Cumplís 21 en febrero y tal vez no te acuerdes
pero yo adiviné el mes de tu cumpleaños viéndote a los ojos en el Colina
Country Club, esa tarde que nos sentamos juntos en una conferencia malísima de
derecho tributario, cuando todavía tenías novio y yo seguía tus movimientos
delicados con admiración y distancia en los pasillos de la universidad, como si
no quisiera espantar un hermoso grupo de venados. Porque así te miraba, M, la
belleza delicada y asustadiza (,siempre a punto de la huida), de lo más lindo..
Pienso: Tal vez dentro de muy poco te apuntes por fin a viajar conmigo. El lago, río negro, Bulej. A cambio, es verdad, solo puedo enseñarte malos hábitos, el deseo desesperado de vivir que aparece después de 7 cervezas y la inmensidad de un país enano, que es este, cuando se le mira en horas altas de la noche, las que tú siempre has estado dormida.
Te voy a llevar, se me ocurre ahora, a Santiago y a Nentón, a Lachuá, a Chajul, a Rabinal, a Pachalum, a Asuncion Mita. Tal vez nadar en el lago de Güija, M, toda la tarde y acampar haciendo un fuego enorme para cocinar algo de pescado en esa ribera desolada donde tengo historias para contarte; cosas que me han hecho llorar.
Voy a
llevarte a Nebaj y vamos a pagar una habitación sencilla en el Hotel Gran
Shalom II, donde podamos subir una botella de xl con hielo y platicar toda la
noche, poner el disco de sadnecessary, que es donde he encontrado mis mejores
años y el mejor de todos los yoes, danis, danieles, (a veces se me olvida si me
dices dani o Daniel, pero creo que es dani). Poder enseñarte el placer de una fogata en la
oscuridad espesa del campo, la noche más oscura que hayas visto en toda
tu vida, M, sin las luces de las poblaciones apretadas en las que siempre has
vivido, ni los autos roncando invasivamente en las avenidas, apestando el
follaje verde de los árboles y el pelo de las secretarias con el humo negro del diesel. Sentir la
oportunidad gloriosa de hablar recio porque seamos los únicos que estemos allí,
perdidos en medio de un campo vivo, fulgurante e interminable, borrachos frente a una
secuencia ridícula de árboles maderables, chozas abandonadas y delgados extravíos de barro.
Porque eso es lo que quiero contigo, M,, y lo que
vamos a hacer: que probés la cerveza y la libertad en cantidades iguales. Dejar de pensar que a tus 21 no hayas tenido nunca ninguna de las dos cosas (al menos no en
sus necesarios excesos). Quiero que me aproveches, a mí y al tiempo. Porque nunca
nada vuelve cuando queremos volver a emocionarnos genuinamente por algo. Cuando
nos volvemos espectadores del pasado y de versiones más vivas de nosotros
mismos, de las que de pronto ya no somos los
dueños: ahí es que hemos perdido. Por eso aprovechemos la vigencia de
las cosas que todavía pensamos el uno del otro (hoy), y de todo lo que nos
gustaría hacer juntos. Ya sabes que hablo de la fuerza que todavía no estallamos.
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