jueves, 23 de octubre de 2014

Mazda

Estar, de pronto,  en el sótano de Pradera fumando un cigarro mentolado. Y es esperar a mi hermano mientras le hacen un handjob en el asiento trasero de su Mazda. A contra luz, sólo a contraluz, se distinguen sus cabezas en el polarizado. Ella más gacha que él. Tengo la imagen de estar esperando recostado en la pared inmediata a los ascensores, cigarro tras cigarro, encendiendo uno con la colilla del otro. Bajaban/subían grupos de gente, más que nada familias y amiguitos de primaria. Tal vez con vistas a una película infantil, que para entonces sería La era del hielo 2, Shrek o alguna otra mariconada, no tengo idea. Creo que fue agotando el paquete que se abrió la puerta opuesta del Mazda, eso es, la del lado al que no tenía visibilidad. La chica bajó primero y se compuso el bolso por encima del sweater. Mi hermano permaneció dentro. Para entonces el sótano había quedado desierto y los pasos de la chica se hacían recios contra el concreto “tac, tac, tac”. Caminó hasta donde yo estaba sin saber quién era. Se peinó frente a las puertas cromadas del ascensor y pulsó el botón para pedirlo. Di un vistazo al auto, mi hermano seguía en el asiento trasero. El ascensor llegó, la chica subió y todavía me pregunto qué pensó al cerrarse las puertas y quedar completamente sola.

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