miércoles, 11 de marzo de 2020

A un Pickup Blanco. Parte 1. (Menos de 5 mil kilómetros). Tus pies en la sopa de frijoles del pacífico.



Los asientos olían todavía a nuevo (la sala de ventas de la agencia Excel Automotriz de bulevar Liberación) cuando estuvo allí conmigo, Lish, y los plásticos brillantes del salpicadero, y las alfombrillas limpias de hule y la tapicería suave de tela. Cuando pasé por ella el mismo día que le dije que no tenía nada que hacer, ni dinero para viajar pero que de todas maneras lo hiciéramos, que  fuéramos al puerto esa misma tarde, que no pensaba en otra cosa que no fuera pasar esa noche con ella en el mar, metido en algún hotelito sencillo de San José. No me importaba nada –se lo dije - me pela la verga todo, Lish, lo sabes bien- solo quiero estar allá contigo. Hoy. Contigo. Quiero estar contigo en el mar. 

La recuerdo escuchándome en el teléfono, respirando en silencio desde su casa mientras pensaba. Después su voz delicada entrando por mi oreja: ¿Ahora decís? ¿Como ahorita, dani?! ¿Ahorita mismo?! ¿Ahorita ahorita? 
-Sí, ahorita, lo que tarde en subir a tu casa-. 

-¡Híjole! -decía- ¿Qué llevo?- y esa era su voz nerviosa después de la risa- 
-Nada, una calzoneta, un cepillo de dientes, nada. Estoy lista en 20, ¿va? (aunque fue casi una hora lo que tardó en alistar sus cosas. (Recuerdo la bolsa blanca de viaje y todavía sonrío, la toalla, unos botes altos de crema, las esquinas de la ropa bien doblada, como en una tienda de moda). ¿Tú no llevas mochila, dani? Me dijo preocupada al subir al carro, echando un vistazo al asiento trasero del pickup, donde no había nada. Sonreí para ella y le di un beso en la cabeza que la hizo cerrar los ojos. ¿Por qué nunca llevas nada, dani? Dijo suavemente, desde un sueño frágil, como fingido. -Si es que se puede saber-. Le di otro beso en medio del pelo, del olor penetrante del  acondicionador. -No se puede saber Ligg. Hay cosas que solo no se pueden saber.
 
En dos horas íbamos a estar bajo la lámina hirviendo de la última tienda de la carretera a Chulamar, de pie en un pasillo minúsculo de cemento, comprando una caja de cerveza Modelo y cigarrillos Marlboro y dos bolsas grandes de hielo, en la última hora de esa tarde  anaranjada que nos hizo sobre el auto y su pelo claro y mis brazos calientes. Sensaciones de la costa que aún no puedo olvidar.


                                                                         *
el viaje.




Desde que pasé por ella a su casa estuvo viéndome fumar desde el asiento de copiloto del pickup, atrapados en el tráfico lento de Aguilar Batres mientras me hablaba de lo rápido que podía pasar todo: Una vida,  dijo, y estaba hablando de la suya, aunque le diera pánico decírmelo, admitir que su vida se había ido tan rápido que ni siquiera se dio cuenta. "El tiempo pasó frente a mis propios ojos, Dani, como quien dice; un truco de magia tonto que te hacen de cerca, en una piñata, al que pones mucha atención para descubrir la trampa y reírte del mago, un pobre hombre sencillo de chumpa de cuero artificial, de los que van cabal a las piñatas! Pero luego igual no entiendes nada. No fuiste capaz de descubrir el engaño. La función termina y te alejas confundida. Sabes que no puede ser, la magia no existe, pero igual tus ojos la vieron ¿Qué puercas?!


