miércoles, 2 de julio de 2014

Sofía

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-Sí, de hecho sí, escribo regularmente.
Los dos charlaban en el pasillo. Les quedaba poco más de medio cigarro para seguir hablando. En la oscuridad se veían la cara sólo al chupar de la colilla. 
-No pregunté cómo te llamabas.
-Sofía, Sofía. ¿Y tú?
-Daniel. Versión masculina. Vi que acá también usan el “Danielle”, por eso la aclaración.
Los dos rieron. Luego callaron un rato.
-Gracias por el cigarro, Daniel. Tengo una lectura a medias que resumir para mañana, más vale que...
-Nunca se niega. Y sí, más vale que empecés con eso.
Sonrió. Se quedó un rato, luego se alejó diciendo adiós con la mano, la colilla entre los dedos. Antes de cruzar en su pasillo volteó sonriente a donde él estaba, que trataba de adivinarla en la penumbra. Luego, con voz trémula, añadió “Me gustaría leer algo tuyo, Dani. Si es que puedo llamarte así ”.

A la mañana siguiente, con la luz encima, la residencia universitaria parecía realmente otra. El tipo salió del cuarto y encendió un cigarro en el mismo lugar de la noche anterior. Trataba de adivinar el balcón de Sofía entre cantidad de ventanas,  persianas y ropa tendida. A los dos minutos comprendió que era inútil. Tiró la colilla y salió del edificio buscando la universidad.

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