular para borrar una foto que me había tomado a escondidas (nunca quise las fotos), y corrimos alrededor de una piscina. Ella se estrelló contra una tumbona en la oscuridad, cayendo estrepitosamente en la grama. Al final rompió mi camiseta al conseguir atraparme en un extremo del jardín, los dos jadeando como perros cansados la madrugada del primero de enero, antes de volver a besarnos, y escuchar todas esas palabras bonitas que ya no tienen vigencia.



 Ahora ella ha dejado de querer todas las cosas que quiso en un momento conmigo, precisamente porque yo predicaba todo el tiempo  en contra del siempre. No podía prometérselo, un simple siempre, que ella llegó a necesitar tanto, pues no pude nunca concebir el significado a la ligera, como si en efecto se tratara de algo sencillo, una débil manifestación renunciable de voluntad, y nada más eso. Me he negado a prometer mi permanencia y perpetuidad a otras personas, justamente porque no puedo. Algo que bien me ha valido reputación de informal, cuando en el fondo solo he sido prudente en el uso de las palabras que escojo, y de sus efectos  vinculantes en el futuro.

Mañana nunca somos nadie, es lo que estoy tardando ya demasiado en decir.  En los días futuros nadie nos querrá, al menos nadie de los que hoy caen en el uso irresponsable del siempre. Los que acumulan promesas de  perpetuidad nunca serán nadie, pues en sus palabras habrá dejado de haber fuerza: habrá dejado de haber una verdad: La veracidad aplanadora de los únicos "siempres" congruentes que hay, que es la permanencia: la presencia incondicional de una persona.














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