Hablaba de todas esas cosas en el pickup blanco, pero estaba excitada como no lo había estado en años. Solo éramos ella, yo, una hielera que todavía conservo en la parte de atrás  y mi auto apuntando hacia el sur: la búsqueda aleatoria de algún hotel descuidado a la orilla del mar. No podíamos estar mejor, pensaba, era el 2016 y no podíamos estar mejor. Tenía el pecho lleno de rabia y ganas de vivir, fumar y emborracharme junto a mujeres como ella, aún después de haber tenido tanto en España seguía habiendo más adelante: íbamos en ruta hacia algo que pronto sería importante, hacia una nueva historia, solo hacía falta ver cómo era.  Por eso en el carro me reía de escuchar todo eso del tiempo que había pasado frente a sus ojos como un truco rápido de magia, que para mí todavía no era posible, que una persona pudiera deprimirse y esas cosas. Sentirse triste, estar arruinada cuando se es  tan hermosa, cuando todavía es capaz de provocarme algo tan fuerte en el estómago como lo que Lish me provocó aquel año.

-Un día tuve tu edad – me explicó en el carro- y un novio que vivía con sus papás e iba a la universidad en un Camaro rojo que hacía demasiado ruido al pasar por los edificios, y al otro día todo eso ya no estaba,  Dani, había desaparecido para mí, así, forever. Un día sos presumida, vanidosa, hasta provocadora, te sentís lo máximo, dani, estás metida en una fiesta y las personas de tu edad te miran, te quieren platicar, te quieren besar, te quieren llevar a sus casas para que te conozcan sus papás, te quieren allí con ellos, bebiendo algo de un vaso transparente, fumando cigarros como loca, bailando estúpidamente las canciones de moda, sos parte de algo bueno y ridículamente  alegre, solo que no sabes qué es, nadie sabe qué es,  solo que es muy bueno y esas cosas,  y después no hay nada.  Después dejas de ser algo querible para los  demás, igual que ellos dejan de serlo, aunque las ganas sigan ahí, detenidas en los veinte años (mentalmente nunca te alejas de ese punto para ti, dani, te lo juro por Dios, acordate siempre de esto que te estoy diciendo). Después todos estamos en un sitio que no queremos estar porque así funcionan las cosas, mi dani lindo. Un sábado que no haces nada te das cuenta que estás deprimida viendo la tele en pijama, te has divorciado y estás  peleando el dinero  de una pensión alimenticia en un juzgado de familia de  la ciudad, ¡peleando por plata, dani, por dinero! con la cara roja de la vergüenza, metida detrás de tu abogado como una niña interesada en el pisto de su papá, haciendo berrinche por zopilotearle algo a su ex marido, pagando honorarios altísimos de abogados ojerosos y  desconfiados: bolos pisteros asquerosos, Dani, te  juro, construyendo heridas profundas que –lo sabes bien desde el principio que empiezas a ver el problema- nunca se irán. -Lish me tomaba del brazo con fuerza y me miraba a los ojos para ver que no le fuera a mentir:- Dani prométeme que nunca vas a ser de esos abogados malos. Prometémelo Dani,   porfa. Solo decilo. Sos tan inteligente que no quiero que nunca le hagas daño a nadie.

Le ofrecí inútilmente un cigarro, como siempre lo hacía en esos casos. Siempre creí que se moría de ganas de fumar un cigarro conmigo, al menos en medio de una conversación como esa, pero nunca lo hizo. Ponía sus ojos grandes en el paquete abierto, en los filtros anaranjados de Marlboro,  y luego sonreía. Sos el diablo, dani lindo, decía, y tocaba mi cara sin barba. ¿Sabías eso? Sos el diablo mi Dani precioso".  

Yo sabía bien que ella estaba aterrada de envejecer, por eso no fumaba, aunque tuviera las manos delgadas de una fumadora de muchos años. Había tanto que  ella habría querido hacer, pienso ahora, solo que ya no podía volver en el tiempo, como dicen las personas más tristes, regalarse a los excesos del pasado para siempre.







-Dirías, Lish… –le dije- y me detuve a dar dos caladas largas al cigarro porque no sabía bien lo que iba a preguntarle, bajé un poco más la ventana y escupí hacia la calle.-¿dirías ligg... que te arrepentís de la forma en que viviste tu vida? de cómo hiciste todo?

Soplé el humo por la ventana abierta, hacia el sonido de camiones y vendedores ambulantes. Toda esa gente pobre de las banquetas de Aguilar Batres. Sus caras apaleadas por la tarde, el pelo grasoso bajo las gorras viejas de colores, los tímpanos estallados por el ruido de los motores diésel.

