jueves, 26 de junio de 2014

Son las persianas


Son las persianas. Afuera transcurren las diez de la mañana en punto, toda y su gente, toda y sus perros.  Empiezo a escuchar el ruido irregular de las pisadas en el pasillo, las habituales conversaciones de salida acompañada, una despedida en la puerta del cuarto contiguo; el incansable sonido del refrigerador enfriando hasta donde indique el termostato.

Tengo entendido que la alarma debió hacer escándalo a las 8. Entonces, entre la ducha, el desayuno, los dientes-ropa, poder alcanzar el autobús de las 8:45. Bajar en él hasta caerle por atrás a Poitiers, ya en Saint-Eloi, y  poder tomar el tranvía de las 9. Esperar cabizbajo el trayecto, evitando con la vista a los demás transeúntes, que también la fijan en cualquier parte. Bajar en Louis Blanc, seguir todo para arriba, avistar la iglesia y doblar frente a Des Plants. Finalmente caminar los cien o doscientos metros que restan a Peyrou. Para entonces, supongo que las 9 treinta, entrar al parque y con diferencia de dos minutos, estar buscando a Alice entre los árboles.  

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