María Ixcoy,
empleada de la familia, fue la primera en dar aviso a la policía local. La
llamada salió de su teléfono móvil. Según dice, corrió dando de gritos al
advertir los cuerpos sobre la alfombra. Adelantó además, al ser preguntada, que
las pisadas en la parte trasera del jardín eran suyas: Dijo que al bajar del
autobús y caminar los cien metros que restan hasta el vallado de la mansión,
vio que las luces de la casa estaban encendidas. Según el reporte, a este punto
le alcanzan una fotografía de la familia y llora sobre la imagen. Acto seguido
le facilitan una sala independiente donde relajarse y tomar un té de
manzanilla. Más tarde, de vuelta en la primera sala, sigue e insiste en que las
luces a esa hora de la mañana no eran habituales y que por ello, al abrir la
reja, decidió no entrar en la casa. En cambio optó por dar la
vuelta atravesando el jardín y asomarse por la ventana de la cocina. Al
preguntarle por qué no llamó a la casa desde el timbre o dando golpes a la
puerta, vuelve a mencionar las luces. Dice también haber sentido miedo al
advertir el Mercedez-Benz con el retrovisor averiado, colgando de sus propios
cables. Vuelve a inquietarse y ahora es ella que interrumpe al oficial: pregunta por
los niños y su gesto es inconsolable.
Entre las
fotografías forenses hay una en que se ve claramente al padre de familia con
las piernas sobre el sillón de la sala. Tiene la cabeza contra el suelo,
notablemente vuelta hacia atrás. De sus ojos abiertos sale un surco irregular
de sangre que pinta su recorrido hasta desaparecer en una barba tupida de seis
días. Su hijo juan, de 12, yace de bruces en la alfombra. Su cabellera fina
parece como desprendida a la fuerza y casi da la impresión de que el trozo de
cuero cabelludo es independiente al cuerpo. Por otro lado la madre presenta una
inflamación exagerada en la frente y pómulos. Su rostro es irreconocible. De
Tibi, el hijo menor, no se sabe nada.
A seis años
del caso, migración del aeropuerto de Guatemala recibe y sella en aprobación el
pasaporte de María Ixcoy, que regresa a su país natal después de una larga estancia
fuera. Va acompañada de un adolescente taciturno a quien antes
solían llamarle Tibi. María nunca se
repuso de un dolor punzante a la altura de la cadera, producto tal vez, de golpear un
retrovisor en carrera.
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