Lish se vio las manos sobre las mías en la palanca de velocidades del pickup. Después me vio otra vez a los ojos, Mierda: esos ojos enormes y suplicantes que tenía.

-¿Tú le has hecho daño a alguien, dani?-dijo antes de responderme la pregunta-. Porque yo sí he lastimado a más gente de la que quería. –Se mordió el labio inferior, negó con su cabeza rubia varias veces hasta que pensé que iba a llorar. -A mis propios hijos, dani, que no estaban cuando yo tenía tu edad, (y me dijo todos los nombres de sus hijos), a las personas que siempre esperaron volverme a ver de pequeña, al menos una vez más, mi dani, lo que fui de niña, porque no les gusté nada de adulta ¡ay dani!... -se llevaba la mano a la frente- ¡cada una de mis equivocaciones sabes! cuando me casé y me di cuenta que estaba jodida por dentro y por todos lados y qué? nadie mira lo que pasa adentro de una casa ¿Sabes lo que te digo? perder la ilusión de seguir adelante. Que te cueste salir de la cama porque el lugar donde te metiste es una mierda, un atolladero y guácala, todo lo que te ponen enfrente te deprime.
 
Pensé en prender la radio y darle un beso hasta que los autos de atrás nos cocieran a bocinazos. Bajarme del carro a ofrecer una paliza solo porque sí, a cualquier desconocido que estuviera bocinando. No me importaba nada, solo podía conmoverme ella, lo guapa que era y lo injusto de sus quejas. Afuera del carro empujaban a un niño gordo sin piernas en una silla de ruedas y no dije nada.  Tenía un cartel de cartón pidiendo ayuda y no dije nada. Solo escuché de nuevo la voz preciosa de ligg en el interior del carro, respiré su aliento de manzana. Eso era todo lo que importaba.

-Las cosas se acaban, dani, es lo que intento decirte,  los días en los que piensas siempre llegan. Siempre llegan, dani, todo lo que has esperado. Pero tú estás muy chavito para saberlo. No has  empezado todavía esto que te digo. No has visto nada, ni conoces el dolor, y cuando lo conozcas ya habrás vivido tu vida. Estarás de salida, muy triste para intentar salvarte.

La miré y quise besarle de nuevo los ojos, el cuello rociado con perfume dulzón de señora, su boca desde un lado, hasta sentir la saliva cubriendo mis labios. Decirle que yo la perdonaba de todo lo que había hecho mal, que no era su culpa, sino la culpa del desgaste del tiempo, de otras personas que la convencieron de equivocarse junto con ellos. Se trata de engañar o ser engañado, Lish preciosa, no hay de otra, arruinas o te arruinan, ¡y hay gente tan hábil para eso! Yo, de todas maneras, te regalo mi vida, si eso queres. Mi juventud a cambio de nada, de tus ojos grandes llenos de agua. Te regalo mis mejores años a cambio de verte correr en la playa.

-Sos un ishto guapo, pero solo eso -me dijo con la voz cansada de todos los finales, empezando a sonreír,  cuando creyó que me estaba aburriendo de su monólogo. Se echó hacia adelante en el asiento largo del pickup para besar mi mano y luego recostó su cabeza en mi hombro. Ahí estaba de nuevo el olor penetrante de su cabello.  Subió el volumen a la radio y avancé con cuidado para no incomodarla al pasar por los baches.

paréntesis
(¿Lish, tú te acordás todavía de esa canción de Habits, de  Tove Lo (Hippie Sabotage Remix) , la que decía oh oh todo el rato? Ya era triste esa canción en el 2016, ¿te acordas? pero ahora lo es mucho más. Muy triste. Este es el día que no puedo escucharla, Lish. Lloro. Te lo juro por Dios. Lloro. La han pasado tantas veces en la radio que me enojo y todo. Hace solo unos días la escuché entera, en el tráfico, y ¿sabes? la sentí en el estómago).
 
Avanzamos despacio hacia un viaje sencillo de carretera que jamás pude ni podré nunca contar bien, ni siquiera hoy que intento describir solo una pequeña parte de lo que pasó, mi mano sobre la suya en el asiento de tela que olía a nuevo. No lo sabíamos entonces, en medio del tráfico sofocante de la salida a la autopista, pero ella iba a escribirme un mensaje de agradecimiento ese mismo fin de semana, al dejarla el domingo de vuelta en su casa, quemada de sol y el pelo más rubio por el agua salada del mar y el cloro de aquella piscina celeste que nos tuvo un buen rato  bajo su endeble luz amarilla, mientras hablábamos hasta tarde de las cosas que fueron importantes para nosotros, palabras que ya no puedo reproducir ni ordenar con honestidad en la cabeza por más que lo intente, encontrar exactamente cuáles fueron y lo que se sentía cuando las escuchaba de su boca. Dijo con su voz frágil que muchas gracias por el viaje y esas cosas que se dicen en mitad del agradecimiento cuando es de verdad. Le dije que estaba bien, que no tenía nada que agradecerme, yo también la había pasado muy bien, y luego me distraje viendo una película guatemalteca que compré a dos cuadras de donde vivía, en un local de películas pirata.

Fue justo antes de quedarme dormido esa madrugada en mi apartamento de zona 16 que llamó a mi celular para soltarme algo más importante que cualquier otra cosa que hubiese escuchado hasta el momento, aunque estuviese medio dormido, de goma y cansado del viaje, lo recuerdo bien. Contesté. -Qué pasó Lish?-

-El fin de semana tuve tu edad, mi dani lindo - dijo de entrada, y al comienzo se reía torpemente, sabiendo que no resistiría mucho más y que en segundos empezaría a llorar. -Mi edad favorita, Dani guapo. Creía que ya no tenía eso -dijo- una edad que quisiera de verdad, pero en el puerto  fui la misma del Camaro rojo y la universidad y las fiestas donde bailaba toda la noche sintiendo la mirada de los hombres en mi cuerpo. -Dani- decía y suspiraba, y lloraba en su lado del teléfono- me diste algo que ya había perdido ¿te das cuenta? algo que solo ya no estaba. ¿Cómo lo hiciste Dani, cómo? Decime! No sé, dani lindo... me siento re tonta diciéndote estas cosas pero qué jodidos, soy tonta y feliz y joven y estoy enamorada ¿Cómo es que algo vuelve a aparecer? Decime ¿Cómo es que algo se muestra después de estar tanto tiempo dormido? - 

Yo no podía decir nada. Me acuerdo que miraba el techo del cuarto en la oscuridad, un pie encima del otro al final de la cama. -No lo sé, lish preciosa. No lo sé.

-Dani me diste lo que más he querido de mí  el fin de semana, ¿sabías eso? ¡yo misma, dani! yo misma en la época más feliz que tuve.-  Tragué saliva y nos quedamos varios minutos en silencio, oyéndonos respirar en la madrugada, mis ojos llenos de lágrimas cuando imaginaba los suyos llorando. 

En verdad solo la había deseado genuinamente, pensé. Todavía esa madrugada la deseaba honestamente y eso era todo lo que sabía: Mis ojos brillando por ella en la penumbra del cuarto. Mucho tiempo después supe que eso es todo lo que puede darse a una persona: Desearla de verdad.

Gracias por regalarme  eso - dijo recuperando algo la voz  en el teléfono- el hotel en que nos quedamos y las familias sencillas que criticamos a la orilla de  la piscina, y los empleados morenos queriendo parecer refinados, Dani, ¡qué risa! diciendo palabras típicas de hotelería como... ¿cómo era Dani lindo? decime! recámara, somier, servicio a la habitación, estadía, recibidor, tina, gorra de ducha, cubertería, etc etc etc etc jajaj me mato de la risa,  sos un caso, Dani lindo. No me voy a olvidar nunca del lobby de ese edificio, te lo juro: la sencillez del hotel, el nombre que nunca supimos, -(Hotel Santa María del Mar, según yo mismo averigüé al regresar años después al mismo lugar, solo para verlo de nuevo y poder recordarla)-, la habitación sin aire acondicionado que escogimos muertos de risa y mi hielera  en medio de la playa negra llena de cerveza y las palmeras y las piedras pintadas de cal y esa noche oscurísima que nos hizo antes de las 11, cuando  corrimos miles de metros antes de voltear jadeantes desde el agua, y vimos las luces pequeñas y temblorosas del Hotel que nos llamaban de vuelta. 

¿Por qué temblaban esas luces, dani lindo, en la distancia? ¿La bruma? ¿Eso era, dani? ¿La distancia y la bruma? Por qué se movían las luces? –-. ¡Dani tú sabes esas cosas! ¡Decime! -Y me empujaba desde el pecho sin camiseta y los pies descalzos  retrocedían sobre la arena hasta mojarse en el mar. Esa noche yo tampoco sabía por qué temblaban las luces. Tampoco sabía que un día ella me iba a hacer mucha falta, que después de todo lo que nos pasó iba a querer regresar como un loco a esa misma noche, a ese mismo hotel sencillo de Chulamar para comprobar que en verdad existía. Volverla a tener esa noche conmigo, aunque solo pasara lo mismo.




*
A ti:

Hoy he perdido muchas de esas conversaciones y no  recuerdo ya la mayoría de las cosas que hablamos por teléfono aquel año, Lish, aunque sí recuerdo cuando te hablé en zona 16, en aquel concierto a mi regreso a Guatemala, cuando me atreví a ir donde estabas con tu chaqueta roja de cuero y  te dije que me llamaba daniel, daniel sin edad. Apestaba a cerveza y cigarros Rubios pero aún así te  convencí de tomar un café en Muxbal la semana siguiente, cuando estuviera en mejores condiciones y pudiera hablar con propiedad.,  Tomamos un café porque te insistí mucho por teléfono, porque te dije todas las ganas que tenía de volver a verte . Te conté lo que más quería en la vida, la literatura y los viajes y el vino  y un proyecto que me enloquecía como ninguna otra cosa. Lo que me comía por dentro. Ligg, tú esas cosas las sabes de sobra. Cuando encendí un cigarro cerca de tu cara preciosa  en la pendiente de ese jardín quebrado de Muxbal y te dije de cerca todo lo bonita que eras, todo lo que me gustabas a pesar de la edad que tenías. Eras demasiado linda, Lissh, y te lo dije mil veces para que nunca se te olvidara. 

Todavía te recuerdo y no quiero pensar que vayas a envejecer dentro de tan poco, volverte una señora delgada de cabellos blancos y huesos débiles,  cuando yo ya sea un abogado de carrera, Lish. Te he escuchado llorar en un teléfono por las cosas que sentías (no estoy seguro si por mí, o por tu vida familiar complicada), te he visto nadar en una piscina, emborracharte de noche conmigo y salir corriendo en la oscuridad, hacia ninguna parte, hacia lo que creías el mundo, y eso a mí nunca se me escapa de la cabeza.  Ni siquiera cuando tenga tu edad, la de aquel viaje que hicimos. Cuando vea otros niños que fueron yo y quiera hablarles de mí, de dani en el 2016. Decirles que fui parecido a ellos y que viajé al puerto San José con una mujer mayor sin tener apenas dinero: lo suficiente para pagar el peaje, el precio de una habitación descontada por la hora, un paquete de cigarros   y una caja de cervezas Modelo. Y que hasta llegué a quererte cuando nos quedamos solos en el mar , al menos hoy creo que sí te quise cuando miro algunas de las fotos y pienso en tus párpados cerrados.

Niños -les diré entonces a esos hijos de puta de 20 o 21 años- no vivan tanto, no vale la pena encontrar días y noches (tan) hermosas:  una señora metiendo los pies en la sopa de frijoles del  Pacífico mientras ustedes la miran  de espaldas, su trasero en un bikini negro, la desean y les sonríe, cuando ya tienen la impresión de estar borrachos y se ríen  de la suerte de estar ahí, de tener el momento agarrado por el pelo y una habitación de hotel con balcón y sábanas limpias al final de todo el viaje para dormir solo con ella. ¿DESPUÉS QUÉ HARÁN PARA OLVIDARLO?!!









 



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